La plácida belleza de la nostalgia.
El valor atemporal de Sensatez y Sentimiento de Ang Lee.
En la primera escena de la película Sensatez y Sentimiento (1995) dirigida por Ang Lee, los tonos pasteles y la iluminación cuidadosa brindan cierto aire pastoral e incluso deudora de las obras clásicas del pintor Luke Fildes a la vida corriente de sus personajes, sin apenas esfuerzo. El director no sólo muestra las peculiares condiciones sociales y culturales de la Londres victoriana, sino que también hace un recorrido emocional y profundamente sincero sobre la naturaleza femenina de la época. Todo en una única toma breve que muestra el ajetreo de lo doméstico, centro y núcleo de buena parte del argumento. Pero es esta primera gran secuencia en la que conocemos a las hermanas Dashwood y en la que podemos predecir su futura desgracia, la que marcará el tono y ritmo de la película. De la misma forma que la novela de Jane Austen en la que está basada, la adaptación recorre con ojo crítico y un poco melancólico lo que parece un escenario almibarado y es la combinación de ambas cosas, lo que hace que el brillo de la inmensa casa que las hermanas y la madre deberán abandonar, sea más crepuscular y doloroso que lo que podríamos suponer.
Ang Lee imprime una rara elegancia a un drama de época que de otra forma, podría haber resultado almibarado, melodramático o cursi. De hecho, lo es en varios de sus momentos más lacrimógenos, pero aún así, el pulso sofisticado del japonés logra crear una atmósfera delicada y exquisita que emula sin duda, la placidez pesarosa que imaginó Austen para la exclusión forzosa de sus personajes. Tal vez se trate de una combinación de extraordinarios factores, lo que logra que una película es apariencia sencilla sea además una versión preciosista y meticulosa de una época a menudo caricaturizada, que no solamente logra plasmar el espíritu de la obra que pretenden reflejar de manera fidedigna y honesta, sino también un recorrido sentido por una serie de símbolos de enorme poder evocador. Cada escena, está llena de una pulcra recreación de espacios y lugares que guardan cierto aire pictórico. El director de fotografía Michael Coulter, después diría que pasó más de un año antes de comenzar la filmación, viajando de un lado a otro de Inglaterra, para comprar en subastas y ventas privadas, objetos domésticos de la época. Lo mismo con los trajes de las actrices, obra de bocetos y modelos originales cedidos por el Museo de Londres. Para el equipo de producción, era de considerable importancia la verosimilitud. “Es lo que Jane habría apreciado”, comentó a propósito de la promoción del film, la actriz y guionista Emma Thompson en una entrevista a Variety. “Jane Austen estaba obsesionada por contar historias realistas. Quisimos respetar ese impulso”.
Una mujer peculiar.
Jane Austen fue una escritora que venció los convencionalismos de su época, pero no sólo a través de su talento sino también gracias a la perspectiva crítica, socarrona y la mayoría de las veces, pesimistas sobre las historias de amor, el género central de la literatura en una época obsesionada con el amor galante. Y aunque la mayoría de sus libros son grandes romances que al final permiten la redención de sus personajes, también son profundas reflexiones sobre las desigualdades, los dolores y la angustia existencial que las mujeres de su época padecieron de una u otra forma.
De hecho, el argumento de Sense and Sensibility, podría parecer un melodrama sin demasiada profundidad, salvo por el inquietante detalle que se encuentra basada en una laguna legal que por casi doscientos años, condenó a las mujeres inglesas a un tipo de dependencia y y ostracismo legal de las que pocas pudieron escapar. Para el estamento legal inglés de las primeras décadas de 1800, la mujer dependía casi por completo del hombre, lo que tenía como consecuencia directa de la mayoría de las esposas e hijas tuvieran que atenerse a las decisiones familiares sobre su futuro. En la Inglaterra victoriana ninguna mujer podía ser propietaria a menos que ocurrieran especialísimas situaciones muy poco frecuentes, como testamentos en la que fuera la única beneficiaria. Las escasas herederas, viudas acaudaladas y solteras con abultadas dotes, eran minoría entre el considerable número de las mujeres que debían padecer menosprecio social y encontrarse atadas a matrimonio por interés social y de clases, que casi nunca incluían el amor o incluso una fácil convivencia. Peor aún, si ocurría la circunstancia que el marido muriera sin llegar a dejar por escrito sus últimas intenciones con respecto a las propiedades y el dinero que poseía en el matrimonio, lo más probable es que su esposa e hijas sobrevivientes terminarán en la pobreza. El hijo mayor tenía el derecho de heredar todo lo que pertenecía el padre, lo que provocaba que hermanas, madres, tías y familias nacidas de los muy poco frecuentes segundos matrimonios, debieran atenerse a la voluntad del heredero, que podía ser favorable o no al futuro de quiénes dependían de él.
