Un viaje a la Mitología moderna:

Un viaje extraordinario a través de una Galaxia muy, muy lejana. (Parte II)

Aglaia Berlutti
8 min readDec 30, 2020
Boceto original de Star Wars.

(Puedes leer la Parte I aquí)

Un vuelo de prueba.

Ese primer gran y elaborado boceto de Star Wars, se llamó durante más de cinco años Breakout. El mismo George Lucas reconoce que no tenía una idea concreta de cómo podía trasladar semejante material a un guion, aunque la escuela de cine comenzó dar algunas luces de hacia dónde podía dirigir el proceso y en especial, la forma en que analizaría la puesta en escena de algo semejante. La historia estaba allí — “en alguna parte de los cientos de hilos narrativos” — pero ahora, el proceso tenía que conducir a un hecho concreto. Las antiguas obsesiones de Lucas resurgieron y volvió a repasar la filmografía de Akira Kurosawa, mientras reflexionaba acerca de una manera de construir un film alrededor de datos sueltos. Y decidió que la mejor manera podía ser a través de una historia pequeña. Algo que pudiera manejar y le brindara luces sobre qué necesitaba — antes o después — para construir algo más ambicioso.

En 1967 filmó el corto THX 1138 4EB, que se considera el primer paso de Lucas hacia sus espacios de aspecto tecnológico con personalidad y el brillo de un sistema específico. La diminuta producción, de menos de veinte minutos, relata el contexto de una sociedad informatizada en un futuro distante, en que las cifras y los gráficos por ordenador, son de especial importancia. No se trataba de un planeta, tampoco de una historia en especial acabada, pero cumplía con una función: persistir en la idea esencial de narrar a través de la tecnología — y bajo los mismos parámetros de diversos mundos de fantasía — una mirada hacia el espíritu humano. “Estaba tratando de provocar emociones apoyándome en la técnica cinematográfica en estado puro”, relata Lucas al historiador de cine Paul Duncan “Una demostración que las emociones humanas podría prosperar bajo cualquier universo, cualquier aspecto. En cualquier lugar del universo”.

El corto le demostró a Lucas dos cosas esenciales: en la práctica, su versión sobre un gran mundo hipertecnificado — del que había mostrado menos de un esbozo — plagado de historias extraordinarias, era posible. Su argumento era pequeño, una mirada a un personaje angustiado que iba de un lado a otro, aturdido en medio de cifras y cálculos en una circunstancia límite, pero era elegante, discreto. Nada parecido a las exageradas percepciones de la ciencia ficción de los años ’50 y que Lucas intentó evitar a toda costa. De hecho, el director había maniobrado con sus limitaciones para crear un escenario austero que anunciaba algo más grande. Una historia dentro de una historia. El personaje sin nombre trataba de escapar — al menos esconder su presencia — de una amenaza invisible de la que jamás se tenía noticia, pero obviamente, estaba escondida dentro de capas de silencios e insinuaciones.

Lo otro que Lucas había aprendido, era que el escenario en que debía contar la historia, necesitaba un aire verosímil, algo que había logrado en “THX 1138 4EB” de forma muy simple. El director había creado un espacio impersonal, pulcro y metalizado, que podría pertenecer a cualquier espacio y lugar de un mundo que no era humano, pero que cualquiera podía entender de qué se trataba. ¿Una cabina de control? ¿Un lugar que pertenecía a un espacio más grande? el corto no lo indicaba pero aun así, el espectador podía suponerlo con facilidad. Era todo lo que Lucas necesitaba.

Y mientras los apuntes continuaban creciendo, haciéndose más detallados y específicos en papel, Lucas se hacía más hábil detrás de cámara para narrar. Exploró lenguajes experimentales, profundizó en la edición — un aspecto de enorme importancia en la futura Star Wars — y después, se familiarizó con lenguajes elaborados para contar grandes dramas épicos, en los que el bien y el mal, fueran de especial importancia.

