Crónicas de la lectora devota:
Cold Enough for Snow de Jessica Au
Narrar lo cotidiano es una mezcla de atención al detalle y la capacidad para deconstruir la realidad en sus partes constitutivas. O al menos, es la percepción de la mayoría de los autores que han corrido el riesgo de encontrar la belleza en lo corriente. Desde John Updike, que insistió que la literatura de “todos los días”, era un espacio en que “el dolor era parte del paisaje invisible” hasta Alice Munro, cuyos cuentos narran lo extraordinario a través de lo simple. La literatura capaz de profundizar y explorar la naturaleza humana por medio de lo mínimo, tiene la singular capacidad de abarcar lo intelectual y lo emocional al mismo tiempo. Un reflejo concienzudo y a menudo de dolorosa belleza sobre la identidad colectiva.
Tal vez por eso, la novela Cold Enough for Snow (2022) de Jessica Au es una travesía angustiosa y bien construida a través de los pormenores de la emoción privada. La narración, que comienza y termina con una conversación sobre el brillo del cielo, es una travesía a través de un tipo de simplicidad sofisticada que se hace cada vez más significativa. Puede parecer una idea general para un libro basado en las experiencias de dos mujeres solitarias, pero en realidad, Au crea la condición de la narración como terreno desconocido que poco a poco, muestra sus espacios y sus límites a través de sus peculiaridades. “¿Qué hace a la vida ser lo que es?” se pregunta uno de los personajes, mientras contempla un cielo brillante de enero. “¿La pura sensación de existir porque un accidente cósmico lo permitió?”.
Se trata de un cuestionamiento existencialista que un buen número de autores contemporáneos se han planteado. Pero Au, la respuesta no está en la capacidad de su narración para recorrer ideas filosóficas, sino a través de lo minucioso como expresión de una percepción más profunda sobre el individuo. “Una puerta cerrada puede ser muchas cosas, en la medida que hay toda una historia que adjudicar a lo que nos hace cambiar de dirección” reflexiona la autora a través de uno de sus solitarios personajes. “¿Qué habría ocurrido de no poder abrir la puerta o de seguir en una dirección concreta?”
Poco a poco, Au transforma lo que en los primeros capítulos parece una descripción detallada de un día ordinario, en una travesía hacia deseos y esperanzas inconcretas. También, por la percepción de la realidad como la suma de todos los pequeños vericuetos e interpretaciones de una perspectiva más poderosa. Para Au, un hecho fortuito transforma la realidad a una profundidad que resulta inquietante por la premisa del cambio perpetuo. A la vez, que sorprende por crear la condición de una historia como capaz de contener todas las historias. “Cuando contemplas el cielo sobre tu cabeza, en realidad miras el espejo de tus pensamientos” medita con cierta amargura un personaje, de pie en mitad de la calle.
Au construye con cuidado un escenario en la que cada pequeño detalle de su historia reviste una importancia asombrosa e inesperada. La narradora, una voz anónima obsesionada por encontrar un sentido “creativo” de la realidad, constantemente se detiene para llegar a conclusiones sorprendentes y en algunos casos, confusas, sobre sí y la forma como comprende a quienes le rodean. “Nunca dejo de pensar, de transitar un espacio en mi mente que podría llevar a la persona que soy en este momento a la que seré en el siguiente” dice mientras compra un libro en una viejo local que frecuenta a diario. “Cada día, hojeo o leo una frase de una historia que no terminaré de leer, porque no lo compraré ni lo robaré. Y eso está bien. La frase flotará en mi mente como una parte rota de algo más grande que nunca descubriré que tanto pudo influir en mi vida”. La novela, contada en pequeñas escenas que se disuelven unas y otras, utiliza la voz de su narradora como una forma de mezclar sus partes más oscuras y luminosas. Pero también, para comprender que esta voz — la de cualquiera, en cualquier parte del mundo — se deja llevar por las preguntas íntimas más triviales, a una región compleja de su universo privado que a medida que avanza la novela se hace más detallado y vivo. “Los sentimientos existen porque deseo crear algo.