Así que Sense and Sensibility es mucho más que una historia romántica con un final tópico. Es también, una denuncia solapada de las angustiosas condiciones de vida femeninas en una Inglaterra especialmente violenta con respecto a los derechos de las mujeres. Como diría Virginia Woolf casi 100 años después, Austen escribió obras de belleza idílica bajo las cuales palpitaba una profunda amargura. Una imagen inquietante que podría sugerir que Austen decidió mostrar lo mejor que supo, la vida de las mujeres que conocía, y quizás, la suya. Con su tono entre humorístico y dolorosamente honesto, la novela publicada en 1811 muestra con una pulcra llaneza la soledad, la angustia femenina y también el amor desde las condiciones de una cultura construida bajo la codicia.
¿Cómo podría Ang Lee combinar semejante discurso para crear una película creíble? Para comenzar tuvo inestimable apoyo de Emma Thompson como guionista. La actriz, una declarada fanática de Austen y del romance victoriano en general, escribió durante cinco años el guión, en un intento de captar el ingenio corrosivo, sutil y en ocasiones seco de la obra original. Thompson — actriz de teatro de larga data y por entonces esposa del director Kenneth Branagh — tenía un conocimiento más que profundo sobre la Inglaterra victoriana, que incorpora como un contexto delicado pero siempre de suma importancia en el discurso general de la película.
Una curiosa anécdota cuenta que cuando el guión de Thompson estuvo casi completo, un accidente informático borró el documento, lo que provocó que la actriz tuviera que reescribir partes enteras y acudir a la ayuda de su amigo Stephen Fry, para completar la obra. Sin duda, hay mucho del humor cínico y levemente cruel del actor, en este recorrido no sólo por la vida de las Dashwood sino también por una Inglaterra obsesionadas por la jerarquía, la posición social y el dinero. De Fry, la película seguramente heredó algunas escenas desenfadadas y el encantador zumbido chismoso que rodea a sus personajes secundarios, que siguen siendo una de las miradas más curiosas sobre una etapa histórica a la que suele considerarse fría, aséptica y profundamente dura. Y aunque la rigidez moral victoriana está presente, la película también tiene la suficiente libertad como para permitir a sus personajes vivir una vida cotidiana llena de naturalidad y una conmovedora sencillez. Desde las escenas postales de las hermanas Dashwood cosiendo, tejiendo o sólo haciéndose compañía unas a otras, hasta las tímidas conversaciones entre los personajes que les rodean, el film es una mezcla de cierto aire plácido con una intimidad fluida, que rodea y sostiene a la historia con exquisita elegancia.
Thompson muestra su habilidad para crear escenarios llenos de vitalidad pero sobre todo, reconocibles a pesar de los siglos de distancia. Bajo el cristal de la guionista, la historia de Austen toma un aire moderno sin perder su esencia. Incluso la distante hermana sensata Elinor — personaje que la actriz se reservó para sí misma y por lo cual recibió algunas críticas por considerarla muy mayor para interpretar a la hermana sensata de la novela — cobra vida como una mujer contenida y frágil que a pesar de su compostura y severidad, siempre parece muy cerca de las lágrimas o de un estallido emocional, tan natural como su sonrisa apretada y sus miradas incómodas y tímidas.
Pero además de eso, Thompson toma la inteligente decisión de transformar a sus personajes en un cuidadoso estudio sobre la clase, la cultura y las relaciones de poder en una Inglaterra que muchas veces se suele romantizar en medio de festones y la idílica postal de belleza que la cultura victoriana legó para la historia. Thompson — reconocida activista feminista —asume el origen invisible de la novela y lleva su trasfondo a una nueva dimensión. Las hermanas Dashwood no son estereotipos vagos sobre las mujeres de su época: en el guión, el trío de mujeres toma vida y se llenan de una simbología especifica sobre el poder, la dignidad y una digna estampa del sufrimiento. Completa el cuadro, la figura de la madre convertida en una presencia reconfortante y también, en una mirada inteligente sobre las viejas tradiciones y estilos de vida.
De la misma forma, Thompson decidió que sus personajes masculinos serían más que caballeros en busca de damiselas en desgracias: el Edward Ferrars interpretado por Hugh Grant es el héroe indeciso de la novela y a la vez, un hombre compasivo, divertido y torpe que sostiene al argumento del amor tímido con una gracia natural que se agradece. Lo mismo podría decirse del Coronel Brandon interpretado por el actor Alan Rickman, que emerge de las páginas del libro como un héroe crepuscular lleno de melancolía y un fino sentido del humor.
A la distancia y en especial, luego del impacto de Downton Abbey (Julian Fellowes) en la cultura popular, las situaciones el humor sarcástico levemente edulcorado del guión de Thompson pueden tener un aire anacrónico. No obstante, no lo es tanto, cuando se analiza Sensatez y Sentimientos como un film capaz de entablar diálogos coherentes y astutos acerca de la naturaleza de lo romántico en una época pragmática y también, la forma en que se concebía la pasión, el interés social e incluso, el simple desencanto. Animada por la potencia de Kate Winslet como Marianne y su amor desventurado por el Willoughby de Greg Wise, el argumento es una elocuente mirada a la forma en que el romance, la necesidad de compañía y la soledad se analizaban en una época en especial cruel con quienes no calzaban en el estereotipo social. De modo que mientras Edward está atado a un compromiso misterioso pactado en un momento de superficial enamoramiento, el coronel Brandon sufre los rigores del amor y la indiferencia con un estoicismo tan dulce como arrobador. También el maravilloso Mister Palmer de Hugh Laurie — incómodo, hastiado pero profundamente noble — es un matiz extraordinario de la forma en que Thompson logró reversionar a los personajes originales en criaturas vibrantes no sólo de vida sino de significado.
