La muerte y otros dolores:

El matrimonio fantasma y otros ritos mortuorios de paso.

Aglaia Berlutti
12 min readOct 29, 2019

La novia sonríe con la mano extendida hacia el vacío, mientras un grupo de testigos, observan su figura solitaria en medio del salón. El silencio se extiende, hasta que finalmente ella suspira, inclina la cabeza y se echa sobre el cabello el velo que le cubría el rostro. Según numerosas tradiciones alrededor del mundo, la escena anterior forma parte de una de las tradiciones más extrañas del mundo y sin duda, una de las más inquietantes: La boda póstuma.

Según una vieja costumbre Alemana, una mujer que muere antes contraer matrimonio, será parte de la familia de su futuro esposo en el futuro. Lo mismo ocurre con Dinamarca y en Polonia. De hecho, las llamadas bodas muertas, continúan celebrándose en algunos pueblos remotos: Un matrimonio simbólico que une en la muerte lo que el amor no pudo en vida.

Por supuesto, no se trata de un fenómeno común ni tampoco uno que en la actualidad tenga real validez, pero en algunas sociedades, la costumbre fue parte de antiguas creencias sobre la permanencia de la memoria, la noción sobre el amor más allá de la muerte e incluso, la supervivencia del espíritu humano después de la muerte. El matrimonio que se lleva a cabo cuando uno o ambos miembros de la pareja murieron, es una práctica común en regiones de China (en la que las novias o novios vivos deben prometer además, fidelidad espiritual al difunto mediante un elaborado ritual), Japón, Sudán e incluso en países occidentales como Francia y EEUU, en donde al menos hay una docena de casos documentados de uniones matrimoniales legales entre parejas en la que uno de los miembros había fallecido al momento del enlace. La mayoría de las ocasiones, se trata de un ritual simbólico, pero en otras, de una complicada red de creencias que se entrecruzan entre sí para construir una versión sobre la muerte y el amor por completo nueva. Para sectas, grupos religiosos e incluso, pueblos enteros el hecho de la desaparición física de uno de los conjugues, no es en absoluto un impedimento para celebrar el vinculo emocional que les unía y que sobrevive de un modo u otro a la muerte.

Los matices procesales y legales varían de país en país, pero lo que está muy claro, es que la mayoría de las ocasiones en que un enlace semejante se lleva a cabo, se trata de un ritual de paso que además, permite a los deudos — y al miembro sobreviviente de la pareja — atravesar de una manera más saludable los rigores del duelo. En otros casos, se trata de una forma de asegurar la estabilidad legal y económica de la pareja o incluso, conservar títulos y vínculos de importancia cultural dentro de círculos sociales muy específicos. Cual sea el caso, el matrimonio póstumo es también una forma de asimilar a la muerte como parte de tradiciones que asumen la figura y la identidad del difunto como parte funcional de la familia o el grupo al que perteneció. Un recorrido por la incertidumbre acerca de lo que ocurre después de la muerte que toma la forma de un intrigante ritual de paso.

China, cuando el amor y la muerte son una misma cosa.

La concepción de la muerte en China no ha variado demasiado a través de los siglos: la cultura considera que se trata de un paso natural dentro del ciclo de la vida y que además, puede enfrentarse con diversos medios, que incluyen simbolismo asociado al luto que de una u otra forma, conserva la memoria del difunto. Tampoco el concepto del amor y el matrimonio ha variado mucho: todavía se sigue considerando que la familia — y el respeto a los padres — es el pilar fundamental de toda relación, por lo que los solteros deben someterse a la autoridad paterna incluso cuando ya han rebasado con holgura la mayoría de edad legal. Y sólo abandonan la casa familiar para ocupar la suya propia, en un ritual extravagante que contienen cientos de años de percepción del matrimonio como sostén de la memoria colectivo.

