La redención y la expiación a la distancia de la ficción.

Cuando la escritura es un recorrido de la oscuridad a la luz. (Parte I)

Aglaia Berlutti
11 min readAug 31, 2020

El dolor — y las formas de expresarlo — son procesos misteriosos y personalísimos que rara vez, pueden ser categorizados bajo algún elemento concreto, ya sea artístico, intelectual o emocional. Hay la posibilidad (no muy clara y sin duda, poco concreta) que pueda comprenderse como una serie de fragmentos de información emocional que poco a poco se ordenan, como síntesis de algo mayor. Pero incluso, esa perspectiva resulta incómoda cuando pensamos en el hecho que el sufrimiento emocional, es sin duda, un lenguaje sin nombre y mutable, que procede de nuestra capacidad para sostener algo más elaborado. ¿De qué podría tratarse? Todavía no es muy claro, ni tampoco evidente. Lo que sí es bastante notorio, es que el arte es el vehículo por excelencia para ese lenguaje. O al menos, podría serlo.

En la serie May Destroy You protagonizada y escrita por Michaela Coel, el dolor lo es todo. Es una implosión de consecuencias incalculables pero invisibles, a la vez que una herida que no cura en la vida cotidiana, emocional y espiritual del personaje central. Arabella (el personaje de Coel) sufre un ataque sexual que no recuerda, pero a pesar de eso, el miedo y el trauma están allí, en la superficie y tan cercanos a la realidad de lo que vive día a día, que termina por sacudir los cimientos de su vida. Arabella es escritora, intenta poner en orden lo que está ocurriendo a cierto nivel inconsciente. ¿Lo logra? en realidad, la dolorísima y violenta experiencia es sólo un conjunto de sensaciones e impresiones físicas. De modo que necesita comprender su alcance, el poder de lo que construye y al final, la concepción de lo temible como una obra que pondera algo más misterioso que un mero proceso de curación.

La serie de Coel ha sido criticada y alabada a partes iguales por su manera cruda de tocar el tema del abuso sexual, pero también, porque en realidad, hay una línea muy final que separa la vida de Coel de lo que ocurre en pantalla: la activista, guionista y ganadora del premio BAFTA, también es sobreviviente una agresión sexual y de la misma manera que su personaje, enfrentó el hecho de la violación como una experiencia que debió expresar en un código íntimo, brutal y al final, conmovedor. Es evidente que May Destroy You es parte del proceso y de hecho, la historia en la pantalla chica es un tránsito de peculiar potencia, sobre la forma en que una víctima puede procesar lo temible de un acto de brutalidad incalculable. Arabella fue violada y esa conexión entre la violencia física y sus secuelas psicológicas, se sostienen como un dialogo no sólo con el espectador, sino también, con quienes asimilan la concepción de algo más profundo en la necesidad de sanar.

Por supuesto, el testimonio de Coel — entre líneas y confundido en medio del contexto de lo ficticio — llega en el momento adecuado: la interpretación sobre el consentimiento, el sexo y la noción de la agresión sexual cambiaron para siempre luego de la repercusión cultural del movimiento #MeToo y quizás, lo que hace que la serie — y el guion de la escritora — sea el reflejo más claro de esa definitiva transformación. Con su aire desenfadado, provocador, pero sobre todo, su mirada compasiva acerca de la víctima y el contexto que le rodea, la nueva producción del canal por cable parece dispuesta a convertirse en un símbolo de la nueva sensibilidad contemporánea sobre la agresión sexual.

Pero más allá de eso, es la visión de Coel sobre la violencia sexual y eso queda en claro desde las primeras escenas de la serie, en la que la identificación del personaje y la autora es total. I May Destroy You, dejan claro que Arabella es tan semejante a Coel como para ser una versión suya, masificada y construida a través de la percepción de la escritura como una vertiente creativa. Desde una feliz relación con un hombre que la ama, un grupo de amigos afectuosos y una floreciente carrera como escritora, hasta una completa y saludable independencia sexual. El guion de la serie escrito por Coel está muy interesado en dejar claro que esta mujer fuerte, independiente y feliz, tiene un futuro radiante por delante. O al menos, uno que deberá afrontar desde ese optimismo pragmático de una generación que asume su identidad a partir de sus logros intangibles.

Por supuesto, se trata de una premisa conocida, con un golpe de efecto previsible: muy pronto, Coel se encuentra en la dolorosa posición de cuestionar no sólo las decisiones que toma sobre su cuerpo, sino también, la manera en que una tragedia invisible puede devastar lugares de su mente, que hasta ahora, le habían resultado desconocidas. A medida que avanza la historia, la mujer fuerte y firme a la que Coel brinda rostro, se encontrará frente a un hecho que la supera. Una ruptura inevitable, angustiosa y definitiva que la arrojará a las sombras de lo que hasta entonces fue su modo de comprender su historia. Sobrepasada por la violencia que no recuerda pero que de una u otra forma, dejó cicatrices indelebles en su vida, Arabella deberá comenzar a recorrer un durísimo trayecto hacia posibilidad de curar una profunda herida, que amenaza con destruir todo los elementos que sostienen su vida y esperanzas.

