Crónicas de la nerd entusiasta:
¿En que falla “Dumbo” de Tim Burton?
Desde hace casi un lustro, Disney encontró en la reinvención de sus películas emblemáticos en controvertidos Live Action, una manera segura de recurrir a la nostalgia del público para captar un nuevo tipo de audiencia. Desde “The Beauty and The Beast” (Bill Condon — 2017), hasta aún sin estrenar “The Lion King” (John Favreau — 2019), el experimento parece rozar el peligroso límite entre la presión de mostrar productos novedosos para una audiencia cada vez más cínica y la búsqueda de nuevas miradas sobre el origen temático de la casa productora. Convertida en una colosal maquinaria de producción y de éxito comercial, Disney intenta englobar su vieja identidad con algo más novedoso, sin lograrlo siempre.
Quizás, es esa grieta entre lo original y el vinculo con la nostalgia que productos clásicos trae aparejados, es lo que hace que la nueva versión de Dumbo de la mano del director Tim Burton, sea un producto tan superficial y desigual que termina por resultar definitivamente tedioso. El Dumbo del director carece del encanto de la versión original, pero también, de su extraño y doloroso simbolismo, que hizo llorar a generaciones enteras y se convirtió en una metáfora involuntaria sobre la libertad, la belleza y el poder del amor. Para la ocasión Burton vuelve a sus trucos visuales habituales y el contexto resultará parecido a todos los adeptos al trabajo del director: hay un aire decadente y sombrío, enlazado con una melancolía añeja que abarca cada parte de la puesta en escena, creando una visión sobre los espacios mágicos y delicados de la historia del elefante bebé que resulta tan desigual como edulcorada. En “Dumbo” Burton trata de construir un vinculo entre la película original y el remake a través del encanto de su personaje principal — un prodigio de animación digital que resulta cautivante por su mera existencia — pero no logra encajar la ternura y el desamparo que el personaje mimetiza, en medio de un guión destinado a elaborar pequeñas reflexiones sobre el bien y el mal que carecen de verdadero sentido y mucho menos, asidero. La narración de “Dumbo” termina convertida en una búsqueda de identidad que no encuentra y la insistencia de Burton por reclamar cierto cinismo añadido a la mirada sobre el Dumbo cautivo por fuerzas malignas y dolorosas que logra expresar en toda su maldad. En realidad, la película parece mucho más interesada en combinar la idea original de una criatura excepcional cautiva con algo más complejo (el dolor, el miedo al desarraigo) y no sólo no lo logra, sino que el resultado simplifica el nudo conceptual que se adivina sin mostrarse jamás.
Burton vuelve a sus temas favoritos y quizás el espectador se preguntará por qué no los plantea de maneras menos evidentes y burdas: Otra vez, el director reflexiona sobre la soledad, la marginación y la cualidad del monstruo, pero sin lograr estructurar una historia que sostenga la narración más allá de la espectacularidad visual. Hay trucos de cámara novedosos — el vuelo de Dumbo es un pequeño prodigio de filmación y fotografía — , una acertadísima paleta de colores y una deslumbrante ambientación, que podrían resultar sorprendente de no ser muy semejante a casi todas las obras de Burton. Otra vez la oscuridad subyacente, lo sugerente y lo macabro (ahora aderezado por un toque Steampunk) elabora un lenguaje que carece de sentido e incluso, de sustancia. Y mientras Dumbo remonta el vuelo — en una extraordinaria sucesión de imágenes que es quizás la escena más memorable de toda la película — el argumento se desploma con idéntica rapidez. El resultado es una extrañísima combinación de riqueza visual con un guión que carece de objetivo, profundidad e incluso, la mera percepción de la magia que por décadas, fue el elemento más reconocible de la película original.
Claro está, Burton lleva una enorme desventaja: allí donde la película en dibujos animados de Ben Sharpsteen, Wilfred Jackson, Norman Ferguson, Jack Kinney, Samuel Armstrong, Bill Roberts y John Elliott rebosaba de elementos figurativos que destacaban surreal y lo maravilloso, su película vadea entre un material visual repetitivo y un guión flojo, lo cual hace que la comparación sea inevitable y que este Live Action innecesario, lleve la peor parte. Lo que resulta más preocupante, es que “Dumbo” tenía todos los elementos para ser una film que rozara lo extraordinario y lo conmovedor con toda delicadeza, pero más allá de eso, para sustentar una alegoría de enorme dureza sobre los angustiosos límites del mundo moderno y su ataque a la belleza en estado puro. De la misma manera que Okja (Bong Joon-ho — 2017), ambas películas critican el capitalismo, el consumo desmedido y sus males utilizando criaturas de infinita ternura y vulnerabilidad para construir un mensaje consistente. Pero mientras el guión de Bong Joon-ho se permitía la parodia y el cinismo, dentro de una percepción de lo terrorífico de la violencia anónima, “Dumbo” se limita a mostrar a su adorable personaje sin estructura y mucho menos mensaje. El argumento salta de un lado a otro en desiguales escenas — del primer vuelo de Dumbo a su gran debut casi obligatorio hay un salto cronológico que no se explica ni tampoco se justifica — y además, elabora una idea sobre el cautiverio del personaje que no logra sustentar una alegoría creíble del dolor que padece. Tim Burton toma la decisión de ignorar las escenas claves de la película original y basar las emociones en sus trucos habituales: niños de ojos enormes y angustiados, marginados que comparten la soledad que ambos comparten en medio de un sufrimiento perenne y alegórico. Pero el trasfondo no convence ni conmueve a nadie. Se trata de pequeños vínculos lo suficientemente endebles como para desaparecer a la menor provocación y de nuevo es sólo Dumbo — y todo el prodigio digital que le sostiene — lo más llamativo en una historia en exceso larga, tediosa y que abusa de los clichés del director hasta lo incómodo.