“Empecé a ver muchas películas de Akira Kurosawa en la escuela de cine. Me obsesioné con el Japón feudal”, cuenta Lucas. Una vez graduado de la escuela de cine, intentó familizarizarse con la industria, en especial la de efectos especiales y la comercialización del cine como producto, una idea novedosa para una década en que el cine se producía como un mensaje, además de un medio de generar ganancias. Cuando en 1969 Easy Rider de Dennis Hopper llegó a la pantalla grande y cerró la década con un triunfo transgresor, que se había convertido también en un éxito entre los más jóvenes, Lucas comprendió algunas cosas. “Necesito un héroe con el que todos puedan identificarse, con el que puedan crecer y al que todos puedan brindar su solidaridad”.

Lucas después diría que la misma noche en que vio el estreno de la película de Hooper, soñó con un lugar desértico, de arenas color rosa en el que brillaban dos soles, en lugar de uno. “No recordé nada más después, pero sabía que debajo de la frase “Una galaxia, muy, muy lejana” ya había una imagen”.

Un vuelo rasante al infinito.

En 1971, Lucas filmó THX 1138 que puede considerarse una continuación a una escala distinta de su primer corto. En el largometraje, los personajes carecen de emociones, pero en realidad, se trata de una forma por completo distinta de expresarlas, lo que hace a la historia cada vez más retorcida y oscura. Todo narrado a través de los códigos de ciencia ficción. Por ahora, el acariciado proyecto de Lucas sobre una saga galáctica seguía creciendo en secreto — “y haciendo tan grande que me resultaba asombroso” confesaría — y el cineasta decidió, que antes de dedicar todos los esfuerzos en esa dirección, llevaría a cabo un experimento concreto: una película más adulta que le permitiera abrir las puertas de Hollywood. O al menos, algunas de ellas.

Ya por entonces, se le consideraba una joven promesa, junto a su amigo Francis Ford Coppola, el principal artífice y apoyo de Lucas en el complicado proceso de creación de THX 1138. Para cuando el film estuvo listo — y levantó un discreto interés en productoras y algún que otro crítico — el joven realizador decidió que debía probar su talento antes de correr el riesgo definitivo. Fue entonces comenzó a producir American Graffiti, una película menor que estaba destinada a convertirse en el gran suceso de 1973 y que dejó claro que además de ambicioso, Lucas tenía una visión extraordinaria y fresca sobre la juventud, sus dilemas, dolores. Pero en especial, había algo que resultó asombroso en una producción de bajo presupuesto con enorme capacidad para deslumbrar: Lucas ponía un mimo especial en sus personajes, en el contexto y en el hecho de la vitalidad de la historia. En conjunto, la película parecía reflejar a la generación entera de Lucas, al poder de un frenesí por el cambio y la superación que después, sería el sello de buenas parte de sus producciones posteriores.

Entonces, Lucas comenzó a trabajar con tesón en su gran épica estelar. Desempolvó cuadernos, dio algunas relecturas a la historia — se dice que leyó Dune de Frank Herbert con especial atención — y comenzó el primer proceso de depuración de todo el material, con el objetivo de escribir un guion. Lucas dibujaba a lápiz los robots, naves y el aspecto general de sus personajes. También, comenzó a tomar nota de una línea cronológica que debería incluir toda una travesía alrededor de la galaxia, que por supuesto, no tenía comparación con el tiempo de nuestro mundo. “Hablamos sobre sistemas de millones de años de existencia, con gobiernos, tradiciones y mitos propios. Con sus costumbres, leyendas, figuras relevantes. Creencias días y celebraciones. Quería mostrar todo eso. Quería que todo fuera importante y estuviera interconectado” cuenta Lucas a Duncan “Porque al final, el Universo coexiste bajo una percepción de lo humano sobre lo tecnológico. Hay viejas naves, estructuras a punto de venirse abajo, grandes y complicadas piezas de arqueología que nadie sabe de dónde provienen. De ahí provendría mi personaje central, mi héroe. De ahí llegaría el elegido para contar una historia”.

