Crónicas de la lectora devota:

Appleseed de Matt Bell

Aglaia Berlutti
8 min readJul 23, 2021

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La distopia permite a la ciencia ficción especular sus diferentes hipótesis desde el pesimismo. Se trata de un recorrido a través de cierta percepción del miedo al futuro pero también, de la forma como el mundo — o la conciencia colectiva — reacciona a la incertidumbre. Después de todo, analizar lo que podría o no ocurrir desde el ámbito de lo catastrófico, permite concluir cuánto de nuestro comportamiento presente o en el futuro inmediato puede influir en las consecuencias de lo que nos espera. Advertencia, percepción de lo posible en base a la tragedia, el terror convertido en recorrido hacia algo más duro.Cualquiera sea el nombre de lo que se interpreta a través de la ciencia ficción desde su sentido más oscuro, es una combinación compleja de símbolos y también, una elaborada concepción sobre la consciencia colectiva sobre sus errores, horrores y dolores.

Eso a pesar de no ser tan sencillo reconstruir la historia (reciente o a largo plazo) para crear una mirada sobre el miedo, sin que intervengan elementos morales o religiosos. La ciencia ficción especulativa, pero en especial la distópica, profundiza en el hecho del mal, las posibles catástrofes pero en especial, la responsabilidad sin hacer énfasis en el fenómeno de la culpa. Por supuesto, se trata de un recorrido intelectual que roza la frialdad y cierta neutralidad inevitable. Pero aun así, que resulta necesario para entender los procesos históricos y culturales que atraviesa la ciencia ficción como lenguaje literario de especial valor.

La novela Appleseed de Matt Bell, es una distopía y como tal, reflexiona acerca de todo lo anterior. Pero de la misma forma en que Ted Chiang utiliza sus extraordinarias historias para mirar hacia lo más profundo y fundamental del ser humano, Bell toma el argumento complicado de Appleseed para brindar un sentido de urgencia impecable a las catástrofes ambientales que acechan a la humanidad. No obstante, a diferencia de otras tantas historias parecidas, el escritor no está interesado en la advertencia o en señalar la forma en que la humanidad sufrirá las cargas de sus errores.

En realidad, Appleseed es una mirada dura, despiadada y brillante sobre lo que subyace sobre los grandes hechos históricos enhebrados con la conducta humana. Pero en especial, hace hincapié en el recorrido inevitable entre la responsabilidad del hombre y cada una de sus acciones, con respecto al futuro. De la misma forma que Jeff VanderMeer en Borne, Bell brinda al núcleo central de su narración una percepción concreta sobre el ser humano, lo que le hace serlo y más allá, lo que define al mundo en el que vivimos. ¿Quién es el hombre en la actualidad y que tanto esa identidad, le lleva por un trayecto inevitable hacia un destino doloroso?

Bell podría detener sus razonamientos sobre esa premisa en el miedo, en la caída en el desastre o la codicia que podría llevar a un desastre global. Pero antes que eso, parece más interesado en el hecho de lo que nos hace falibles y rotos por el desencanto. De modo que la pregunta avanza y se transforma en otra cosa. ¿Cómo es el mundo que heredamos de los errores del pasado? ¿De qué manera se transforma esa concepción sobre el bien y el mal a medida que transcurren las décadas y los siglos?. Entonces el libro se plantea la que quizás es el más importante de sus cuestionamientos: ¿Cuando comienza una tragedia de envergadura planetaria? ¿Cuando se hace inevitable? ¿en qué momento se atraviesa el punto de no retorno?

Es entonces cuando Appleseed encuentra su punto más interesante. Basada de manera parcial en la premisa de la Agenda 21 de la ONU propuesta en 1992 y que propone el desarrollo sostenible, Bell logra replantear una idea en apariencia extraordinaria y compasiva, para crear un sesgo inquietante sobre el control de las masas, la necesidad de la libertad pero también, una reflexión de extraña contundencia sobre la responsabilidad colectiva. Por supuesto, como toda fantasía conspirativa que se precie, el libro se interconecta con algo más elaborado que explora acerca del individuo educado en una época egocéntrica y violenta. Es entonces, cuando Bell construye su premisa sobre la posibilidad que los desastres sean en realidad pequeños fragmentos de historia pasada y presente, inevitables de origen. ¿Como evitar que una cultura que se alimenta de la avaricia pueda tomar decisiones en pro del bien común? ¿Cómo esperar que la concepción del bien, la bondad y la compasión sean valores en un mundo que se rige por la explotación y la necesidad de posesión?

El tema sin duda no es novedoso. Sí lo es, la forma en que Bell elabora un sentido del deber moral histórico que sobrepasa a sus personajes y a la concepción general sobre la historia. A diferencia de planteamientos como Half-Earth: Our Planet’s Fight for Life de EO Wilson y Rescuing the Planet: Protecting Half the Land to Heal the Earth de Tony Hiss, que se entremezclan la idea del miedo y la búsqueda del objetivo colectivo como algo casi claustrofóbico, Bell crea la sensación que es la libertad y no la falta de ella, lo que provoca el desastre inminente. No se trata solo de la tensión bajo la forma en que se reflexiona la moral del hombre y la sociedad que lo sustenta, sino también, la perversión del poder.

