Crónica de la lectora devota:
Survive the Night by Riley Sager
Las novelas de suspenso, rara vez logran crear una alternativa distinta a los hilos argumentales habituales de historias parecidas. La recurrencia resulta inevitable, en especial por el hecho que el juego de trampas basado en todo tipo de escenarios, personajes y giros narrativos, suelen estar limitados de una manera u otra por la coherencia. Y en especial, la forma en que el escritor desea narrar la tensión a través de situaciones desconcertantes. Las fórmulas tradicionales no suelen ser flexibles al momentos de innovar y de serlo, el escritor debe correr el riesgo de convertir su intento experimental de narrativa, una mezcla poco consistente de géneros o de planteamientos.
Tal vez por eso, el escritor Riley Sager no apuesta a la innovación en su novela Survive the Night, sino a la atmósfera. Una que además construye a través de premisas más o menos sencillas, que poco a poco profundiza por el método hábil de construir personajes complejos y tramposos. Pero Survive the Night es además, un cuidadoso ejercicio de estilo que crea un ingenioso recorrido a través del temor como músculo central de la narración. Se trata además, de un trayecto no sólo por el hecho del peligro y lo que acecha en un hilo conductor en apariencia simple, sino además, una serie de miradas audaces sobre giros argumentales basados en la sorpresa.
Para Sager, la percepción sobre lo que se oculta detrás de lo corriente o en todo caso, lo que sostiene la concepción de lo enigmático (o el enigma en sí) en un ámbito en apariencia normal, se traduce como una serie de pequeños retazos de información desordenados que poco a poco adquieren forma. El escritor, que a través de una docena de libros ha perfeccionado su sofisticada recreación de la habitual novela de suspenso con tintes detectivescos, logra con Survive the Night una nueva dimensión del usual misterio enhebrado en algo más perverso. Pero además de eso, transita algo más inusual: la capacidad de su historia para crear sus propios fragmentos de información y utilizar la metareferencia como un recurso válido. De modo que Sager además de escribir novelas de suspenso, también construye en cada una de ellas universos independientes, que funcionan de una manera elaborada y coherente.
En Survive the Night el efecto se hace incluso más desconcertante. La narración, que apenas incluye a dos personajes durante un viaje de carretera que tardará una noche entera en completarse, es también un escenario potente que construye una condición novedosa para la novela de suspenso actual. Sager no desea que el lector sienta empatía, cariño o preocupación por los personajes, sino que trate de analizar una y otra vez, las capas de información que sostienen el gran diálogo abierto que expande la concepción sobre el miedo. En Survive the Night, lo que acecha tiene el rostro sonriente de un hombre y una mujer común. Pero la experiencia inmersiva que el escritor logra a través de las docenas de detalles, expresiones y concepciones sobre la identidad de sus personajes, la forma en que construye el contexto que le rodea y en específico, como transcurre la historia, hace que Survive the Night convierta al lector en parte de lo que se narra y además, en una parte activa de una estructura narrativa llena de pistas falsas, espacios incompletos y percepciones sobre la moral, lo temible y lo desconcertante que se afianzan bajo una mirada minuciosa.
Uno de los grandes atributos de Sager es lograr que historias en apariencia rutinarias, muy gastadas o cliché resulten tan novedosas para desconcertar. Lo hace a través de un despliegue de acertadas decisiones argumentales que rompen el ritmo de todas sus narraciones en momentos por completo inesperado. Y Survive the Night lo hace al plantear una situación relatada docenas de ocasiones en distintas formas: una mujer llamada Charlie acepta compartir un viaje en automóvil con Josh, un hombre que apenas conoce. Sager no se toma el tiempo de describir el aspecto de él o ella. Solo sus diálogos, nerviosos y un poco desordenados. Ella le explica que regresa a Ohio debido a un duelo mayor. Él escucha con atención, expresa sus condolencias y trata de entender qué ha ocurrido, sin hacer preguntas que puedan incomodar a su pasajera. Durante los primeros capítulo, el libro no es otra cosa que una larga conversación ligera. Una que se entremezcla con varias ideas cada vez más extravagantes.
