Crónicas de la Nerd entusiasta:
El Universo Marvel y de cómo “Avengers Endgame” es un gran homenaje al fanático incombustible (y a la manera moderna de narrar historias)
Hace once años, “Iron Man” (dirigida por Jon Favreau) llegó a las pantallas de cine como un proyecto experimental. Hasta entonces, las historias de Superhéroes eran considerado una rareza en el mundo cinematográfico — que no podía aspirar incluso a ser llamado subgénero — dirigida a un público cautivo no demasiado representativo. Las experiencias habían sido desiguales en el mejor de los casos: Desde la ya icónica “Superman” (1978) de Richard Donner — que marcó las bases de esa transición del papel a la pantalla de cine — hasta “Batman” (1989) de Tim Burton — con su toque de cine de autor — , los argumentos basados en cómics populares atravesaron diferentes fases de profundidad, trascendencia e interés. Luego de varias tentativas fallidas — que incluyó una floja duología de “Los Cuatro Fantásticos” ( 2005–2007) dirigidas por Tim Story — , la maravilla argumental de la trilogía Nolan basada en el héroe de Gotham, dejó claro que el cine Superheróico podía llegar a un nivel considerable de calidad y solidez, sólo que había pocas esperanzas que sucediera de inmediato. Las películas de Nolan se convirtieron en el buque insigne de esa tentativa tan cuidadosa de adaptar el cómic a la pantalla grande en un cine más adulto y formal, que incluyó una estupenda adaptación de “Watchmen” (2009) de la mano de Zack Snyder. Pero “Iron Man”, estrenada era otra cosa: no era completamente un homenaje hiperrealista ni tampoco un proyecto dirigido al público infantil. A mitad de ambas cosas, el héroe con el rostro de Robert Downey Jr era un malcriado bocazas con un cerebro privilegiado, que evolucionó a través de un conciso e inteligente guión hasta convertirse en un superhéroe moderno, capaz de admitir su identidad frente a una rueda de prensa. Un toque de efecto — años después se sabría que había sido mera improvisación del actor — que le brindó un nuevo peso a la versión de la realidad de la película.
A diferencia del atemporal Superman de Donner (encarnado por un ingenuo Christopher Reeve) o el misterioso y gótico Batman de Burton (con el rostro de Michael Keaton), el Tony Stark/Iron Man de Downey Jr es un un genuino superhéroe moderno, ávido por la tecnología, fascinado por las bondades de la hipercomunicación y con el ego de nuestra época. La combinación le brindó una sustancia y una profundidad multidimensional que incluso superó al trágico Batman de Nolan, a quien Christian Bale dotó de un rico y tortuoso mundo interior. Pero el Tony Marvelita era un playboy con gusto por la música rock, la transición evidente del personaje en papel. Desenfadado, cínico y descreído, este Tony Stark era una combinación de su alter ego en papel y algo más elaborado y sustancioso. Un héroe a la media de los tiempos.
Pero nada podía indicar que el éxito taquillero y de crítica de una película modesta como lo fue “Iron Man”, abriría las puertas de un Universo rico y diverso que se sostuvo en un creciente arco argumental por veintidós películas. Para el momento, Marvel era una compañía con poca experiencia en el mundo del cine, que sólo conservaba los derechos de una fracción poco representativa de sus personajes icónicos. La mera posibilidad de un Universo conectado Superheroico era impensable, por lo que “Iron Man” es una búsqueda eficiente de identidad y sobre todo, un rostro reconocible frente a las grandes audiencias. El desconocido Kevin Feige (productor asociado de la primera película de X — Men estrenada en el 2000) apostó a brindar personalidad y estilo propio a sus héroes y además, quizás, lograr englobar algo de su búsqueda existencial compartida en la versión cinematográfica. Lo demás, es historia cinematográfica.