Lo más preocupante, es que Burton no parece esforzarse demasiado en encontrar el hilo conductor entre los sentimientos, en una historia que depende de ellos por completo. Dumbo vuela pero el gran espectáculo del prodigio no emociona ni tampoco conmueve. Sólo se trata de una maravilla tecnicolor en medio de una ternura forzada que tiene mucho de artificial y manufacturado. Burton parece tener la misión de conmover a las audiencias que añoran la ternura y simplicidad de la historia original, pero en lugar de eso, sólo logra desconcertar por su carencia de sensibilidad y ternura. La magia prefabricada pesa demasiado para que Dumbo se eleve demasiado lejos y cabe preguntarse si ese vuelo lento entre cielos fantásticos pero huecos, sea una alegoría a la propia visión cinematográfica del director.
Lo más probable, es que Burton intentara ensamblar todo tipo de matices entre su circo de maravillas rotas y este Dumbo de ojos adorables. Pero el mecanismo falla cuando lo extraño no es lo suficientemente atractivo y lo emocional, es tan plano como para llevar a la película a una superficial mirada sobre los temores y dolores del desarraigo, sin que el concepto se desarrolle lo suficiente o sea de interés. Mientras que la película de 1941 era un prodigio de sutileza, unida a todo tipo de escenas alucinantes y para la época — e incluso la actual — políticamente incorrectas, la versión Burton es un edulcorado cuento de hadas que no avanza en ninguna dirección y que cuando lo hace, cohesiona la estética del absurdo en algo por completo superficial.
Resulta desconcertante que un veterano de la talla de Burton sea incapaz de tomar decisiones y giros argumentales originales, en medio de una historia que podría permitirlos con toda facilidad. En lugar de eso, la primera hora de la película transcurre en medio de la presentación de los personajes y dejar lo suficientemente claro, que su película será una oda al sufrimiento y la angustia discreta. Además, como no podía ser de otra manera, Burton recurre a sus propias películas para crear una atmósfera tensa y un poco incómoda, que de pronto se diluye sin que el espectador comprenda el cambio de ritmo o mucho menos, el sentido en que el hilo argumental se rompe para enhebrarse de una forma por completo nueva en el tramo intermedio y final. El guionista Ehren Kruger, no parece encontrar la manera de narrar la historia de Dumbo sin hacer otra cosa que dejar muy claro que el personaje es una obra prodigiosa de efectos digitales y con una ternura infalible, que es quizás, el punto más poderoso de la película. Pero el sólo hecho de la existencia de Dumbo, es incapaz de justificar el Universo que le rodea. El conflicto de la ausencia de la madre de Dumbo — y su pérdida — se plantea de manera rápida y de manera apresurada. Muy pronto, Burton entra en su espacio favorito: la del excluido que es ayudado por fuerzas de bondad pura, que logran intentan luchar contra la maldad. Pero mientras Dumbo estornuda y descubre puede volar, una pléyade de personajes humanos dominan la acción y van de un lado a otro, enfrentándose entre sí para demostrar la malicia del espíritu humano o por el contrario, sus grandes reservas de bondad.
Desde este punto de vista maniqueo, la película va de un lado a otro sin orden ni sentido, mientras el villano por un magnífico Michael Keaton encarna la avaricia y trata de enfrentarse — o controlar — a Dumbo, que simboliza el lado opuesto. Por sorprendente que parezca, Burton crea una subtrama que asombra por su efectividad gracias al personaje y que resulta con distancia, lo mejor de un argumento tedioso que llega a resultar monótono. El parque de atracciones aterrador que regenta Keaton es el reverso macabro de cualquier parque Disney y es esa mera insinuación de esa oscuridad perversa, inteligente y bien construida, lo que hace que el resto de la película resulta decepcionante. ¿Que impidió que Burton pudiera encontrar en las sugerentes imágenes del clásico de los cuarenta, la inspiración suficiente para crear un mundo más sustancioso que el que llegó a la pantalla? ¿Por qué Burton se decantó por una película sin mayor profundidad que está obsesionada con las piruetas visuales de su personaje, teniendo de fondo una rica mitología que podía explorar a placer? Es inevitable hacerse ambas preguntas mientras “Dumbo” avanza y la historia pierde por completo sus pocas bazas efectivas: el final anticlimático, desordenado y banal termina por desmontar los momentos de pura atmósfera siniestra y emocional que Burton había logrado crear con esfuerzo y es entonces cuando la película termina por desplomarse, un producto menor destinado a ser olvidado muy rápido. Cuando llega el último fundido a negro llega a pantalla, el espectador podría preguntarse a dónde fue la magia de la película, sólo para comprender que nunca hubo intención real de mostrarla.