Crónicas de la lectora devota:
Find me de André Aciman
Las secuelas suelen ser un riesgo calculado que no siempre resulta del todo bien: después de todo, es casi imposible complacer a todos sin caer en la grieta de la autocomplaciente o los espacios confortables en los que la audacia no parece ser una opción, de modo que cuando André Aciman anunció que escribiría la continuación de su ya célebre novela Call Me by your name, la mayoría de los lectores cuestionó la posibilidad brindar un nuevo contexto a personajes entrañables y una historia sólida. Mucho más, después que la adaptación de Luca Guadagnino, se convirtió en un clásico de culto instantáneo, con su combinación de romance, ternura y una dolorísima reflexión sobre el tránsito de la juventud a los primeros años de la vida adulta. ¿Podría Aciman evocar la atmósfera intelectualmente profunda y fascinante de la novela original? ¿Encontrar una forma de desarrollar la relación de los amantes imposibles sin romper el encanto cristalino que la primera novela describe con mimo?
La novela Find Me, publicada en Octubre de este año, lo intenta con resultados desiguales, a pesar que mantiene el inteligente recurso del romance atemporal y la necesidad inmediata de sostener una versión sobre el amor y el sufrimiento que suele llevar aparejado a mitad de camino entre la elucubración pesimista y algo más tierno, cercano a la idealización. Por supuesto, para Aciman lo realmente importante es narrar lo que ocurrió con Elio y Oliver, pero toma el camino más elaborado y quizás, el menos elocuente: mantener ambas historias sobre una tensión dolorosa que permita al lector sacar sus propias conclusiones sobre las vicisitudes de la madurez, la pérdida de la inocencia y la melancolía. Find me es una novela que recorre los dolorosos caminos sobre la infelicidad, la soledad y el aislamiento emocional, pero por supuesto, también es una novela que reflexiona sobre el amor con cierta tentativa cansada y amable. Entre semejantes matices, Aciman no siempre encuentra la forma de sostener un discurso profundo y por momentos, la novela parece divagar un poco sobre la naturaleza humana sin llegar a conclusiones claras. Aún así, hay una concepción sobre la angustia existencial que provoca la perdida del amor — o en este caso, la noción sobre su poder e influjo sobre nuestra vida — que Aciman utiliza como hilo conductor del bien y del mal, la moral y sobre todo, la búsqueda de la individualidad. Separados por un mar de distancia y también, una cierta renuncia a mirar al pasado Elio y Oliver son de nuevo símbolos de la pérdida, de la ruptura de las esperanzas y al final, de las puertas cerradas y secretas que todos llevamos a cuestas de una manera u otra.
También es una novela de enorme belleza. Con frecuencia, las relaciones homosexuales suelen reflejarse en la literatura desde el dolor, el desencuentro, el desarraigo y la tragedia. Una combinación que parece llevar implícita una velada censura sobre relaciones que la mayoría de las veces, reciben el incómodo epíteto de “imposibles”. En la a novela Call by your name Aciman parecía mucho más interesada en reflexionar sobre temas universales como el amor y la ausencia, a través de una historia en apariencia sencilla pero llena de capas modulares y dimensiones desconocidas que asombra por su conmovedora efectividad. En Find Me recupera el ritmo y la forma: La historia, es de hecho una meditación muy cercana a las elaboradas reflexiones de Proust sobre el tiempo y el deseo. Una invocación al comienzo de todo despertar sexual y amoroso y un epitafio a esa primera visión sobre el amor que termina desplomándose en el cinismo de la vida cotidiana. Con un punto de vista excepcionalmente hermoso sobre el deseo, el poder de la emoción y sobre todo, la necesidad de lo romántico — englobado en lo sexual y lo perenne — como parte de las experiencias capitales de cualquier hombre y mujer, la novela contempla el abismo de la soledad y la maravilla del amor transformado en un lenguaje catalizador desde una evidente perspectiva crepuscular.