El recorrido ha sido largo, poderoso y sobre todo, contundente porque durante el trayecto, Marvel pasó de ser una productora discreta con más pérdidas que ganancias a un proyecto de colosal éxito que se atrevió a llevar a la pantalla la mayoría de los héroes de la casa, no siempre con la misma calidad pero sí, con un enorme éxito de público. La colección incluye buena parte de las historias que hicieron a la editorial Marvel un fenómeno durante más de cincuenta años: Desde sus personajes más famosos, hasta sus conocidas líneas de historias paralelas, la transición a la pantalla grande del Universo marvelita, se convirtió en una pléyade de opciones cada vez más grande. Poco a poco, lo que había comenzado como una modesta aventura cinematográfica, se convirtió en una búsqueda de una historia paralela más allá de la mera idea del héroe que se reinventa. Las películas de origen, dieron paso a secuelas especulativas que a su vez, se enlazaron con núcleos narrativos más complejos. Para el estreno de “Avengers Endgame” (hermanos Russo — 2019) , el Universo Marvelita se ha convertido en un fenómeno pop tan enorme como emocional. La película — de tres horas duración y con más de treinta personajes en escena — es una despedida gigantesca a una fase — productor Kevin Feige ha sido enfático sobre tema — de una red de historias superpuestas. Para cuando “Avengers Endgame” termine su paso por la pantalla grande se habrá convertido en quizás la película de Superhéroes definitiva y también, en el cierre de una historia de once años de duración, que cambió para siempre la forma en que comprendemos el cine comercial, a sus personajes y su trascendencia. Para buena parte de la generación que creció junto con las películas Marvel, “Endgame” es un regalo merecido, un tributo a la lealtad y al entusiasmo fanático que el Universo de la casa de las ideas despierta en todo el mundo. Y los hermanos Russo, lo saben.
La película, como hito en la cultura pop, es monumental. Construida como la continuación inmediata a “Infinity War”, “Endgame” continúa su búsqueda por deconstruir al héroe tradicional hasta sus componentes más humanos. Desde la primera escena, está claro que la tragedia desencadenada por Thanos es un evento del que nadie escapó y sobre todo, que sacudió el mundo hasta sus cimientos. El rostro de Clint Barton (Jeremy Renner) frente a la realidad violenta del chasquido de Thanos, resume el horror de esa desesperanza colectiva que la película desarrolla como eje central de toda su percepción sobre la realidad. Porque la catástrofe no es sólo un giro imprevisible del destino: cercenó vidas, historias y transformó a todos quienes la padecieron. Barton, ausente durante “Infinity War” , es la prueba evidente de la cualidad de la tragedia que desencadenó el Titán loco. A partir de allí, el argumento de “Avengers Endgame” profundiza y se desarrolla sobre temas de inusitada dureza para una película en apariencia ligera. Los hermanos Russo saben que el planteamiento depende de la forma como sus personajes se enfrenten a lo que ocurre y es esa frustración, impotencia y al final desesperanza, lo que elabora algo más elocuente que la búsqueda de una respuesta inmediata sobre como revertir el final trágico de “Infinity War”.
Quizás el logro más contundente de la película es atenerse a las reglas de devastación colosal y sus consecuencias: “Endgame” no trata de revertir lo ocurrido en “Infinity War” o al menos, no de inmediato. Hay un recorrido ecuánime y doloroso a través de la desesperación y el dolor de un evento semejante y es ese espacio de desconcierto general, lo que hace del primer tramo de la película una curiosa percepción sobre el dolor emocional de asombrosa sinceridad. El chasquido de Thanos es el comienzo del recorrido pero la solución no atraviesa sólo una lucha cuerpo a cuerpo contra el Titán loco. Las implicaciones de la muerte y la colosal devastación son excesivas para entrelazarse en algo más que una batalla concisa por un objetivo específico. Para los desconcertados y abrumados héroes, la noción sobre una solución (quizás inmediata, quizás posible) desaparece muy rápido y a partir de allí, la desesperanza lo es todo. Es entonces cuando “Endgame” comienza a ensamblar pieza tras pieza y también, elaborar una construcción mucho más compleja de lo que cualquier película de superhéroes de la casa de las ideas, se atrevió hasta ahora. Los sobrevivientes deben enfrentar el horror de algo para lo que no existe un arma o un superpoder que pueda protegerles: la ausencia y el desarraigo.
