Crónicas de la lectora devota:

On Violence and On Violence Against Women de Jacqueline Rose

Aglaia Berlutti
10 min readMay 21, 2021

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La violencia contra la mujer ha sido un debate largo, la mayoría de las veces estéril y en ocasiones, incómodo desde hace décadas. Pero en especial, durante el último lustro, el fenómeno #MeToo #TimeUp, la percepción sobre el maltrato de género se ha hecho una gran conversación y no siempre, a profundidad y bajo un análisis real de sus consecuencias. En especial, cuando la cultura pop reaccionó creando no sólo un movimiento masivo sino, otorgando visibilidad a escándalos de figuras reconocidas de considerable trascendencia. Pero mientras el debate acerca de la importancia, peso y poder de hombres — y en algunos casos mujeres — de relevancia en varios ámbitos y cómo eso podría afectar la percepción sobre su culpabilidad se hacía el centro de la controversia, la verdadera cuestión sobre el tema pareció volverse abstracta y sin mayor sustancia.

¿Qué provoca que una sociedad asuma el acoso, la violación, el maltrato y el asesinato de mujeres solo por serlo sea normalizado? ¿Qué provoca la percepción que la figura femenina se encuentra en mayor riesgo de sufrir no situaciones de violencia extrema? ¿Cómo puede puede profundizarse acerca de una circunstancia histórica que pone a la mujer como centro de una cierta idea de vulnerabilidad? En realidad, hay una reflexión que parece haber quedado fuera de todo el discurso que otorgó importancia y poder acerca de la presión que sufre la figura de lo femenino en diversas culturas y épocas. ¿Qué hace que una mujer sea una víctima y además, se le señale por serlo?

El libro On Violence and On Violence Against Women de Jacqueline Rose, es un meditado recorrido hacia una forma específica de analizar la cultura que condena a la mujer a sufrir la violencia. Pero la escritora, que ha dedicado buena parte de su obra a meditar de forma accesible, coherente y en especial, sensible sobre temas como el psicoanálisis, maternidad, el miedo a la soledad, la angustia existencial de finales de siglo, el culto a la celebridad e incluso, la búsqueda de una conclusión consistente acerca de los orígenes de la mujer víctima, convierte al libro en un diálogo que abre la puerta hacia la mirada insistente sobre lo femenino en el ámbito histórico y social.

Y no lo hace, a través de debates, ensayos o estadísticas, sino a través de un recorrido de considerable interés a través de un sutil entramado intelectual. Para Rose, no se trata del hecho que la figura de la mujer haya sido considerada secundaria, infravalorada y también, minimizada a través de la historia. El punto que plantea On Violence and On Violence Against Women, es cómo puede lograrse una reconstrucción de esa percepción sobre un género sometido al poder del otro y en especial, uno que debe lidiar con la concepción que se ha sostenido sobre lo que le define. ¿Qué es una mujer? ¿quién es una mujer en una época de debates sobre percepciones no binarias acerca del sexo? ¿por qué la identidad femenina se asocia con tanta frecuencia y con tanta insistencia a la concepción del temor y la vulnerabilidad?

No se trata de un trayecto sencillo y Rose no lo recorre con fórmulas habituales. De hecho, la primera anécdota que relata el libro es una por completo inesperada. E involucra a Marcel Proust y a su padre, Adrien. Se trata de una forma por completo inesperada para hablar sobre el tema del abuso y la violencia y de hecho, Rose tiene la audacia de no dar explicaciones inmediatas sobre por qué relatar una anécdota de la familia Proust es de considerable importancia para el resto del libro. Pero lo hace con una agilidad que sorprende y en especial, se agradece.

De pronto, de narrar como el padre del afamado escritor fue el pionero del uso de reglas sanitarias básicas para combatir enfermedades infecciosas, Rose comienza también a desmenuzar la forma en que el científico estaba convencido que toda infección comienza por el descuido de ciertas precauciones. “El doctor Proust pensó y no sin razón, que toda infección, toda posibilidad de enfermedad comenzaba por pasar por alto algunas de las condiciones que la hacían no sólo posible, sino también preocupante” escribe Rose. De hecho, poco a poco, la escritora hilvana la idea entre la concepción de la enfermedad como una amenaza con el hecho, de la violencia como mal endémico, una comparación que se ha hecho por décadas pero en la que Rose profundiza con ingeniosos paralelismos. “El epidemiólogo era un hombre que se jactaba de lo bien que se lavaba las manos. Lo hacía, después de haber comprobado lo que podía ocurrir de no hacerlo.