La violación y el consentimiento son temas frecuentes en la televisión actual y de hecho, la propuesta de Coel no intenta agregar nada novedoso a la idea sobre un tipo de violencia difícil de explicar y mucho menos, de mostrar. No obstante, la guionista toma la acertada decisión de construir un recorrido incómodo por la pérdida del control y los dolores inclasificables que las víctimas deben afrontar, en medio de una percepción sobre la violencia sexual que aun está sujeta al cuestionamiento inevitable sobre la conducta y la moral. Arabella es una mujer que dejó de reconocerse y más allá de eso, transita por un territorio hostil en el que su cuerpo y su mente son espacios sometidos al miedo. Los delicados matices sobre el miedo que Coel incorpora a la narración, no sólo sostienen un diálogo fluido y audaz sobre la cuestión del consentimiento, sino que ponen en tela de juicio la forma en que la víctima puede comprender o juzgar la agresión que sufrió.

I May Destroy You transcurre en la cosmopolita Londres, pero podría ocurrir en cualquier lugar del mundo. Para Coel, lo realmente importante de la trama es la forma en que Arabella debe lidiar con el peso cultural de la culpa, una herida que además, hace más duro el trayecto hacia comprender a cabalidad lo que ha vivido. Frente a un plato de comida que le lleva esfuerzos terminar, con una herida que no puede explicar, intenta responder las preguntas de una de sus amigas y de pronto, es notorio que el personaje se enfrenta a la irrealidad de un suceso que le sobrepasa, le golpea y le deja sin las armas para sostener una percepción sobre el peligro, el dolor y la amenaza. La cámara sigue al personaje a través de la ciudad y la imagen parece moverse de un lado a otro, hacerse incómoda, angustiosa. Un vértigo inquietante que Arabella no logra superar, aturdida y sin fuerzas.

Michaela Coel crea una versión sobre la violencia sexual, el consentimiento y la supervivencia de la víctima, que se aleja de los estereotipos habituales. Y lo hace, porque Arabella no es sólo una mujer que sufre, sino una que descubre que los límites del miedo son mucho más borrosos y temibles de lo que jamás imaginó. Con pequeñas escenas coloridas, llenas de una vitalidad casi abrumadora, el personaje comienza un recorrido imprevisible hacia la concepción de la violación — o la posibilidad de una — mucho más profunda de la que pudo haber supuesto, algo que el argumento deja claro casi de inmediato. Y es el hecho de perder el control sobre un punto de enorme importancia en su vida, lo que convierte a la agresión en una herida sobre otra y también, en una mirada nueva acerca de la naturaleza del abuso y la sexualidad.

Como ícono del movimiento #MeToo, Coel sabe ordenar las piezas de información con la suficiente inteligencia como para que sea la víctima y no la agresión como hecho, el centro de la acción. Y mientras otras series intentan mostrar las agresiones sexuales desde un punto de vista poco sutil e incluso, doloroso, I May Destroy You toma la acertada decisión de no mirar a otra cosa que al que la sufre. Quizás el mayor logro inmediato de I May Destroy You sea cómo el argumento se enfoca con inteligencia en la forma en que su protagonista, maneja la esperanza y miedo. También, hay una sutil evolución sobre la percepción del romance, la sexualidad femenina y la búsqueda del placer de la mujer, todo bajo el complicado empaque de una mirada hacia una idea novedosa sobre el poder sobre el cuerpo y la capacidad para decidir.

Arabella deberá enfrentarse a la naturaleza de la agresión sexual y no sólo, como una experiencia traumatica, sino a partir de la forma en que cambia su vida para siempre. Coel establece así paralelismos inevitables con su propia vida: en el 2018, la escritora reveló durante el Festival Internacional de Televisión de Edimburgo que fue agredida sexualmente mientras escribía su ya conocida serie “Chewing Gum” y puntualizó que la experiencia fue un “cambio de vida”. Lo mismo podría decirse ocurre con Arabella, que debe luchar contra la tragedia íntima que le sacude con la percepción simple que no tiene otro remedio. Y es quizás esa sinceridad casi ingenua, lo que hace de su personaje — y su historia — una propuesta formidable sobre un tema del que aún hay mucho que decir y cuestionar.

¿Es May Destroy You una serie testimonial por el mero hecho que Coel fue violada en condiciones semejantes a su personaje? La respuesta podría ser obvia, aunque no lo es tanto, cuando se analiza la concepción de la violencia como un acto absoluto que además, se extiende en todas direcciones a través de un tránsito intelectual y moral hacia la disolución. Coel describió, puntualizó y mostró su dolor. La serie es un hecho ficticio. Pero refleja un hecho real como una narración alterna sobre lo que una violación puede ser y atravesar hacia algo más elemental: una experiencia transmutada a través del vehículo del arte. ¿Qué hay más allá? Sin duda, una concepción sobre cómo la literatura — y otros medios artísticos — pueden ser un camino hacia la sanación y la curación.

