Crónicas de la lectora devota:
White Flights: Race, Fiction, and the American Imagination de Jess Row.
La percepción del racismo en norteamérica es un tema duro y la mayoría de las veces, con cientos de implicaciones distintas. Sobre todo en la actualidad, cuando el discurso de Donald Trump reavivó preocupantes discusiones y análisis sobre el tema. Pero más allá de lo que está ocurriendo entre los votantes, la discusión pública sobre el lenguaje presidencial y la forma en que se analiza el prejuicio en la arena cultural, el racismo es una herida invisible que presiona acerca de cómo se comprende la identidad de EEUU. Lo cual es sin duda, una dolorosa percepción de la brecha histórica que separa a los ciudadanos y se convierte en una amarga concepción del país como terreno hostil intelectual.
La discusión sobre lo racial en la historia de EEUU, se hace más complicada de analizar a medida que sus implicaciones se extienden en todas direcciones — legales, sociales, demográficas — y afectan un sustrato sensible difícil de definir a primera vista. Para buena parte de los norteamericanos blancos, el hecho del racismo es un debate que incorpora cierta culpa histórica. Recientemente, el Senador republicano Mitch McConnell dejó muy claro durante el debate de la ley HR.40 — que contempla reparar, visibilizar y brindar un matiz mucho más profundo a los hechos relacionados con la esclavitud y discriminación legal — que la percepción de la violencia racial está muy lejos de ser comprendida en toda su magnitud. “No creo que las reparaciones por algo que sucedió hace 150 años y de los cuales ninguno de los que vivimos actualmente sean responsables, sea una buena idea” insistió durante la audiencia previa al debate “Tratamos de lidiar con nuestro pecado original de esclavitud luchando en una guerra civil, aprobando una legislación histórica sobre derechos civiles. Elegimos un presidente afroamericano”.
El Senador por supuesto, puso en palabras el sentimiento de pura incomodidad de una buena parte de los norteamericanos, para quienes todo lo relacionado con la discriminación es un debate invisible en el que no necesitan participar. Más preocupante aún, McConnell artículo la distancia intelectual con que se suele reflexionar sobre la discriminación como axioma. Para el ciudadano promedio, los políticos que le representan y ahora, el líder visible del país, ya se ha hecho más que suficiente para enmendar los errores del pasado. Lo que pueda ocurrir en la actualidad — y que es consecuencia directa de un complicado tapiz de situaciones sociales y antropológicas de las cuales se debate poco — es una mera presunción sobre el racismo más superficial y baladí. ¿Quién necesita reparación o disculpas, si la igualdad es parte de una idea social más amplia? Eso, a pesar de la violencia creciente con tintes discriminatorios que vive el país.
La colección de ensayos White Flights: Race, Fiction, and the American Imagination del escritor Jess Row, reflexiona sobre el fenómeno del racismo moderno — solapado y disimulado bajo una falsa igualdad — y lo aborda desde una premisa básica: al afroamericano se le rechaza. No importa quién sea y en el lugar en que se encuentre, su extracción social o el dinero que tenga, la discriminación está allí y es un elemento subversivo con el que debe lidiar a diario. Para Row se trata de una jerarquía social pero también, de un recorrido por una herencia histórica que se lleva a cuestas, que se sostiene en los ámbitos más inesperados. Y por supuesto, la literatura es uno de ellos.
Claro que, con semejante premisa, Row se encuentra en la singular posición de analizar al país en que nació como un lugar extraño y hostil que no reconoce demasiado. Algo que ya intentó en su novela del 2014 “Your Face in Mine”, en la que recorrió la tragedia del afroamericano en plena época globalizada. Lo hizo a través de cierto discurso basado en el misterio pero también, la concepción de la raza como una búsqueda perpetua de la identidad que termina siendo un tragedia. En esta ocasión, Row recorre los mismos espacios pero a través de la sátira, a la que añade además, una feroz crítica que se enlaza con el análisis del escritor de cómo la vida intelectual norteamericana tiene una relación dolorosa con el racismo. “Para bien o para mal, la élite intelectual es blanca y escribe para blancos. Y es una concepción a la que se añade el peso de lo afroamericano que se idealiza o se margina a través de esa versión de la realidad” escribe Row, lo que deja muy claro que el escritor no sólo intentará abarcar el mundo literario de su país — que lo hace — sino también, sus implicaciones. “Soñamos gracias a los blancos. ¿Controlan los blancos los sueños?”
El autor echa mano a una larga serie de referencias literarias que incluyen desde Hemingway, Flannery O’Connor hasta Eve Sedgwick, para ordenar la concepción racial literaria. ¿Existe un término semejante? para Row sí y tratará de brindar sentido a su hipótesis desde la reflexión de cómo el mundo literario de su país reflexiona sobre los mismos temas de manera muy parecida, dejando un espacio obvio — y preocupante — para lo que no se expresa, no se muestra, no se incluye en los grandes clásicos del país. “¿Dónde están los negros en la gran Novela norteamericana?” se pregunta “¿Y qué quiere decir esa ausencia?”