Sin duda, se trata de una forma audaz de combinar los habituales puntos altos de la distopía con la reflexión humanista muy cercana al terror. Pero Bell conjuga con habilidad códigos de ambos géneros para crear algo que es mucho más elaborado, extraño y singular, por el solo hecho de ser inclasificable. Appleseed es una mirada a la paranoia, al terror a los grandes cambios mundiales, pero también, la desconfianza en líderes y sistemas políticos. Con su estilo lóbrego, preciso y rápido Appleseed cuenta un mundo en que los peores temores se han cumplido pero también, se ha confirmado la vieja creencia que cada hombre y mujer crea un futuro a su medida. Para Bell, toda hombre del hombre es proclive a la corrupción y de hecho, mucho más cercana al horror y al miedo que a otras tantas premisas que se sostienen sobre lo angustioso. Appleseed no es un libro que crea en la existencia de la esperanza, sino más bien, en la destrucción de la posibilidad, lo que hace de su historia un durísimo punto de vista sobre el futuro.

Appleseed toma el enfoque sobre la posibilidad que el desarrollo sustentable sea tomado por manos privadas. El libro está poblado de líderes carismáticos y con recursos ilimitados que además, tienen sus propias ideas fe como cambiar lo que en apariencia, es el mal en el mundo. De hecho, Bell utiliza el término de “genios solitarios” y describe al grupo de personajes centrales anónimos con un parecido más que inquietante con Jeff Bezos, Bill Gates y Elon Musk. Los primeros capítulos del libro describen la forma como estos “hombres ejemplares, independientes y sin ningún motivo para sostener la mano del poder” deciden enfrentarse a la debacle inminente de la civilización, en la forma de un desastre climático de proporciones apocalípticos. “Al principio le creímos héroes y después, comprendimos que en realidad, no existe nada semejante” dice uno de los narradores también anónimos para narrar la forma en que la historia se extiende con rapidez en una extraña mezcla de detalles y juegos de simbología.

Con una audacia que sorprende por su ingenio, Bell utiliza la mitología griega, el realismo mágico y también, el rico folclore de varias partes del mundo para describir algo más grande y elaborado. Pero además, el escritor toma una decisión asombrosa y compleja: las tres voces principales de su novela serán anónimas, sin ubicación histórica y tampoco, narrarán una única historia. De modo que luego de establecer el escenario de una colosal tragedia en puertas, Bell juega con la idea de tres líneas temporales que la novela no describe de inmediato y que tampoco analiza de forma concreta. Las voces entonces narran la historia de lo que parece ser un núcleo central pero lo hacen a la vez y en lo que parece ser una percepción coral de algo más elaborado. “La última vez que miré un cielo azul, era tan pequeño que lo recordaría como un sueño” dice uno de los personajes anónimos. “El cielo azul fue una leyenda, algo recordado a medias, una forma de tener miedo y esperanza” responde otra, casi de inmediato. Para el final de los tres primeros capítulos, los escenarios son claros. “Nunca imagino el mundo más allá del cielo azul” narra la voz de un tercer personaje. “El amanecer es un día, una frontera, un sueño”.

Con semejante estructura de un tríptico temporal que podría ser confuso, Bell logra elaborar un recorrido certero en tres formas de mirar el mismo hecho. La muerte de la tierra, la codicia de los grandes líderes como estandarte, la forma en que el pasado, el presente y el futuro se entremezclan entre sí, para narrar un tronco esencial que se abre en todas direcciones y se sostiene en algo más complicado de entender a primera vista. Bell se niega a hablar de tiempo y usa con frecuencia el término “ciclo” para describir la forma en que su novela avanza o retrocede. Poco a poco, sin embargo, el panorama se hace más claro y se entrelaza con ideas más complejas. De la descripción de la tragedia — antes, después y durante el gran cataclismo climático — la novela avanza rápidamente hacia sus consecuencias a largo plazo. Y es entonces, cuando Appleseed alcanza un nivel desconocido de dureza y belleza. Bell escribe para crear un futuro alternativo, uno real y uno que está a punto de suceder.

También elabora una idea más poderosa sobre lo moral que se entrecruza con el miedo colectivo llevado a un nuevo y desconcertante nivel. Uno tan abrumador y desconcertante como para ser una mirada sobre el futuro y lo que podemos esperar de él, cada vez más profunda, dolorosa y hermética. Porque el misterio que subyace sobre el desastre — qué lo provoca, hacia dónde se dirige en sus consecuencias finales — es el misterio mejor guardado de un libro que basa su efectividad en los enigmas. En los personajes que aparecen y desaparecen, de esa narración conjunta que lleva hacia un final ¿inevitable? ¿una consecuencia a largo plazo? Appleseed no lo aclara y de hecho, para su tramo final, el gran recorrido temporal a través de un gran desgracia planetaria latente se hace una aventura que atraviesa varios escenarios a la vez, pero también, la noción sobre el ser humano como protagonista de su propia historia.

De la belleza de una narración coral — “somos la tierra, nacimos en este mundo moribundo, a punto de morir, que ha muerto” claman las tres voces principales en uno de sus momentos más dolorosos — Appleseed se transforma en una caída hacia el centro de todos los enigmas. Una caja de misterio que se eleva y elabora una versión sobre la identidad colectiva más fuerte, brillante y elocuente de lo que cualquier otra novela de ciencia ficción lo ha hecho en los últimos años. Quizás su mayor mérito.

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Aglaia Berlutti

Bruja por nacimiento. Escritora por obsesión. Fotógrafa por pasión. Desobediente por afición. Escribo en @Hipertextual @ElEstimulo @ElNacionalweb @PopconCine