Pero más de una vez, confesó a su hijo que al hacerlo, sentía el riesgo inminente, persistente y en especial, latente sobre la posibilidad de enfermar. Proust se lavaba las manos porque creía era el límite entre lo que podía hacer para evitar enfermar y lo que podría ocurrirle de solo, decidir no hacerlo. La porosidad de los límites entre el yo y el otro, tanto como placer como como peligro”, explica Rose. Y es entonces, cuando la crítica y escritora empalma la idea central de su libro con algo más elaborado. “La misma forma que el doctor Proust, buena parte de la cultura de nuestro siglo sabe el peligro de la violencia, cómo detenerla, cómo evitar se convierta en algo más duro de afrontar. Sólo que no lo hace”.

Se trata, sin duda, de una hipótesis audaz pero Rose la abarca con elegancia. Para la escritora, no se trata de feminismo, una proclama política o un punto de vista, sino de un riesgo. Uno considerable. La concepción de la violencia contra la mujer, está unida y sostenida por algo más poderoso. Algo que además, elabora una concepción sobre lo que la cultura puede reflexionar y no lo hace, con respecto a las implicaciones de una mirada complaciente sobre la agresión de la mujer. De hecho, llegado a cierto punto la comparación con la teoría de Proust Padre sobre las enfermedades y el límite del riesgo de contraerlas — que podría parecer un efectismo artificioso — se convierte en algo más complejo, más duro y extraño.

Para Rose, el hecho de la violencia contra la mujer es una “enfermedad intelectual” que atraviesa no sólo siglos de complacencia, normalización y permanecer oculta bajo la idea de ciertas percepciones sobre el género, sino que llega a un siguiente nivel, más profundo y extraño. La escritora logra extrapolar la concepción de lo infeccioso con algo más duro de asumir. “Cuando la violencia se hace corriente es por completo imposible asumir o sostener cualquier argumento para contrarrestrarla, como no sea la de su eliminación” pondera Rose. “Pero ¿qué ocurre cuando esa distancia entre lo que puede o no ocurrir, se justifica, se suaviza o se abre al debate?” Para entonces, el libro comienza a apuntar hacia la dirección que desea mostrar: ¿Hasta que punto nuestra sociedad asume que el acoso, maltrato, violación y abuso sobre la mujer sólo ocurrirá? La escritora hace además, una reflexión aun más dura, al vincular la necesidad de la cultura de disimular los estragos de la violencia de género, con la censura y la estigmatización de los movimientos que se oponen a ellas.

“Tal y como diría Proust, no es sólo el acto de lavarse las manos lo que evitaba la infección, sino comprender que de ese único acto dependía su vida”. On Violence and On Violence Against Women profundiza en la mirada de la violencia como un hecho que deforma la psiquis colectiva y explora la perturbadora noción sobre como ha formado parte de la historia en cientos de formas distintas. “Zeus violando sistemáticamente a mujeres como un patrón arquetípico” comienza uno de los pasajes más demoledores del libro. “La idea del rapto para disimular la violencia sexual en textos clásicos deja muy claro que para la cultura occidental, violar es un subterfugio de poder. También es un recorrido por la reflexión colectiva sobre las formas en que esa violencia puede ser o no aceptaba, mostrada, sostenida y concebida como parte de un comportamiento general”.

Al final, para Rose la violencia no es otra cosa que una coincidencia de situaciones cada vez más complicadas de comprender. Porque al final la agresividad de un género contra otro, no es sólo una infección que se transmite de generación en generación, sino un patrón que de hecho define al comportamiento masculino. Para la autora, la violencia no sólo se manifiesta como una dolorosa percepción sobre una “epidemia a la sombra” del miedo y del tiempo que se entrecruza para mostrar un reflejo sobre el comportamiento en siglos de la idea que lo viril se relaciona con la agresividad, sino que lo femenino es parte del miedo, la aceptación de cierta sumisión. La escritora analiza la agresión no como algo aislado o que pueda comprenderse como un comportamiento único, sino que también se vincula hacia algo general. “En todas las épocas, la violencia fue aceptada. Ahora el rechazo a todas las formas en que se manifiesta, es visto como una anomalía, una excepción, como algo que resiente una sociedad convencida que la posibilidad de la agresión como convalidado y justificado a través de la historia”.