No es sólo la emoción, es mi necesidad de vincular lo que veo y necesito con alguien más”. La narradora, que jamás habla de amor, odio o cualquier sentimiento, parece suspendida en medio de una mirada cada vez más amplia sobre lo necesita para adjudicar significado a su mundo. De hecho, Au parece mucho más interesada en la posibilidad de dialogar con los trozos desiguales de una narración disruptiva que con una única historia. A pesar que la hay: Cold Enough for Snow es algo más que un experimento literario o una rara concordancia sobre lo narrativo al favor de lo críptico de un personaje que flota sobre las acciones. Se trata de una mirada precisa y brillante sobre la emoción humana, desde un punto de vista desconcertante. Tal y como si cada objeto y suceso que nos rodea tuviera un peso y a su vez, pudiera empujar la narración en una dirección distinta, Cold Enough for Snow es un caja de resonancia de todo lo que ocurre en paralelo al pensamiento de su personaje central y quienes le rodean. En un flujo constante, que no se detiene antes o después, sino que avanza con buen pulso hacia una región en la que todo termina por coincidir — encajar — de una manera u otra.
Varias de las mejores escenas de la novela de Au transcurren en medio de extrañas concepciones sobre el ser y en especial, un espacio atemporal difícil de comprender de inmediato. La narradora explica, describe, analiza y pocas veces hace otra cosa que reflexionar sobre lo que le rodea y le acontece sin otra cosa que un leve asombro. Lo hace mientras habla con su madre y le explica la importancia de la mitología en su vida —”las historias de otros narran la tuya con más precisión de lo que podrías hacerlo tú” dice — hasta las largas epifanías sobre la importancia del clima en su vida, el personaje se desliza a través de la soledad adulta con gracia y elegancia agria. La acompaña su madre, una mujer que jamás se describe pero que es el reflejo de la narradora sobre sus creencias y el pasado. “A veces me pregunto que nos une, más allá de la raíz biológica y que compartimos una historia” se pregunta el personaje mientras ambas toman la cena, sentadas una frente a la otra pero sin mirarse. “¿Te has preguntado cuántos extraños hay en tu vida que llevan el nombre de padre, hermano y amigo?” piensa mientras su madre explica su día, las horas vacías en una casa silenciosa. “Todos somos extraños a pesar de la insistencia por parecer cercanos, amantes, vinculados”.
Cold Enough for Snow es una historia sobre la soledad. De los espectros del pasado y del futuro, de las formas en que se vincula nuestra vida con las cosas más dolorosas que atesoramos sin saber su lugar e importancia real. También, es una narración sobre las relaciones, como se rompen, se mantienen en medio de la incertidumbre y al final, se convierten en “fantasmas” rotos y fracturados sobre el tiempo y el sufrimiento latente. Y aunque la narradora jamás lo dice de forma explícita, también es una historia — o varias — sobre el desarraigo, la exclusión y la ruptura con los lazos emocionales del mundo adulto. Au pasa la mayor parte de la novela, en una descripción continua y amable sobre un día corriente en su vida, un viaje turístico, cenas, visitas a museos y parques.
Pero en realidad, alrededor de los pequeños puntos de interés narrativo, se acumula la concepción de la vida cotidiana como un elemento frágil a punto de derrumbarse. La narradora podría ser solo una mujer agotada, triste o agobiada, pero jamás hay otro indicio acerca de su condición emocional que el relato sobre los infinitos detalles de cada día. Los libros dejados atrás, las habitaciones de hotel que comparte con su madre, la mirada obsesiva sobre los tenues cambios de luz en el cielo. “Todo tiene un sentido poderoso, si puedes encontrarlo. Pero cuando lo haces, no puedes olvidarlo después. Solo puedes recordar que hubo una época simple”.
El paisaje, los meses, las preocupaciones (esbozadas apenas) cambian, pero la narradora se aferra con fuerza al vacío, a la idea que nada tiene sentido. O de tenerlo, encaja en una idea persistente sobre la no existencia de razones para encontrar significado. “Esta es una historia que contiene todas las historias” dice la narradora mientras camina al borde de un río, que podría encontrarse en cualquier época y lugar del mundo. “Lo que ocurre todos los días, se desliza sobre las vivencias hasta erosionar la esperanza. Eso es tanto bueno como malo. Al final, no esperas gran cosa, pero no te produce dolor no hacerlo” dice mientras, contempla de nuevo el espacio interminable de la naturaleza. “Y quizás allí radique todo el dolor”. Con su tono angustioso en su fragilidad y belleza Cold Enough for Snow es una mirada asombrada hacia la identidad borrosa de todos los que de alguna forma, se sienten extraños, excluidos y marginados por su lucidez. Una exploración elegante y precisa de una narración que como su historia de dos mujeres solitarias, termina por ser mucho más de lo que parece. O incluso, de lo que podría ocultar en sus espacios más tenebrosos, casi indistinguibles en medio de las sencillas narraciones, pero latentes en todo su singular poder para inquietar y desconcertar.