“Star Wars es una mezcla de Lawrence de Arabia, las películas de James Bond y 2001. Los extraterrestres son los héroes y los Homo Sapiens, por supuesto, los villanos. Nadie ha hecho algo así desde Flash Gordon Conquers the Universe, de 1940", explicaba Lucas en 1973, durante las primeras tomas de su historia. Era el mismo discurso que repitió a productores, inversionistas, a sus buenos amigos, incluso a sus compañeros de clase. Todos se mostraban un interés cauteloso, pero eran incapaces de comprender la cualidad colosal de lo que se escondía detrás de las primeras escenas de un planeta con dos soles, en las que crecía el heredero de una larga y peligrosa herencia. Como si del mítico Arturo se tratara, el Luke de Lucas estaba destinado a ser el último de una larga estirpe de poderosos ¿magos? ¿hechiceros? ¿elegidos? También habría secretos, sectas y una profunda conexión mística. Un malvado con un oscuro pasado cuyas líneas del destino estaban unidas de forma inexorable al héroe. Mujeres poderosas como las brujas de antaño, héroes descreídos, piratas traviesos y al final, un gran triunfo contra el poder corrompido.

Las dimensiones y percepciones sobre la condición de lo ritual y lo legendario en la historia de Lucas eran enormes, incluso para quienes las conocían por años. Recibió todo tipo de consejos adversos, de recomendaciones de “tomar las cosas con calma”. El director escuchó con paciencia, desoyó cualquier consejo y dedicó una considerable cantidad de tiempo a crear lo necesario para expresar una idea profunda sobre el bien y el mal, en contraposición a la esperanza.

“Tenía la convicción que si la primera película se filmaba, podría hacer las demás” cuenta Lucas en el libro de Taschen. Y dedicó una devoción extraordinaria a llevar adelante un proyecto con un presupuesto ínfimo, técnicas inventadas sobre la marcha y una tropa de amigos, técnicos, consejeros y colaboradores de buena voluntad que dedicaron buena parte de su esfuerzo a un set caótico. A New Hope tuvo un presupuesto 11 millones de dólares (unos 9,7 millones de euros) y cada día, la suma parecía hacerse insuficiente para cubrir los gastos de lo que parecía un proyecto titánico y demencial.“Todos los días nacía una idea novedosa, una forma de afrontar un ángulo nuevo de preguntas que nadie se había hecho hasta entonces”. Maquetas, una forma de imitar el espacio profundo, el sonido de los ya icónicos sables de luz. Poco a poco el universo de Lucas tomó forma y pasó de la página al plató. Y para sorpresa de todos los detractores y los incrédulos, el resultado era asombroso.

“Tenemos que recuperar el optimismo. Tal vez los niños salgan de la película y por un segundo sientan: ‘Realmente podríamos hacer algo en este país’…En todos esos tópicos sobre ser un buen vecino, sobre el espíritu estadounidense y toda esa basura, en todo eso hay algo” contó a un periodista un día antes del estreno de A New Hope, 25 de mayo de 1977.

Lucas recuerda en el libro de Taschen que seis días después del estreno, alguien le llamó por teléfono. Un ejecutivo cuyo nombre no revela en el libro, gritaba de emoción e insistía que “El éxito es imposible de explicar” Quizás, la frase que resumió la locura que ese año logró la primera película de la Saga Star Wars. El film recaudó 775 millones de dólares (unos 689 millones de euros), convirtió a Mark Hamill, Harrison Ford y Carrie Fisher en los rostros más conocidos del cine. Lucas se encumbró con el rostro de una generación de cineastas que cambiarían la historia del cine. “Entretener no tiene nada de malo” dice Lucas a Duncan y confiesa, que cada día, recuerda ese primer sueño de un planeta desértico y feroz, con dos lunas gemelas. “Es una forma de crear trascendencia. Un vuelo rasante al infinito”.

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Written by Aglaia Berlutti

Bruja por nacimiento. Escritora por obsesión. Fotógrafa por pasión. Desobediente por afición. Escribo en @Hipertextual @ElEstimulo @ElNacionalweb @PopconCine

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