Crónicas de las Hijas de Lilith:

El silencio y la puerta cerrada de la historia (Parte II)

Aglaia Berlutti
7 min readJul 13, 2021

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(Puedes leer la Parte I aquí)

A Gerda Taro se le conoce casi siempre por su apasionada y singular relación con Robert Capa. Para la imaginería popular, ambos forman un todo indistinguible. Una pareja mítica que llevó la imagen fotográfica a una dimensión cruda, poderosa e inolvidable que los encumbró como símbolos del nuevo documento histórico. No obstante, Taro es mucho más que un fragmento de una historia compleja y emocional. Su vida y su obra son una visión sobre la fotografía que desborda cualquier cliché y sobre todo, los confusos límites entre la visión romántica que se tiene sobre ella y su legado. Más allá de eso, Gerda Taro es quizás el rostro más reconocible de una generación de fotógrafos que encontraron en el oficio de registrar y documentar la historia de manera sentida, directa y sin recurrir a otra cosa que una demoledora sinceridad visual y conceptual.

La fotógrafa murió a los veintisiete años, muy pocos si asumimos el valor trascendental de su trabajo documental y las implicaciones de su profunda convicción sobre el quehacer fotográfico como registro exacto de la realidad. Murió como vivió: en medio del riesgo y del peligro real que implicaba el tipo de perspectiva fotográfica que escogió mostrar. Osada, aventurera y sobre todo, convencida del poder de la imagen inmediata como recurso histórico — y también, como testimonio de la realidad — Taro asumió la fotografía como una pieza imprescindible dentro de la memoria histórica. Ya fuera de manera independiente o compartiendo autoría con Capa, Taro rebasó los límites de lo que se suponía podía mostrar la fotografía y mucho más en manos de una mujer. Con una persistencia que raya en la obsesión, Taro encontró en el documento fotográfico una forma de trascendencia que sobrevive a su muerte violenta, su idealizado romance con uno de los mejores fotógrafos del siglo XX y también su propio mito.

Porque Gerda Taro fue un personaje legendario durante el breve período en que fue algo más que la compañera sentimental y fotográfica de un icono de la fotografía documental. Era una mujer capaz de comprender el costo físico, intelectual y emocional de la violencia. Y hacerlo con una conciencia absoluta sobre su importancia. El resultado es una obra fotográfica simbólica, preciosista pero por sobre todas las cosas, sincero. Una mirada a la violencia, la guerra, el enfrentamiento y la muerte repleta de una profunda convicción por el valor del mensaje que se expresa. Es esta noción sobre el valor esencial de la imagen lo que hizo que Gerda Taro lograra superar las fronteras de la mera fotografía registro y alcanzara la luminosa vuelta de tuerca que sostiene su lenguaje visual. Todas las fotografías de Gerda Taro son percepciones sobre el mundo a través de sus grietas y fisuras. Meditadas visiones sobre el dolor y el horror que jamás llegaban a alcanzar el tremendismo y la exhibición gratuita. Y quizás, ese fue su mayor triunfo. Una profunda comprensión sobre el dolor humano — de la circunstancia humana — y sus implicaciones.

Vive rápido, sostén la cámara con firmeza, muere pronto

Gerda Taro murió fotografiando en el frente Brunete durante la Guerra Civil Española. No era la primera vez que cubría como reportera gráfica un conflicto violento: durante todo un intenso año, Taro había registrado los enfrentamientos de lo que ocurría en una España convulsa con pulso firme. Fue una de los pocos fotógrafos que decidió permanecer en el país por cuenta propia luego que comenzaran los enfrentamientos y también, de los que asumieron el deber de informar como una vocación muy precisa. Tal vez por ese motivo, la vida y muerte de Taro se recuerda desde cierta perspectiva heroica. Un mirada que intenta enaltecer la vocación de la fotógrafa no sólo desde lo obvio sino también, esa convicción suya de mostrar el dolor de un conflicto violento que desconcertó a Europa y que sumió a España en un cierto aislamiento continental.

Pero Gerda Taro es mucho más que símbolo idealizado de la fotografía de guerra. Justo trasciende la abstracción del heroísmo por la capacidad de su corto trabajo — su carrera duró apenas un año — para mezclar el poder de la imagen como recurso y también, la convicción del autor como una forma de expresión. Taro fue pionera en la capacidad de la imagen para elaborar mensajes complejos desde la realidad evidente. Del uso del simbolismo y también, de la dimensión humana de la tragedia para narrar la historia inmediata. Esa esa construcción de la imagen como recorrido profundo por lo invisible y su necesidad de elaborar una percepción consistente sobre la emoción, lo que hizo de su recorrido fotográfico una experiencia sensorial perdurable.

Eso, a pesar que la trayectoria de Taro se desarrolló en paralelo a la Guerra Civil Española, como reflejo de la presencia de Robert Capa y sobre todo, de esa percepción de la fotografía como un elaborado mensaje en inevitable transformación. Resulta casi imposible separar a Taro — la fotógrafa y la mirada consciente sobre el conflicto bélico — de las circunstancias de su trágica historia, de su tempestuosa relación romántica con uno de los grandes testigos fotográficos del siglo pasado e incluso, de su belleza física. A lo largo de las décadas, su figura se desdibuja en los testimonios sensacionalistas de segunda mano, que convirtieron su pulso visual y su capacidad para analizar la realidad desde una óptica precisa e impecable, en menos accidentes anecdóticos de una vida ensalzada casi hasta el melodrama.