No son preguntas sencillas por supuesto y Row avanza con meditada lentitud entre tópicos dispares. Para el escritor la percepción de lo literario atraviesa regiones oscuras de la imaginación colectiva de su país y lo demuestra, a medida que los ensayos incluidos en el libro profundizan con mayor precisión en todos los estratos que el racismo toca, contamina y destruye. “En estos ensayos solo me interesan las confesiones, proclamaciones de culpabilidad, epifanías repentinas o absolutas o incuestionables … en la medida en que puedan ser nombrados, entendidos, descritos, incluso satirizados”, escribe para explicar la recopilación de textos y los alcances de la crítica. Pero se trata de algo más: para Row, White Flights: Race, Fiction, and the American Imagination es una larga reconstrucción de la historia en palabras de EEUU y como la estructura académica y literaria ha conspirado de manera sutil pero decidida en marcas los límites de lo que puede ser leído, comprendido y formar parte de la psiquis histórica. Row atribuye una vitalidad específica a la conclusión que los libros en EEUU reflejan la cuestión social, pero también, sus espacios en blanco. Un cuerpo de estudio tan colosal que al final, lo considera una expresión vital en toda su extensión. Una forma de “vida inconsciente encarnada en las ficciones estadounidenses, que a menudo sostiene y a veces socava las condiciones políticas de la supremacía blanca que el país aún habita”.
Para Row, el problema de la ficción estadounidense es muy claro: lo que se muestra es también, un reflejo de esa negativa a la culpabilidad que engendra un tipo de racismo aún más retorcido que el notorio. “Hay un silencio evidente en cada libro que cuenta a la América real sólo para el blanco” plantea “y es tan evidente, que cada texto busca excusar esa mirada limitada sobre historias, personajes, el contexto general”. Claro está, no es la primera vez que un escritor toca un tema parecido: Ya en 1992, la recientemente fallecida Toni Morrison lo había hecho en Playing in the Dark, en el que la ganadora del Nobel ya especulaba acerca de la figura ficticia del negro — como lo imagina el blanco — en las novelas más reconocidas del panorama literario estadounidense. Pero a diferencia de Morrison — cuya hipótesis no logró meditar en realidad sobre el vacío sustancial de la raza en la literatura de su país — Row encuentra en la especificad una forma más cuidadosa de abarcar el fenómeno. White Flights: Race, Fiction, and the American Imagination analiza los libros más famosos de la posguerra y lo hace desde la presunción simple de lo venial entrelazado con algo más profundo y preocupante: los negros literarios son extrapolaciones del prejuicios, espectros inquietantes de la forma en que EEUU asume la discriminación.
La relación de ficción, raza, culpabilidad, responsabilidad y rechazo, es uno de los elementos más sorprendentes en la obra de Row. El equilibrio entre todas las percepciones sobre el racismo es además, un logro estilístico complejo. Desde el título del libro — que el escritor toma de la emigración del norteamericano blanco al país rural y la expresión de ese fenómeno en la literatura — hasta la forma en que analiza las fallidas políticas de integración y el recurrente tema del dolor histórico que debe sobrellevar la comunidad afroamericana, White Flights: Race, Fiction, and the American Imagination es un compendio de relaciones sobre el bien y el mal espiritual analizadas desde lo colectivo y llevadas a una concepción elemental sobre la identidad. ¿Es la ficción norteamericana fruto de sus defectos o el desconocimiento que tiene sobre ellos? Row avanza con cuidado en un terreno minado: los textos se estructuran entre sí para conceptualizar la raza como medio de expresión individual y la literatura su reflejo. ¿Qué ocurre entonces cuando hay una ruptura de la herramienta intelectual que los sostiene? ¿Qué pasa cuando se contamina el lenguaje, el discurso hasta distorsionar la estructura de visibilidad y oportunidades? Row se plantea la disyuntiva que el racismo se encuentra tan arraigado en cómo norteamérica se concibe a sí misma, que no le inquieta en absoluto el hecho que su columna vertebral intelectual discrimine a buena parte del país. “¿Qué podemos esperar de la concepción literaria sesgada, aplastada bajo el negro que no existe y el blanco que se niega a reconocer esa ausencia?
Lo más curioso es que Jess Row es un hombre blanco, lo que hace que su forma de analizar el privilegio sea sorprendentemente sincera, acuciosa y objetiva. La forma en que evade explicaciones sencillas para la forma en que la experiencia narrativa blanca ignora a cualquiera que no coincida con sus parámetros, tiene algo de astura crítica seminal. “La literatura es un espejo y lo que está reflejando son la deformidad de un monstruo que no logra comprender del todo” sentencia. Claro está, como parte de las mayorías Row tiene una percepción cercana a la del testigo desconcertado. O peor aún, la del observador que no encuentra una forma lineal y coherente de comprender el mundo en que vive. El escritor tiene la sensibilidad suficiente para asumir la carga emotiva — “he llorado por la percepción de mi cultura sobre las minorías, la manipulación inherente al tema” admite — pero también, el cinismo que le permite otorgar un lugar esencial a su enfoque sobre las preocupaciones religiosas y existenciales. La exclusión existe y resulta mucho más simple para está al otro lado del espectro notarlo, una admisión sensible y poderosa del sentido de la culpa y la concepción del absurdo. El privilegio es real — y Row lo disfruta — y también, las grietas sobre las cuales se sostiene, una dicotomía que White Flights: Race, Fiction, and the American Imagination describe con una brillante inteligencia.
“¿Cómo concibe la literatura el norteamericano promedio y cómo lo relaciona con su vida?” se pregunta Row y la respuesta (que no llega pero se esboza en el libro), tiene una extraña relación con la confusa necesidad del país de mirar a otro lado en medio de sus batallas predilectas. Algo que White Flights: Race, Fiction, and the American Imagination utiliza como motor para comprender su versión de la realidad y sobre todo, sus profundas y dolorosas implicaciones.