Crónicas de la lectora devota:

A Curious History of Sex de Kate Lister

Aglaia Berlutti
11 min readFeb 7, 2020

Actirastia, es la excitación sexual que proviene de la exposición a la luz y el calor del sol. Durante el Reinado de Luis XV, se hizo norma entre la noblema tener sexo con un paje como testigo que pudiera dar fe del “entusiasmo sexual” del aristócrata en cuestión, requisito imprescindible para ser aceptado en la corte Real. En el siglo XIX se consideraba que los testículos del toro eran un afrodisíaco tan infalible que se vendía en cajas de cristal y oro para su uso exclusivo en la noche de bodas de grandes personalidades. También en la época victoriana, vibradores rudimentarios de madera y recubiertos de cuero cosido, se usaban como instrumentos psiquiátricos para aliviar los síntomas de la “melancolía” y la “histeria” femenina. Las historias semejantes se multiplican a través de la historia que jamás se cuenta sobre la sexualidad y el sexo y sobre todo, de la forma en se analiza como parte de la cultura y sus enigmas. Una y otra vez, los pequeños tabúes de alcoba, parecen formar parte de algo mucho más amplio y difícil de traducir sobre la naturaleza de la psiquis colectiva.

De modo que hablar de sexo siempre será complicado. No porque el concepto lo sea — puede serlo, claro — sino más bien, por lo incómoda que resulta la idea cuando la percepción general es que el tabú sigue existiendo, a pesar que en nuestra época perdió su estatus como misterio a medio revelar. A nivel cultural, la noción sobre lo sexual parece relacionada directamente con una concepción de lo marginal que todavía no se supera del todo. El sexo es bueno — nos gusta, nos obsesiona — pero pareciera serlo solo si se mantiene en secreto, al margen de lo visible. Una curiosa hipocresía en un mundo que comercializa lo sexual lo asume como producto. La cultura contemporánea sigue sin asumir lo inevitable de lo erótico, lo profundamente necesario. Lo inquietante de esa libertad de los sentidos, que forma parte integral de la naturaleza humana.

La escritora Kate Lister no sólo analiza esa versión sobre el mundo sexual sino que intenta responder las curiosas preguntas que suscita semejante concepción en el libro A Curious History of Sex, un compendió estrafalario e inteligente sobre el sexo como parte de la sociedad, su historia y sobre todo, de la psiquis social que a través de los siglos, convirtió la sexualidad en un juego de espejos que roza lo inexplicable. Como promete el título, el libro es una colección de curiosidades, pero también es una reflexión profunda sobre la manera en que el cuerpo y la libre expresión del deseo se asumen en la vida cotidiana contemporánea, en apariencia tan liberal y tan carente de cualquier tipo de inhibiciones. Pero en realidad ambas cosas están allí, al margen del pensamiento social y se sostienen sobre cierto temor sobre lo sexual que continúa siendo inexplicable. ¿Se trata que nuestra sociedad continúa siendo de una forma u otra adolescente? ¿Se asimila el sexo como uno de los tantos puntos sensibles de una noción sobre la identidad que sigue siendo parte de los puntos oscuros de nuestra versión del bien y del mal?

Para Lister, la idea no es tan sencilla: la autora comienza el libro con una descripción poco menos que angustiosa sobre el sexo en la época victoriana, en la que la mujer tenía prohibido tener conocimiento sobre su cuerpo, su capacidad reproductiva y luego del matrimonio, sobre el sexo en general. La mayoría de las esposas jóvenes, se encontraban con la novedad del primer coito conyugal en lo que Lister explica se trataba de “algo más cercano a la violación que lo consensuado”, por lo que la experiencia solía ser lo suficientemente traumatica como para provocar secuelas psiquiátricas perdurables. Las mujeres de todas las edades sufrían de frecuentes períodos de histeria que los médicos no sabían clasificar. Se lo atribuían a un tipo de locura breve y tenaz que la ciencia médica no podía clasificar bajo ningún concepto psiquiátrico existente y mucho menos, curar. De manera que los médicos, insistían en diagnosticar los accesos de pánico, miedo tenaz e incluso, directamente revulsión a cualquier tipo de actividad sexual marital como un tipo de locura transitoria que de alguna u otra manera, afectaba la paz conyugal. Para Lister, se trataba del primer indicio del “sexo y placer femenino” como parte de una forma de comprender “la vida doméstica y privada de cualquier pareja”, por lo que los especialistas comenzaron a reflexionar sobre el aumento en los casos en apariencia psiquiátrico y lo que podía ocurrir o no, dentro del secreto conyugal.