La vida de Taro parece resumirse en escenas peculiares y casi extravagantes que menoscaban el valor de su trabajo como fotógrafa. Una y otra vez, las exageradas narraciones sobre su muerte (el público español y norteamericano se obsesionó con el hecho que muriera mientras realizaba su trabajo), la insistencia en los elementos anecdóticos de su romance con Capa e incluso, la forma como su figura se convirtió en parte de la cultura popular (Una marca de chicles norteamericana incluyó en una colección de folletines un dibujo coloreado en el que se mostraba el fatal accidente que le costó la vida) convirtieron su recorrido fotográfico en un elemento más en medio de una historia con tintes amarillistas. Mucho más aún, cuando durante la Segunda Guerra Mundial, todo registro de conflictos previos quedara sepultado por las ingentes cantidades de imágenes que mostraron la crudeza de la guerra con una escalofriante belleza. Entre ambas cosas, el nombre de Gerda Taro prácticamente desapareció y por último cayó en el olvido.

La obra sin nombre y la pérdida de la memoria

Para el final de la Segunda Guerra Mundial, Robert Capa se había convertido en quizás el fotógrafo documentalista más reconocido y respetado del mundo. Sus fotografías se convirtieron en quizás el documento visual más poderoso y detallado del conflicto bélico, sobre todo luego de la serie de once imágenes que mostraron al mundo lo ocurrido durante el desembarco en Normandía. El puñado de imágenes borrosas, vívidas y sobre todo, profundamente duras sobre uno de los más duros y críticos de la confrontación, le convirtieron en el símbolo del documentalismo que nació entre el centro de la violencia. En medio de la colosal importancia que adquirió su trabajo, que las fotografías de Gerda Taro virtualmente desaparecieron, absorbidas en medio del enorme registro histórico que Capa realizó a lo largo de su vida. Ya fuera por accidente o descuido, Capa terminó aplastando el legado de Taro — del que era heredero — y transformando su cuidado trabajo sobre la Guerra Civil española en un fragmento casi insustancial dentro de su visión fotográfica. Décadas después, Taro y toda su concienzuda perspectiva sobre la violencia, la muerte y el dolor quedó sepultada bajo definitiva trascendencia de la obra de Robert Capa.

Tal vez por ese motivo resulte sorprendente que el trabajo de Gerda Taro recuperara su autonomía, gracias al biógrafo de Capa, Richard Whelan. Por años, Whelan reunió material personal y fotográfico de Capa, gracias a lo cual tuvo acceso al trabajo documental de Taro. El escritor se sorprendió por la contundencia, inteligencia y profundidad de la fotógrafa y dedicó meses de trabajo a reconocer la presencia y autonomía de su legado. No obstante, no fue suficiente: sus análisis sobre la obra de la fotógrafa tuvieron que enfrentarse a la incredulidad y sobre todo, la resistencia de buena parte del mundo fotográfico de la época, para quién Taro era una figura secundaria y sobre todo, deudora de Capa tanto en la propuesta visual como conceptual. Tendrían que transcurrir casi diez años para que la valiosa mirada documental de Gerda Taro encontrara su lugar en la historia, gracias a la investigación y esfuerzo de la investigadora alemana Irme Schaber.

La labor de Schaber incluyó no sólo el análisis del trabajo de Taro de manera independiente sino la reivindicación de su lenguaje visual. La investigadora recorrió archivos fotográficos cerrados, revisó los análisis de Richard Whelan y por último, viajó a España, en donde descubrió la enorme importancia del corto pero significativo trabajo de Taro sobre la Guerra Civil y sus aportes a la memoria documental del país. Luego de casi una década de esfuerzos, Schaber publicó el libro “Una fotógrafa revolucionaria en la guerra de España” una exhaustiva biografía que recorre la vida y obra de Taro y rescata su enorme aporte al documento fotográfico desde su valor histórico.

Para Schaber, su esfuerzo por rescatar la figura de Taro tiene un enorme valor: se trata de la comprensión del valor de su perspectiva fotográfica más allá del mito trágico que la rodea. “La figura de Gerda Taro es un ejemplo visible de cómo la historia de las mujeres se ha visto generalmente desdibujada y ocultada. Mucho más aún en el caso de Taro, cuya vida privada evitó una apreciación equilibrada de lo que simbolizó y representó su trabajo como reportera en la Guerra Civil” insiste la investigadora en el prólogo de obra. “Una mirada al anonimato forzado de una mujer que luchó durante buena parte de su vida por tener un nombre y una estatura propia”. Y esa quizás, es la mayor tragedia que envuelve la vida de Gerda Taro.

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Aglaia Berlutti

Bruja por nacimiento. Escritora por obsesión. Fotógrafa por pasión. Desobediente por afición. Escribo en @Hipertextual @ElEstimulo @ElNacionalweb @PopconCine