Curar, sanar, liberar:

La escritura es una forma de terapia que se basa en la capacidad de ordenar las emociones bajo un método que permita sanar, al nombrar, clasificar y sostener la concepción sobre lo que nos ocurre — y sufrimos — como un hecho profundamente significativo y multisensorial. La relación entre la escritura y la curación psiquiátrica fue analizada por primera vez a finales de la década de 1980l por el profesor y en doctor en psicología James Pennebaker, cuyos estudios formales, demostraron que escribir — y ficcionar — un trauma emocional puede permitir no sólo un tipo de curación más poderoso, sino uno los suficientemente profundo, como para permitir a la víctima, encontrar diferentes dimensiones sobre la experiencia que padeció.

Las teorías de Pennebaker coincide con varios de los éxitos de la cultura pop más recientes: Deborah Feldman, autora de Unorthodox (origen de la serie del mismo nombre de Netflix), usó la escritura como medio para lidiar con los dolores de una infancia traumática, signada por la exclusión y la alineación a un dogma religioso restrictivo. En su libro, no sólo narró con detalles hechos de índole personalísimo, sino que los llevó a una nueva dimensión sobre cómo se percibía a sí misma en medio de una batalla silenciosa acerca de su identidad. Para Feldman escribir fue un acto de expiación moral que a la vez, le permitió reconciliarse con su pasado y quizás, brindar un lugar en su futuro a la mujer judía que fue y que en cierta forma, aun es.

Feldman reflexiona sobre la forma en que las nociones religiosas se convierten en una forma elaborada y estructurada para aplastar no sólo la individualidad, sino también para crear las condiciones adecuadas que provoquen la deshumanización de sus miembros femeninos. El libro de la autora analiza con cuidado y paciencia los rituales que rodean a la vida jasídica y los contextualiza lo suficiente, como para permitir reflexionar sobre la carga filosófica y religiosa que se imprime a las restricciones y al menosprecio que las mujeres sufren por el mero hecho de su género. Para Feldman, condenada a un matrimonio forzado y a convivir en una comunidad en la que las mujeres y los hombres están separados por un sinnúmero de creencias arraigadas en una idea retorcida sobre la fe, la escritura es el hilo que parece sostener el recorrido del argumento a través de todas las vicisitudes y circunstancias que el personaje deberá enfrentar para escapar del futuro planificado en su nombre y sin su consentimiento y también, la inquietante percepción de la mujer infantilizada bajo el puño de un poder basado en una herencia dogmática que no reconoce su individualidad y mucho menos, su necesidad de independencia.

Con su tono oscuro y biográfico, Feldman es respetuosa en la forma de mostrar las creencias, lo que sugiere que la escritura es un recorrido hacia sus raíces y una forma de perdón personalísima, antes que una crítica. A pesar de mostrar sin cortapisas y con una crudeza intencionada lo que ocurre detrás de las puertas cerradas de sectas tradicionalistas o de fuerte ingrediente ortodoxo, Unorthodox no juzga a la posibilidad de la fe, sino a la interpretación de su construcción moral y en especial, la manera como el peso de las tradiciones oculta una versión sobre la lealtad religiosa que raya en el fanatismo. Buena parte del libro detalla de forma minuciosa y casi abrumadora, la forma en que la vida de Feldman es observada con ojo minucioso y frío, no sólo por sus parientes sino por la comunidad que le rodea. desde la inspección casi médica de su apariencia personal, su cuerpo e incluso su libertad de movimiento hasta la manera en que los creyentes intenta reglar hasta la última posibilidad de expresión del personaje bajo cualquier ámbito. Convertida en un objeto de posesión del ámbito religioso, Feldman debe enfrentar el hecho que su vida carece de sentido o incluso dirección sin la anuencia de la comunidad a la que pertenece y la imposibilidad de escape. Poco a poco, la serie reflexiona sobre la tramposa dependencia emocional, física y mental que la religión desarrolla alrededor de Feldman y que le convierte de una manera u otra, en rehén de la fe de su familia y de la tradición a la que pertenece.

En su mezcla de tonos sombríos y brillantes, Unorthodox es una ponderada reflexión sobre el compromiso, sobre el «hacer lo correcto» en un ámbito árido, hostil y roto. Una versión sobre el amor, la herencia y la tradición como piedra de sustento a la versión más privada que nos define y lo que resulta más duro de asimilar, el rostro que se muestra como parte de una idea conjuntiva de nuestra identidad. El reconocimiento de Feldman de la escritura como toda una concepción del poder y la belleza el arte como íntimo proceso de curación.

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Aglaia Berlutti
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Bruja por nacimiento. Escritora por obsesión. Fotógrafa por pasión. Desobediente por afición. Escribo en @Hipertextual @ElEstimulo @ElNacionalweb @PopconCine

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