Alrededor del año 1890, algunos psiquiatras y médicos de la Londres industrializada, comenzaron a recomendar el uso de vibradores para calmar los ardores inferiores, como se le llamaba al deseo sexual en una época de eufemismos ridículos. Para Lister, que narra la versión de cómo se popularizó el uso del primer juguete sexual de la historia reciente en un estilo gracioso pero sin perder la extrañísima connotación que supone la historia, la percepción médica del placer de la mujer “cambio la forma en que el sexo, el cuerpo femenino y su capacidad para la libertad sexual” podían concebirse. De hecho, según la autora, es el tránsito a través de la conmoción de “descubrir el sexo” como una “expresión social” lo que hace que poco a poco, el llamado “secreto conyugal” se transformara en algo más complejo de entender. Sobre todo, a la luz de las primeras teorías psiquiátricas que ya ponderaban sobre el sexo como algo más que una necesidad biológica y lo equiparaban directamente, a una concepción sobre la naturaleza humana de enorme importancia. Lister se toma el tiempo para meditar sobre el fenómeno, mientras el libro se llena de pequeñas anécdotas desconcertantes como el uso de todo tipo de ungüentos y medicamentos creados para “propiciar la felicidad hogareña” y que se vendían en las esquinas de la Londres de los primeros años de la Ilustración con el mismo secretismo que drogas o incluso material pornográfico. Lo cierto es que para la autora, la compresión del peso y la importancia de lo sexual en la vida de la pareja fue un paso considerable para reflexionar sobre la forma en que la intimidad puede influir en la vida cotidiana.

A Curious History of Sex, se toma el tiempo para recrear la historia sexual de la humanidad desde cierto aire científico, pero también, llevar a cabo un recorrido concienzudo sobre el hecho de la sexualidad, lo erótico, la lujuria y sus implicaciones a través de tiempo como elemento preponderante del individuo social. Lister, creadora del sitio web de Whores of Yore, tiene suficiente experiencia en llevar al sexo al terreno de la discusión masiva pero además, de conseguir que el debate sea cada vez más profundo y por supuesto, relacionado directamente con la concepción de una cultura en la que el deseo y sus implicaciones históricas. Desde la mítica Lilith, demonizada por pretender escapar de la dominación sexual de Adán hasta las brujas, que bailaban y fornicaban con el Diablo, las violaciones en masa cometidas durante épocas de conquista, la prostitución como parte del poder y la percepción de lo explícitamente sexual como parte de un lenguaje cultural destinado a permanecer en secreto, Lister analiza lo sexual desde una serie de datos en apariencia inocente pero que juntos, crean una percepción sobre el cuerpo humano, la existencia de la individualidad y otras tantas ideas sobre lo moral, lo ético y lo intelectual que sorprende por su elocuencia y profundidad. La escritora asume la complicada labor de combinar todo tipo de visiones para elaborar un síntesis sobre el esquivo concepto del sexo como parte de algo más sustancioso que la simple condición biológica del ser humano.

Claro está, un trabajo semejante implica recorrer un espacio resbaladizo sobre el instinto, el impulso primario de reproducción y el sexo como forma de expresión, que además, se vincula con visión misteriosa sobre el placer, que se esconde entre lo real, lo imaginario y lo directamente físico. Por si eso no fuera suficiente, Lister elabora una hoja de ruta precisa para comprender cómo la connotación sexo como un vinculo entre el poder y lo carnal evolucionó y se transformó en algo más perdurable “¿Por cuanto tiempo se creyó que la mujer no tenía alma? ¿Y cuanto de esa carencia de animus no se debía a la interpretación del deseo sexual femenino como pecaminoso, tentador, maligno?” se pregunta Lister, a medida que avanza en la presunción de la mujer como rehén de la connotación del sexo como fuente de poder y por lo tanto, en oposición continúa a instituciones y dogmas que intentaban mantener a ese peligroso enemigo invisible bajo los límites del pecado. Para Lister, se trata de una evolución evidente, lenta y afanosa: la sociedad continuó preocupándose de la mujer que gozaba, de la que deseaba, de la que sabia el poder de su vagina, más allá de la mera concepción. La Diosa tradicional de las creencias paganas Europeas fue mutilada de su aspecto de Mujer y anciana y solo quedó la Virgen, lánguida, santificada, convertida en una expresión de bondad extraordinaria y poco realista. La mujer sexual continuó escondiéndose, temiendo y siendo considerada un error en la visión sexual cultural.