Para la mujer es incluso más grave: en China se considera imprescindible que contraiga matrimonio antes de los treinta años y de no hacerlo, se le considera “sobrante”, un término despectivo que define una situación legal incómoda en que la mayoría de las solteras son rechazadas e incluso segregadas legalmente frente al todopoderoso Estado. En 1978, la ley del hijo único además convirtió al matrimonio en un acuerdo legal con restricciones básicas, que incluía además, un tema que nadie hasta entonces había contemplado: un estudio del año 2011 demostró que la proporción entre niñas y niños nacidos, se inclinaba de manera considerable hacia el sexo masculino. ¿El resultado? Una generación de solteros que además, debía cumplir una buena cantidad de deberes morales, culturales y sociales.

A todo el anterior panorama, debe agregarse la costumbre China que insiste que los hijos mayores deben casarse antes que cualquiera de sus hermanos, lo que hace que la presión sobre el hombre se multiplique a medida que el tiempo transcurre sin que haya una candidata a la vista. Ahora bien, el problema se hace más complejo cuando el hermano más viejo muere sin haber contraído matrimonio o haberse prometido. Y es entonces, cuando los viejos rituales chinos sobre la muerte, vienen a sobrellevar lo que podría ser una complicada situación cultural que compromete incluso el lugar que ocupa la familia en una sociedad claustrofóbica y restrictiva: el llamado matrimonio fantasma es una costumbre que asegura que el difunto hermano, pueda no sólo contraer matrimonio sino permitir tanto a la “novia” (que puede ser una mujer con la que no tuvo vínculos durante su vida) beneficiarse con su nuevo estatus social.

La costumbre es especialmente popular entre los chinos de Taiwán y Singapur, en donde se llevan a cabo matrimonios de fantasmas, para evitar el ostracismo social y sobre todo, la posibilidad que la familia del difunto pueda enfrentar consecuencias culturales y sociales debido a la muerte prematura del hijo mayor. Según la creencias taoistas en que las que se basa el ritual, toda la ceremonia tiene por objetivo aplacar espíritus inquietos y sobre todo, el inevitable resentimientos de los muertos sobre los vivos. Sin embargo, hay una concepción más práctica sobre el tema: la mayoría de las herencias están relacionadas directamente con el matrimonio del hijo mayor de la familia, por lo que el matrimonio fantasma es una forma de solventar diversos asuntos legales que de otra manera, no tendrían una solución sencilla. De modo que todo lo que envuelve al medio y a la forma en que los contrayentes crean un vínculo legal válido — a pesar que uno de los cónyuges esté muerto — es una complicada combinación entre una tradición que se sustenta sobre el interés común y una curiosa trampa legal, con un valor considerable para la conservadora sociedad China.

La costumbre además tiene todo tipo de variables: Una familia cuyo hijo mayor murió, puede tomar la decisión de dar descanso a su espíritu a través del matrimonio, lo cual permite además que una mujer mayor de treinta que aún se encuentre soltera pueda regularizar su situación de cara a la rígida exigencia con respecto al estatus legal de la mujer. Así que el matrimonio fantasma reviste un extraño interés para buena parte de la población china, que en ocasiones incluso realiza ceremonias de “esponsales” en las que parientes y amigos celebran junto al espíritu del difunto, sus futuros esponsales. La novia, que puede ser tanto una desconocida como un verdadero interés romántico del “novio”, forma parte integral de la tradición y es de hecho, quien lleva el mayor peso dentro en cómo se comprende el ritual. Es la novia la que se comunica — o eso sugiere la tradición — con el hijo muerto. También es la novia, la que acepta y finalmente, la que asegura poder escuchar la voz desde la muerte, que acepta la petición matrimonial.

¿Y qué ocurre si una pareja comprometida muere a la vez o en fecha cercana? la boda se lleva a cabo, con los cuerpos de los difuntos en cuerpo presente, ceremonia que asegura que ambos transitarán hacia la oscuridad más allá de la vida juntos. Se trata de una ceremonia complicada, que además supone que ambas familias están de acuerdo y honran el acuerdo matrimonial entre la pareja, incluso si no lo hicieron de esa manera en vida.

Por otro lado, si es la mujer la que fallece, pedir su mano en matrimonio se convierte en una ventaja social y espiritual en la muy patriarcal China. Una mujer que muere soltera, no tiene derecho a una exhumación tradicional ni tampoco familia (en el sentido en cómo se comprende en China), por lo que lo más probable es que sus padres y hermanos, intentarán encontrar un candidato ideal para que sea el “novio”, esté vivo o muerto. La ventaja es obvia: un hombre que contrae matrimonio con el espíritu de una mujer puede optar a la fortuna de su familia, ocupar un lugar social y convertirse en el hijo político de sus padres.