Incluso, la insoportable Fanny Dashwood - interpretada por una maravillosa Harriet Walter — es una villana llena de pequeñas luces y sombras. A pesar de su codicia, su desagradable oportunismo y sobre todo su repugnante obsesión por las connotaciones sociales de las relaciones a su alrededor, termina siendo simplemente la representación más vivida de una sociedad machacona, la mayoría de las veces tediosa y cristalizada bajo términos sociales no demasiado claros. Fanny, que convence a su esposo John para expulsar a las Dashwwod de lo que podría corresponderle por derecho, es el reflejo de un tipo de malignidad vulgar que termina por ser absorbida por la connotación más idílica del amor.
Porque al final Sensatez y Sentimiento es una película romántica, una comedia de situaciones inteligente y bien construida que tiene algo de las célebres sitcom de los años ‘50 de factoría inglesa, de la que quizás hereda esa libertad para reírse de sí misma y caricaturizar sus aspectos más evidentes. Aun en sus momentos más duros, la ternura de Marianne, el estoico silencio de Elinor y y la traviesa ternura de Margaret (Emilie François) deben luchar contra un enemigo más viejo y despiadado que cualquier otro: la cultura que le minimiza y les obliga a confinarse en un espacio diminuto, en el que deben contener no solamente sus emociones sino, su talento. Thompson no pierde oportunidad de mostrar las capacidades de las Dashwwod, su alegría de vivir y su profunda capacidad para el amor. Más allá de los estereotipos los personajes de Thompson brillan con heroica profundidad en medio de lo que podría ser una versión romántica e sustancial sobre una novela que es mucho más de lo que parece. Para la guionista el reto de dotar de personalidad y construir situaciones verosímiles basadas en una novela creada y construida para la denuncia mínima, permite que la película tenga una curiosa trascendencia y además un discurso propio que recorre todos los aspectos sobre esa gran versión de la realidad que puede mostrar las relaciones amorosas el desencanto y el humor.
Hay una multitud de escenas que, mezcladas entre sí, tienen una profunda capacidad para reflexionar sobre la naturaleza de las convicciones, la lealtad y la moral con pequeños guiños universales de sorprendente eficacia. Los paseos y el amor arrobado entre Marianne y Willoughby, permiten analizar la frescura del amor primaveral en contraposición a las largas miradas y las pequeñas frases ingeniosas que comparten Elinor y Edward. Al final, ambas parejas serán los vértices de una estructura cuidadosamente diseñada para meditar sobre la universalidad de los sentimientos y a lo que conferimos importancia en la íntima dulzura del arrebato romántico. El amor ardoroso, impulsivo e incontrolable de Marianne, los silencios agobiados de Elinor, la mirada certera y amable de la madre — interpretada por la escocesa Phyllida Law, la verdadera madre de la actriz Emma Thompson — crean una atmósfera de delicadísimo equilibrio que funciona con el preciso equilibrio de un mecanismo de reloj. Tal pareciera que la intuición de Ang Lee para mostrar la belleza en frágiles ángulos y en cuidadosos juegos de luz, en contraposición a un argumento efervescente con algunos toques de oscuridad bien concebidos, dotan a Sensatez y Sentimientos, de una elegancia inesperada. Hay un trasfondo elocuente en la manera en que la dirección y el guión funcionan con una singular cohesión. Al final incluso sus momentos más cursis y azucarados, resplandecen de buen gusto y solidez.
De modo que sensatez y sensibilidad es mucho más que una de las grandes adaptaciones de nuestra época, es también la demostración que la estructura tradicional de la novela romántica puede ser mucho más que un final feliz aderezado de situaciones inverosímiles y agradables. Incluso en esa salvedad, la película parece guardar un pequeño secreto. Luego de conocerse en el set de filmación Greg Wise y Emma Thompson comenzaron un romance que culminó en matrimonio y convirtió a la pareja en padres dos años después. De de la misma manera que Elinor, Emma Thompson — de quien se rumoreaba sufría un matrimonio desgraciado en compañía de Branangh — no sólo encontró el amor, sino también un tipo de poder lo suficientemente considerable y significativo como para llevarle recorrer el Camino del éxito. Liberada de la tristeza y con Oscar entre las manos a la mejor guionista, Emma Thompson podría demostrar que los finales felices — improbables y en ocasiones del todo ilógicos — pueden existir. Quizás el mayor homenaje que llena Austen quisiera haber recibido.