Luego de un considerable loop temporal, “Endgame” muestra la vida incompleta de personajes heridos y devastados. Y lo hace entre grandes silencios. La vida doméstica de Iron Man (su miedo a pérdida, su recién descubierta fragilidad), reflexiona sobre el duelo desde una delicadeza conmovedora. Pepper Pots, convertida en madre y esposa, es también la conciencia sutil de un pasado que se recuerda con renuencia. Steve Rogers se convierte en interlocutor de un dolor profundo para el que faltan las palabras: con un leve parecido a la ya serie de culto “Leftovers”, Steve explora el sufrimiento silencioso. En los bordes de la escena, el libro “Playa terminal” de J. G. Ballard parece el colofón de un mundo que aún no se recupera de un tipo de violencia inimaginable. Natasha Romanoff lleva la amargura sobre los hombros como un peso invisible: la ex espía Rusa perdió los últimos fragmentos de una vida construida con esfuerzo y ahora atraviesa la soledad sin palabras, una sombra de sí misma. Para los hermanos Russo, el apocalipsis no son las ruinas de un mundo hecho cenizas, sino los rostros contraídos, angustiados y tensos de sus héroes despojados de toda trascendencia y poder frente al más humano sentimiento.
Pero con toda su carga filosófica, “Endgame” también es una película Marvel y de pronto, la solución llega en la forma menos esperada, a la manera de los grandes arcos sorprendentes de la casa de las ideas. Scott Lang, ese superhéroe por casualidad, regresa de la aparente muerte casi por azar y es de su mano, que llega lo que podría ser la solución. Pero el miedo es real y el terror a la pérdida, sigue siendo un hilo conductor con el pasado demasiado reciente como para ignorarlo. Tony se resiste y teme. El resto del grupo no sabe como asumir la esperanza, convertida en una puerta real hacia algo más grande. “Si todo esto te parece una locura, puedo olvidarlo e irme a dormir” le dice Tony a Pepper, afligido y atormentado. Ella le mira con amor y esa lealtad discreta que sostiene la película. “Pero ¿podrías descansar?” pregunta y es en esa simplicidad doméstica, emotiva, que se toma la decisión clave de toda la película.
Una decisión inevitable, sin duda. A partir de allí, el ritmo de la película cambia por completo y la huella de la casa de las ideas se multiplica en una meta referencia extraordinaria que incluye no sólo algunos de los mejores momentos de todas las películas que le precedieron, sino cientos de referencias a los cómic en los que están basados. Las líneas de todas las historias (presente y sí, pasadas) se entremezclan entre sí en una construcción que se expande en todas direcciones a una velocidad vertiginosa: una vez que el equipo se organiza y comienza el trepidante recorrido a través de todo tipo de vínculos narrativos, “Endgame” se hace cada vez más grande y curiosamente, mucho más emocional y conmovedora. Los hermanos Russo asumieron el reto de contar el final de una historia de proporciones colosales pero también, de brindar a cada uno de sus personajes, momentos de expiación, redención o sólo una despedida. Y lo logran: el éxito de “Endgame” no reside en el hecho de buscar una connotación espectacular — que también lo es — a la historia que cuenta, sino al entramado y las implicaciones de los triunfos y pequeños errores que sustentan la trama. A medida que los héroes recuperan la esperanza y la noción de la posibilidad, la narrativa no tradicional de Marvel elabora una mirada más consistente sobre su conjunto. De la misma manera que los cómics, la película conserva la narrativa peculiar de una serie de sucesos que por separado, no parecen tener mucho sentido, pero que juntos, sostienen algo más preciado e importante. El renacimiento del héroe se hace asombroso, se entrelaza con algo más hermoso y potente. Se convierte en una lucha contrarreloj (nunca mejor dicho), por narrar el colofón de una historia que comenzó hace once años y que “Endgame” tiene la misión de concluir con dignidad, firmeza e inteligencia.