Quizás lo que más sorprende de la novela de Aciman, es que a pesar de su toque sutil y su reflexión intelectual sobre el amor se trata de una narración hedonista y muy consciente del valor de lo sexual como elemento que sostiene una presunción clara sobre la identidad. Eso, a pesar que sus personajes pasan buena parte de la novela separados y meditando sobre su vida en común, un breve interludio que ambos conservan como un secreto a la distancia que no logran olvidar o que tampoco, ocupa un lugar en su vida. Elio sostiene una relación con un hombre sensible y mayor, mientras Oliver se enfrenta a un matrimonio infeliz y una paternidad que le desborda. Entre ambas cosas, el recuerdo del verano atemporal que ambos compartieron, se alza como una versión melancólica de la percepción sobre su vida como una dimensión alterna de sus deseos. Con una elegante prosa, el autor pondera sobre el sentido del amor contemporáneo con una enorme sutileza, una visión sobre todo lo inasible de lo inalcanzable. Con la misma visión de Nabokov sobre Lolita — esa aspiración carnal ambigua, indulgente y peligrosa — pero sin el perturbador ingrediente de lo perverso, Aciman asume la labor de retratar el primer amor desde la perspectiva de cierta celebración espiritual que evade cualquier explicación sencilla. No solo se trata de un recorrido por los hechos y situaciones que crean el amor como una vertiente sobre la fe y la comprensión de la necesidad insatisfecha, sino que además lo dota de sentido y significado. Del Paraíso hedonista — esa abierta sensualidad que Aciman describe con un profundo abandono físico y espiritual — hasta el Paraíso perdido — el dolor de la ausencia, lo inevitable y el mundo real — la novela es un compendio de angustia contenida y enervado deseo hasta que avanza a una comprensión total sobre la ruptura de cierta belleza cristalina e idílica. El calor del amor se transforma de anticipación a un fragmento de memoria que se elabora como una idea persistente, compleja y peligrosa que al final, se sostiene sobre la necesidad de comprender la propia capacidad para el anhelo y el miedo.
Mientras que Call me by your name transcurre en medio de un evidente aire onírico, Aciman toma la decisión que Find Me sea una reflexión profunda sobre el amor en cualquier aspecto y frontera, por lo que dedica la primera mitad del libro a la perspectiva de Samuel (el padre de Elio) sobre su vida, ahora que se encuentra divorciado y enamorado de una mujer mucho más joven. Para Aciman, es Samuel y no su entrañable pareja de amantes lo que le permite recorrer una convicción profunda sobre lo emocional como límite de la identidad. Y lo hace con una tranquilidad poética, una amabilidad triste que rinde tributo a lo mejor de su búsqueda de significado sobre los sentimientos que nos sostienen y a la vez, pueden destruirlos con idéntica facilidad.
Y es es ese fragmento de su historia, la que Samuel cuenta asombroso detalle y un definitivo abandono emocional. Aciman dota a su personaje de una sensibilidad dolorosa y precisa, lo que hace del relato una comprensión aciaga y perpetúa sobre el sufrimiento íntimo y profundamente personal del amor como una demostración de fe y poder individual. Pero además, Samuel atraviesa los últimos albores de la madurez y los primeros años de la vejez, a través de una mirada inteligente y potente sobre el poder del deseo, la transformación intelectual y una percepción muy profunda y sugerente, sobre las delicias y terrores de una vida incompleta, deshilachada por los bordes y sometida al dolor de la pérdida circunstancial. Con una naturalidad que desarma pero también, una incisiva concepción sobre el mundo emocional en el cual se debate, la voz de Samuel elabora un mapa de ruta a través de la sorpresa íntima, el autodescubrimiento, la evolución consciente y potente de su sexualidad. Pero también, de una ternura magnífica que evade cualquier cliché o romanticismo excesivo. Samuel desea contar su historia y lo hace, a través de la inquietud, la incomodidad y el poder de reflejar la angustia existencial en un elemental diálogo interno sin conclusión ni término. Narra sus propios dolores, el romance y la necesidad insatisfecha con una sinceridad que desarma pero además, brinda una notoria profundidad a la narración. Es entonces cuando Aciman encuentra el ritmo y el sentido de la historia como un conjunto de experiencias emocionales: Find Me es un maravilloso recorrido sobre las emociones pero también, los recovecos de la memoria. De lo que recordemos y la forma como sostiene nuestra vida como parte de una experiencia sensorial. Con una prosa inteligente, rápida y enérgica, Aciman brinda a Samuel una mirada amplía y dúctil sobre su vida, sus temores y desarraigos, pero sobre todo su capacidad para asumir el riesgo de reinterpretar sus recuerdos a través de la distancia.
Pero por supuesto, la novela también es un homenaje al amor tal y como lo mostró Call by your Name y la segunda mitad, complace a los lectores ávidos por conocer qué ha ocurrido con los amantes de un breve verano idílico. Quizás, sea la parte más decepcionante de la novela, cuando Aciman termina por rozar los clichés de la ficción sobre las relaciones homosexuales, que llevan a cuestas el prejuicio de lo clandestino y lo poco convencional, desde la perspectiva del tabú convertido en análisis sobre la identidad y lo privado. Aciman narra la vida de Elio y Oliver desde una mirada distante, casi fría y sobre todo, somete a Oliver a los rigores de un desencanto que tiene mucho de censura moral. De la misma manera que otras tantas obras del género, Aciman decide reflejar la frustración de Oliver y la soledad emocional de Elio desde el dolor, el desencuentro, el desarraigo y una mínima tragedia. Una combinación que parece llevar implícita cierta angustia existencial y, sobre todo, una velada censura sobre el hecho que tanto el uno como el otro, se encuentran atrapados en las líneas estrictas y duras de la normalidad.