Ya sea por costumbre, necesidad o una forma de celebrar la memoria de los fallecidos, el matrimonio fantasma es de enorme importancia para los chinos, aunque por supuesto, en la actualidad no es legal y durante las últimas décadas, ha sido considerado incluso una forma de evadir las intricadas leyes de sucesión del Estado Chino. Con todo, la costumbre sigue llevándose a cabo en las regiones al norte del país.

Dolor y muerte en el Imperio del Sol:

Mientras que en China la vida y la muerte son transiciones de una idea muy semejante sobre la eternidad, en Japón la muerte es considerada la entrada a un mundo complejo y misterioso, en la que el alma del difunto debe batallar por su permanencia y lograr la paz. Y una de las formas de hacerlo, es satisfacer el deseo de los difuntos con un matrimonio que le ate a la Tierra y a sus sensaciones de un modo u otro.

Para la cultura Nipona, el matrimonio tiene connotaciones parecidas a la que se le atribuyen en China y de hecho, es aún más restrictiva con respecto a las normas sociales que lo reglan de una manera u otra. De modo que el matrimonio fantasma (que en esencia es muy parecido al Chino), intenta satisfacer las rígidas normas sociales que obligan a hombres y a mujeres a tener un papel muy concreto en la sociedad. Pero a diferencia de su variante China, en el matrimonio fantasma japonés, ambos cónyuges deben estar muertos. Las familias son las que toman la decisión de llevar a cabo el ritual como una manera de regularizar ya sea la situación de una familia cuyo hijo varón murió sin familia o el de una mujer, que sobrepasó la edad que exige la sociedad para contraer nupcias y a la que no se le puede rendir tributo mortuorio por carecer de marido o esposo.

Se trata de una ceremonia compleja que se lleva a cabo durante días y que incluye una preparación de meses: En primer lugar, se confecciona una muñeca de porcelana a tamaño natural de la novia, que llevará un mechón de su cabello y ropa de la fallecida. En el caso del hombre, una fotografía se colocará en una vitrina de cristal y madera, para simbolizar el tiempo de la petición de mano y finalmente, la ceremonia del enlace. Por último, la muñeca y el retrato se pondrán juntos en un mueble construido con el único objetivo de albergarlos a ambos y que la familia de la novia conservará en un lugar destacado de la casa.

Las bodas fantasmas japonesas tienen una duración de treinta años, que es el tiempo en que se considera que el espíritu del hombre culminó su transición hacia el siguiente plano de existencia. Una vez transcurrido el tiempo, las familias de ambos esponsales podrán sepultar juntos ambos objetos, como señal definitiva que estarán juntos por el resto de la eternidad. Como el Chino, el matrimonio fantasma japonés es ilegal en buena parte del país, aunque en lugares específicos se considera una parte del proceso legal para legalizar acuerdos entre familias y disputas de herencia.

Francia y el hilo de la muerte:

El país Galo es uno de los pocos lugares en el mundo en que el existe de hecho una ley que permite a una mujer o a un hombre casarse si su pareja murió de forma abrupta durante el período inmediatamente anterior a la ceremonia de la boda. El artículo 171 del código civil francés, establece que el presidente del país puede autorizar de manera directa y categórica, la celebración del matrimonio en el que uno de los cónyuges está muerto. ¿El motivo? En Francia se reconoce la noción de los esponsales (período en la que ambos prometidos llevan a cabo los preparativos para el matrimonio) como la preparación para un proceso legal, que de hecho, tiene efectos legales a corto plazo, sobre todo si los miembros de la pareja habían sostenido algún tipo de trámite financiero o civil que los uniera de una forma u otra.