Y lo hace: la dinámica entre espectadores y la experiencia en pantalla es monumental, emotiva hasta las lágrimas, divertida hasta la carcajada limpia y al final, un gran catarsis colectiva que recupera para los fanáticos todo el poder de seducción de las grandes obras populares. Marvel, que siempre ha tomado decisiones argumentales y estéticas arriesgadas — como esa gran discusión a mediados de los ochenta sobre la Nueva York inexistente de Peter Parker — lleva la inusitada y trepidante belleza narrativa de Endgame, a una nueva dimensión. “Endgame” asume el reto de crear una aventura circular y a medida que lo hace, las puertas abiertas a docenas de posibilidades se abren una detrás de otra. De nuevo, es inevitable recordar la forma de contar historias de los cómics de la casa, la forma en que plantean un Universo compartido que se ensambla con cuidado a través de una larguísima reminiscencia del contexto de todos los héroes que ahora recorren todas las dimensiones del discurso que comparten bajo la bandera de la esperanza. Tony Stark encuentra su origen — y con un abrazo, culmina uno de los mayores conflictos de su vida — a la vez, que Steve Rogers comprende el desarraigo total que ha experimentado desde que resucitó de entre el hielo. Entre uno y otro, el resto de los personajes encuentra su equilibrio en medio de los recorridos a través de sus propias historias: Thor recibe las palabras de consuelo que no sabía que necesitaba y Barton (ahora Ronin), la prueba definitiva que aún hay un misterioso tipo de poder entre la lealtad y la complicidad que une al equipo. Hulk/Banner trata de analizar las complicadas relaciones de amor y dolor en su mundo, mientras que Nebula — esa renegada e improbable adición a una misión desesperada — debe confrontar sus peores miedos desde la perspectiva de una amenaza difícil de describir. Cada personaje ensambla una historia, una versión caleidoscópica de sí mismo. Una búsqueda de propósito que convierte a “Endgame” en una celebración sobre la esperanza, el asombro y cierta forma de inocencia. Al final, los superhéroes viven en mundos compartidos que se sostienen unos a otros para crear una percepción multidimensional de una única historia.
Claro está, no se trata de algo reciente: ya en el libro “Manual de Uso del Universo Marvel”, el escritor Mike O’Sullivan cuenta que en la década de los sesenta y setenta, Marvel sentó las bases de un Universo nuclear que se atiene a sus propias reglas: una fusión de arcos — temporales y narrativos — que se funden para siempre nutrir a la historia central que avanza con buen paso hacia el centro mismo de la trama. Marvel realizó un cuidadoso trabajo durante once años, armando una estructura gigantesca de narraciones paralelas que al final, crean a “Endgame” desde lo esencial. ¿Funciona como película independiente? Sí, lo hace y esa maravillosa ecuación de cada historia independiente sumada a algo más grande pero con vida propia, lo que hace asombroso el alcance del planteamiento de la película.
El Universo cinematográfico Marvel, tiene la particularidad de crecer a medida que las películas dejaron de ser un entretenimiento individual para analizar algo mucho más amplio y profundo. La productora utiliza a sus personajes como huellas que indican el camino a seguir: desde el Teseracto y las recurrentes Gemas del Infinito, hasta los Villanos recurrentes (como Loki y Ronan el Acusador), MCU funciona como un gigantesco rompecabezas que se completa con lentitud. Al principio y desde ese “Iron Man” experimental, que cruzó referencias pero también, era una versión en solitario de un héroe parte de un mundo mayor, Marvel encontró la ruta para fusionar no sólo sus incontables historias, sino la emoción en cada historia. “Endgame” es una mirada esencial, elaborada y concurrente a una versión de esa densidad de capas que el cómic maneja como narrativa tradicional, pero que en pantalla grande, pocas veces pudo lograrse. Sólo sagas autorreferenciales como “El Señor de los Anillos”, historia a la que Tolkien dotó de religión, lenguaje y mitología propia y “Star Wars” escrita por Lucas bajo la versión del héroe tradicional campbelliano, pueden aglutinar el peso esencial de sus cientos de intersecciones y la poderosa versión del bien y del mal, como para construir una imagen propia y congruente en cada versión del núcleo narrativo. Tal vez con mucha menos madurez y sin duda, aún con un largo trecho que recorrer, Marvel ha logrado la misma experiencia frente a la pantalla grande. Toda una proeza visual y de guion que “Endgame” sostiene con enorme solidez y belleza.
Al final, el recorrido termina no sólo con la muerte — emblemática y real — de uno de los grandes símbolos del Universo cinematográfico de la casa, sino con la promesa de un final, que en realidad, es el comienzo de algo más grande. El broche de oro quizás para un recorrido largo, azaroso y no siempre satisfactorio pero que con “Endgame” encuentra una nuevo rostro para crear una versión mucho más sofisticada de su mirada esencial al héroe. Y ese quizás, es el triunfo de una película que recorre caminos poco conocidos en el cine comercial, pero también, que brinda dignidad y enorme profundidad a los héroes de más de una generación de fanáticos. Sin duda su mayor reto y al final, el mayor legado de esta primera gran aventura que acaba de culminar.