Lister, que durante años ha mantenido debates públicos sobre temas álgidos como la libertad reproductiva, la necesidad del placer femenino, la nueva masculinidad contemporánea y la percepción de la libertad sexual como algo más amplio, elabora en A Curious History of Sex un recorrido pertinaz y sobre todo, coherente sobre la evolución de lo sexual desde el tabú hacia una versión amplificada de la necesidad de concebir al sexo como una forma de expresión de enorme validez. También, insiste en reflexionar sobre el hecho de lo sexual, convertido en una batalla intelectual sobre lo que debería ser o en todo caso, lo que se concibe como parte de una concepción de lo moral e incluso, lo espiritual. Pero ¿es esa percepción actual algo reciente? Las fuentes bibliográficas, históricas y arqueológicas que Lister consulta y que le permiten crear un recorrido de profundo interés intelectual, demuestran que las técnicas del placer sexual fueron una faceta muy valorada de muchas civilizaciones de la antigüedad y que su posición es en muchos sentidos, el equivalente a la del arte o la música en las sociedades modernas. Se refinaron, practicaron y alcanzaron niveles tan altos de complejidad que sentaron las bases del pensamientos religioso y filosófico. Consideraban que la unión sexual era la expresión suprema de la creatividad humana. De modo que el sexo como una teoría de expresión humana — más allá de su mera faceta reproductiva — ha sido también parte del recorrido de la cultura hacia un elemento más refinado, coherente y consecuente de lo que se concibe a primera vista.

Civilizaciones como la Sumeria — que consideraban el sexo una actividad compleja y placentera, espiritual y físicamente beneficiosa de manera muy parecido al yoga indio — adoraron al sexo como algo más que una actividad física con el objetivo específico de procrear. Lister narra con detalle los ritos en que la cópula era un acto más trascendente que la mera gratificación carnal o la necesidad de perpetuar la especie. Es este tipo de sexualidad la que ha inspirado textos eróticos, que no estaban destinados exclusivamente a excitar, sino que formaban parte de un discurso religioso que aun perdura. Lister los toma como ejemplos para reafirmar la percepción que el sexo fue durante buena parte de la historia — en especial, la precristiana — una combinación de rito religioso y condición intelectual. “Puede rastrearse la influencia de la sexualidad divina incluso en la actualidad,en la que se sigue considerando lo sexual como una unión emocional destinada a perdurar” analiza Lister, que incluye en su libro análisis sobre ceremonias de pureza de distintas sectas religiosas, hasta la concepción del sexo como un vínculo relacionado con lo mágico e incluso, lo religioso. Eso, sin obviar la democratización de lo sexual y el hecho, que tabú persista a pesar que el secreto alrededor del sexo haya desaparecido por completo debido a la proliferación masiva de la pornografía.

La escritora además, engloba el hecho de la sexualidad moderna como una herencia más o menos apreciable, de la evolución sexual femenina, que atribuye a las mujeres que utilizaron el sexo como una forma de poder. Para Lister, la figura de la mujer sexualmente poderosa de siglos anteriores es el antecedente inmediato de lo sexual como un recorrido a través de la concepción del sexo como una herramienta de dominación e incluso de control, en una época en que la mujer debía luchar justo contra la pretensión social de ser una figura secundaria o bajo el poder masculino. Lister pondera que muy probablemente, la combinación de la cortesana sexualmente intrépida y culturalmente poderosa, nació en la Grecia clásica, donde las hetairas o cortesanas, no sólo se dedicaban al comercio sexual — donde eran consideradas consumadas expertas — sino además, sino también a la oratoria y al debate, lo que las hacía criaturas desconcertantes para una sociedad tan misógina como la griega. La figura de la mujer que utiliza el sexo como una forma de poder, no sólo es uno de los puntos más interesantes en la manera en que Lister analiza las relaciones modernas, sino que le permite llevar a cabo un recorrido exhaustivo hacia una versión sobre el sexo mucho más compleja que la mera gratificación inmediata.