No obstante, a través de un ponderado juego de argumento y reflexión emocional, Aciman alcanza una inmediata empatía con el lector: lo lleva dentro de la mente de Elio, sus dudas, sus persistentes cuestionamientos convertido en un adulto cuya vida emocional pendula sobre una historia de amor incompleta. Oliver, como padre y esposo, languidece en medio de una sensación de ruptura tan profunda que se imagina a sí mismo roto, una criatura imposible dividida en trozos que apenas logran mantenerse unidos en mitad de los terrores del desarraigo. “Soy padre y esposo, pero jamás Oliver” reflexiona, mientras por supuesto, recuerda la pasión y el amor que Elio despertó en él y también, la potencia de un evento que cambió su vida para siempre, Aciman encuentra la forma de unir ambas historias a la distancia y lo hace además, con una ternura y una sutileza que abarca no sólo ambos hilos argumentales como un todo argumental, sino también de las pequeñas escenas dispersas que sostienen la belleza del amor, el temor convertido en algo más determinado e individual. El texto palpita de brillante voracidad pero también, un anhelo mal contenido que tiene un definitivo regusto adolescente. De los momentos fugaces a las descripciones más sensuales, toda la novela de Aciman está llena de una furiosa vitalidad que deslumbra por su buen hacer y precisión.
Aciman apuesta a una engañosa sencillez: la historia del Elio adulto — tan diferente al joven precoz, inteligente, nervioso, ingenuo, asombrado por su despertar sexual que fue — avanza para demostrar que las grandes experiencias emocionales, nos cambian de un modo u otro, aunque no sea del todo evidente. Para este hombre joven y brillante, convertido en la promesa intelectual de su adolescencia, sel amor por Oliver, continúa siendo una promesa, una versión emocional y profunda sobre sí mismo y por supuesto, un exaltado objeto de deseo. Entre todas múltiples líneas, el personaje trata con dificultad de encontrar algo parecido a la redención, al tiempo que su vinculo con Oliver se convierte en la metáfora de los espacios más brillantes de su vida.
Como en Call Me by your name, Aciman se obsesiona en Find Me con los detalles para crear una hiperrealidad que elabora un sentido del absurdo y la emoción de asombrosa perspicacia. Paso a paso, detalla la relación entre Oliver y Elio desde la periferia, desde las conversaciones más mundanas a los toques más leves, construyendo el tiempo y la noción del amor desde lo cotidiano. Porque la relación entre ambos subsiste: entre llamadas esporádicas, cartas que tardan en contestarse y al final, un encuentro fugaz que sostiene un significado más profundo. Aún así, no recurre al romanticismo sino a una vitalidad utópica, que analiza la desesperanza como elemento inevitable del amor. La novela avanza entonces por el transcurrir incierto de la identidad y cuando Elio y Oliver vuelven a encontrarse, la inocencia y la novedad del sentimiento recién descubierto, parece convertirse en simple sorpresa de dos adultos que apenas se reconocen entre sí. El Elio adulto entonces comprende que el dolor y el sufrimiento pasajero del amor incluso, es un fragmento de memoria más que cualquier otra cosa. Y cierra entonces el ciclo de la primera página, la percepción evidente de la renuncia, el tiempo que es dolor y ternura, la comprensión profunda sobre la naturaleza humana. Esa visión sobre el hoy y el ayer convertidos en piezas de fantasías quebradizas que sostienen nuestra identidad como una expresión de fe y sinceridad. Como diría el propio Aciman en uno de sus maravillosos ensayos, titulado Pensione Eolo: “En última instancia, el sitio real de la nostalgia no es el lugar que se perdió o el lugar que nunca tuvo absolutamente en primer lugar; es el texto el que debe registrar esa pérdida”. Un eco extraordinario sobre lo que somos, seremos y quizás desde el amor, intentamos construir como futuro. Una forma de fe.
¿La pareja de amantes se reencuentra finalmente? las cosas no son tan sencillas para Aciman, pero procura que la historia tenga un final satisfactorio que evade explicaciones sencillas. A la distancia, la pareja de amantes se sostiene uno al otro como una mirada amable sobre el mundo emocional privado y las grietas que pueden transformarlo en algo más ambiguo y doloroso. En palabras de Oliver, “Esperar es lo que hemos hecho toda nuestra vida, esperar me permite estar aquí … en mi extremo de nuestro planeta … porque lo único que quiero es pensar en ti, y a veces no sé quién es el que piensa, tú o yo”. Una declaración enigmática sobre lo que le une y le separa a Elio y más allá de eso, lo que crea la voz y el misterio del amor que le profesa. Quizás el mayor enigma de un libro lleno de pequeños espacios matizados de luz y sombra.