Pero Rose va más allá: su análisis (que además, abarca incluso las recientes consecuencias de la pandemia y la cuarentena), percibe y analiza la violencia como una enfermedad “que además, prospera dentro de otras”. Se trata quizás, de la primera investigación que pondera los efectos del enclaustramiento y el confinamiento, como elementos que aumentan la posibilidad de la violencia de la mujer. Rose utiliza de nuevo la figura de Proust padre para analizar el hecho de la violencia que se enlaza y se sostiene sobre algo más duro. Una consideración considerable, permanente, atroz y dolorosa sobre el hecho de la identidad del hombre y la mujer. “La violencia está, es parte de algo más grande, se sostiene como algo más doloroso, se hace más angustioso y persistente, se moldea como una mirada sobre lo que hace que el género, pueda ser un sinónimo de vulnerabilidad. Rose se cuestiona una y otra vez, sobre el hecho que la pandemia creó las condiciones para que la “epidemia de la violencia fuera más angustiosa” porque ahora, está relacionada la violencia se arraiga en situaciones límites. “La mujer tiene todas las de perder cuando la violencia se arraiga primero en la mente” escribe Rose y luego profundiza en el problema básico. “La violencia contra la mujer, ya era una epidemia silenciosa tres o cuatro siglos atrás. La gran percepción de la agresión contra el individuo como demostración de poder fue durante toda la historia, una forma admisible de relación. El rechazo que se muestra en la actualidad sobre cómo actuar o cómo detener un comportamiento semejante, es parte de lo que se asume es considerado válido. Válido golpear, violar, maltratar. Cuando algo se opone a esa validez, la extensión del problema se hace más obvia”.

Rose va más allá: en el tercer capítulo del libro muestra la fotografía del día en que el por entonces presidente Donald Trump firmó una orden ejecutiva que prohibía la financiación estadounidense a cualquier grupo pro aborto en el mundo. La imagen, que muestra la oficina oval y todos los involucrados en la decisión, es levemente inquietante. Todos son hombres, en traje ejecutivo, con aspecto aburrido. “Mientras toman la decisión definitiva en la vida de millones de mujeres alrededor del mundo” escribe Rose “parecen no comprender que abren la puerta a abortos clandestinos, a especulación de productos médicos de mala calidad, a mercados negros”. La epidemia de la violencia llega a otro extremo, se hace más temible y angustiosa. “No se trata de lo que Trump haya firmado, lo que haya decidido o en todo caso, haya tomado como ejemplo” explica “sino como esa percepción que puede decidir sobre la vida de una mujer sin que haya consecuencias”. Y de hecho, Rose llega a un punto álgido: Trump tomó la decisión por motivos políticos, motivos que además, tenían una relación directa y preocupante con la concepción que la mujer puede y de hecho, recibirá violencia antes o después.

On Violence and On Violence Against Women analiza de hecho, cientos de puntos semejantes. Las elaboradas versiones del maltrato con el comportamiento habitual. Mujeres que son vejadas, insultadas, minimizadas, menospreciadas, convertidas en objeto de desprecio, deseo o adoración sexual. Mujeres que son utilizadas como cuerpos objetos, la percepción del sexo de la mujer como una forma de límite doloroso. De hecho, el libro recorre todo tipo de situaciones en que la mujer es la víctima. Desde el ataque despiadado a Rosa Luxemburg, la forma en que Hannah Arendt fue vilipendiada y atacada por exponer una versión sobre el horror que contradecía la versión “masculina y oficial de la historia”, hasta las vidas atroces de Toni Morrison, que terminó por convertirse en escritora como víctima de la violencia.

Por extraño que parezca, Rose también incluye a Sigmund Freud, que incluso achacó a la mujer un tipo de dependencia psicológica acerca del hombre que hace incluso que sus temores más íntimos sean analizados a través de los genitales masculinos. En una poco corriente alusión, Rose analiza la figura de Marilyn Monroe, bajo la condición de haber sido violentada no sólo de forma directa — fue víctima de una violación siendo una adolescente — sino además “manufacturada, reconstruida y elaborada para ser una forma de deseo sexual específicamente dedicada al imaginario colectivo”.

Al final, On Violence and On Violence Against Women es un recorrido angustioso no sólo hacia la violencia, sino las líneas que sostienen la violencia y como continúan creándose infinitas ramificaciones de la conducta social que avala, justifica y perdona el maltrato y el abuso contra la mujer. “Cada vez que una mujer debe explicar el por qué teme caminar por una calle solitaria o el motivo por el cual prefiere no subir a un ascensor con un desconocido, no toma precauciones. Analiza siglos de una conducta que sigue manteniéndose intacta y que hace resistencia a cualquier intento por destruirla. Hacer frente a la violencia del corazón y luchar contra la violencia en el mundo son inseparables”, escribe Rose. “Una responsabilidad radical sobre lo que tenemos, lo que esperamos y lo que podemos construir en el futuro”.

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Aglaia Berlutti

Bruja por nacimiento. Escritora por obsesión. Fotógrafa por pasión. Desobediente por afición. Escribo en @Hipertextual @ElEstimulo @ElNacionalweb @PopconCine