Con el correr de los siglos, la combinación de sexo y poder fructificó y Lister recorre a través de todo tipo de anécdotas que completan un fresco extraordinario sobre la historia secreta de Occidente. Lister narra con curioso y apasionante detalle la vida de Teodora de Bizancio, la mujer más poderosa del siglo IV, fue una meretriz de reconocida belleza, que luego de contraer matrimonio con Justiniano — sobrino y heredero del emperador Justino I — y atravesar una tortuoso paisaje de intrigas y sinsabores palaciegos, se convirtió en Emperatriz romana el 4 de abril del 527, día de pascua. O Leonor de Guzmán, la sevillana del siglo XIV que fue por más de veinte años la amante del Rey Alfonso XI de Castilla. Su prolongado amorío desató una guerra entre Portugal, sus sabios consejos políticos — fruto de un cerebro analítico y un juicio sólido que sorprendió en secreto a sus principales adversarios de su época — permitieron al Rey lograr una improbable estabilidad en el Reino y por si eso no fuera suficiente, el hijo de ambos, Enrique II, fue el primero de la dinastía Trastámara, de la cual provenía la espléndida Isabel I, la reina Católica. De nuevo, la dupla insistente del poder y el sexo, teniendo por protagonista a una mujer, siguió siendo una imagen común en la historia, incluso la contemporánea, como bien lo recuerda Lister al incluir la figura de Margarita Gertrudis Zelle, mejor conocida como Mata Hari,quien amparada por su belleza — y esa invitación al sexo, flor misteriosa — frecuentó a hombres ricos, políticos y militares, para quienes resultó además de un cuerpo deseable, una exquisita confidente. La primera Guerra Mundial la encontró aún en París, protagonista de quizás su propia historia fabulada, con amantes de bando y bando.

¿Donde se encuentra el límite entre el poder, el sexo y las profundas implicaciones que parecen mezclarse entre ambas cosas? En una ocasión, Pamela Digby, nuera de Winston Churchill y considerada la gran cortesana del siglo XX aseguró según el libro Life of the Party: The Biography of Pamela Digby Churchill Hayward Harriman de Christopher Ogden que el poder para los hombres el “era otro afrodisíaco, el más poderoso quizás” . “¿Y que es entonces para las mujeres?” se pregunta Lister en uno de los últimos capítulos de A Curious History of Sex, “¿Qué hace que mujeres y hombres sigan considerando el sexo como una condición poderosa que les une y les sostiene incluso en situaciones extraordinarias? ¿Se trata sólo del placer? ¿O algo más instintivo?” Desde Aspasia de Atenas hasta Pamela Pamela Digby Churchill Hayward Harriman — que logró llevar a la Presidencia a un joven e improbable Bill Clinton — es quizás un triunfo de la imaginación, de la voluntad y la perseverancia, gracias a esa tentación incesante, esa promesa de lujuria apenas siempre sugerida, que cada mujer parece simbolizar. Y es que después de todo, el sexo puede ser no sólo un vehículo de éxtasis carnal, sino el medio más directo para lograr un ambiguo y misterioso éxito intelectual.

Al final, el libro de Lister describe un retrato históricamente profundo y exacto sobre el sexo, la libertad intelectual y física, pero en especial las intricadas y complejas relaciones entre hombres y mujeres en la actualidad. Al final de todas las cosas, el sexo siempre será el secreto — por más visible que parezca — que une hilos misteriosos de la historia humana y quizás, esa sea su cualidad más curiosa e inexplicable. Una forma de crear.

--

--

Aglaia Berlutti
Aglaia Berlutti

Written by Aglaia Berlutti

Bruja por nacimiento. Escritora por obsesión. Fotógrafa por pasión. Desobediente por afición. Escribo en @Hipertextual @ElEstimulo @ElNacionalweb @PopconCine

No responses yet