Por supuesto, no es un proceso sencillo: el sobreviviente debe demostrar de manera fehaciente el proceso de preparativos para la boda y además, la documentación debe incluir manifestación de intenciones (ya sea por algún documento privado o extra legal que pueda demostrar la intención del futuro cónyuge fallecido) o por hecho verídicos y comprobables, ya sea la compra o venta de bienes en común, declaraciones juradas de la familia de difunto o cualquier otra forma legal que demuestre sin duda alguna la intención fehaciente de llevar a cabo la ceremonia legal. Sólo entonces, se enviará el documento al Presidente, que decidirá de manera voluntaria y sin ningún tipo de restricción legal, si el matrimonio puede llevarse a cabo. De ser así, la boda se realiza bajo una figura legal especial que garantiza el cónyuge sobreviviente llevará el apellido del fallecido, aunque no heredará sus bienes. No obstante, la excepción legal si se extiende a patria potestad de hijos en común o en el caso de mujeres embarazadas, permite la posibilidad que el hijo por nacer se considere un heredero del fallecido.

La extraña variable legal tiene su origen en 1959, cuando luego la presa de Malpasset — norte de la Riviera francesa — se derrumbó y mató 423 personas, incluyendo a varias parejas que habían viajado al lugar para contraer matrimonio en una Iglesia local. Cuando el presidente Charles de Gaulle visitó la zona del desastre,Irène Jodard, quién había viajado desde el Sur de Francia para la celebración de sus esponsales, le suplicó al presidente que “le permitiera de algún modo, incluso de la forma menos comprensible” contraer matrimonio con su prometido muerto. El presidente lo permitió y de hecho, lo hizo casi una docena de parejas que se encontraban en la misma situación de Jodard. El 31 de diciembre de ese año , el parlamento francés aprobó la ley que permite desde entonces, el matrimonio póstumo en situaciones extraordinarias y sólo aprobado previamente por la decisión del presidente francés en ejercicio. El enlace postmorten más reciente ocurrió en el 2019, cuando Magali Jaskiewicz, de 26 años, se casó con su prometido fallecido y padre de sus dos hijos Jonathan George, quién murió en un accidente automovilístico dos días después de pedir matrimonio a su prometida.

Sudán: una familia complicada.

La etnia Nuer al Sur de Sudan, también asume la necesidad del matrimonio como un requisito indispensable para formar parte del entramado legal que rige la vida de sus miembros. De modo que la soltería o morir antes de haber contraído matrimonio, no sólo se considera de enorme gravedad sino además, como una forma de ostracismo social. Pero además, hay una excepción a la norma sobre las uniones postmorten, que en general es bastante parecida al matrimonio fantasma chino o Nipón: si un hombre llega a morir sin herederos pero posee una enorme fortuna, su pariente más cercano (ya sea un hermano o un tío) se casará a con una mujer a su nombre. Y de hecho, será el vínculo que permita que el primer hijo de la pareja sea considerado heredero del difunto y pueda acceder a su fortuna y bienes.

Se trata, por supuesto, de una curiosa treta legal, que tiene poco de simbólico y sí, mucho de una relación complicada entre la costumbre y la forma como la etnia comprende los deberes y derechos sucesorios. La unión permite conservar el apellido del difunto, sus bienes y relaciones sociales, por lo que el niño que nazca del matrimonio fantasma, tendrá los mismos derechos que los hijos biológicos y de hecho, será educado sin que sepa — en la medida de lo posible — la identidad de su verdadero padre. Además, se rata de una alianza ritual: el matrimonio postmorten permiten que diferentes facciones de la tribu puedan establecer vínculos que además, fortalecen el poder de los líderes locales dentro de la comunidad.

Para bien o para mal, en buena parte de la cultura del mundo, el amor sigue considerándose capaz de derrotar a la muerte, lo que es el origen de todo tipo de tradiciones que intentan rendir homenaje a la percepción que la incertidumbre de lo que ocurre más allá de la vida, es sólo un camino a transitar en el que los vínculos que unen a los vivos continúan teniendo una enorme importancia. Una visión sobre el silencio más allá de la muerte dotado de un especial significado y sobre todo, esa gran ambición de nuestra cultura de enfrentarse a lo desconocido.

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Aglaia Berlutti

Bruja por nacimiento. Escritora por obsesión. Fotógrafa por pasión. Desobediente por afición. Escribo en @Hipertextual @ElEstimulo @ElNacionalweb @PopconCine