Charlie huye de la tensa situación el Campus de la universidad a la que pertenece, mientras un asesino está matando a mujeres de su edad. Josh escucha y durante algunos minutos, parece ponderar la posibilidad que Charlie exagere, esté asustada o sencillamente mienta sobre lo que cuenta. Entonces, ella le revela el motivo del viaje: una de las víctimas asesinadas fue su compañera de cuarto. Charlie escapa del miedo, la desazón y el terror de una situación que le supera. Josh está impresionado, desconcertado y consternado. ¿Cómo es que hasta ahora no ha escuchado o leído la menor noticia sobre algo semejante? Charlie insiste que la universidad oculta los crímenes, que la policía no tiene el menor indicio de quién puede ser el asesino. Los crímenes son pulcros escenarios sin ningún tipo de evidencia. Solo el cuerpo muerto de la mujer, con las manos atadas a la espalda y los ojos abiertos.
Entonces, la narración cambia de ritmo y tono, para que Charlie pueda expresar en voz alta su miedo. El terror que le produce el recuerdo de la habitación impecable, el cuerpo de su compañera de cuarto tendido en el suelo, el nudo firme y nítido que le ata las muñecas. Lo recuerda todo de manera atropellada para Josh. Relata los días previos de tensión, el miedo que le produce la mera posibilidad que algo así haya ocurrido en su vida cotidiana, tan corriente y plana “como para que no haya nada que contar, hasta que ahora, todo es impredecible” dice entre lágrimas. Josh se conmueve, extiende uno de sus brazos para tomar una caja de pañuelos de papel y Charlie nota sus manos impecables. Dedos largos y delicados. La mano que descansa en la rueda del volante, lleva guantes. Charlie recuerda entonces que uno de los policias con los que habló, dijo que el asesino actuaba con “inusual delicadeza”. Que sería un hombre del cual jamás sospecharía. Que podría ser cualquiera. Se vuelve para mirar a Josh. “De pronto, para Charlie es inevitable preguntarse quién es este hombre silencioso, que le ha permitido subir al coche, que apenas la mira, que conduce a la velocidad correcta, que tiene un rostro hermoso pero que no podría recordar después, porque en la penumbra apenas distinguirlo. A quién de hecho, encontró al final del camino del Campus, que parecía solo esperar. ¿Por qué subió al auto en primer lugar?”
Sager intenta una maniobra que en manos menos hábiles, habría resultado sin sentido e incluso, un deus ex machina a toda regla para elaborar una historia dentro de una historia. De pronto, es Josh que cuenta, como al extender a Charlie la caja llena de pañuelos de papel, nota los nudos que cierran el enorme abrigo que lleva. Nudos perfectos, pulcros. Josh comienza a conducir sin mirar a los lados, pero puede percibir la mirada de Charlie, que le observa con atención. Que le habla sobre las muertes. Que le explica el método una y otra vez. “¿No le pareció joven y desvalida, de pie en medio de la calzada? ¿De pie bajo las luces apagadas? Solo una chica, con los brazos colgando a los costados. Una chica que solo quería un aventón”. Josh se vuelve, mira los nudos fuertes, nudos que podrían atar muñecas y tobillos, piensa apresuradamente. ¿Por qué la dejó subir en primer lugar? Cuando el pensamiento le abruma, Charlie se vuelve para mirarlo y sonríe. Sonríe con una amplia sonrisa “sin alegría, sin expresión, sin otra cosa que una mueca en la cara extendida”.
El ojo del narrador vuelve entonces a Charlie, aterrorizada, afligida, aturdida. Con los ojos muy abiertos. Josh conduce con las manos abiertas sobre el círculo de hule del volante. Lo aferra con fuerza, parece cada vez más preocupado, nervioso e incómodo. “¿Es la conversación? ¿le recuerdo alguna cosa? ¿Es este hombre en apariencia amable es algo más de lo que muestra”. Charlie de inmediato se tacha de paranoica, se aterroriza por la posibilidad que el miedo le esté haciendo perder la cabeza. Pero Josh ahora conduce más de prisa, se interna en el bosque por un camino aledaño. “Tráfico, alega cuando Charlie le pregunta. ¿Tráfico? piensa ella, si apenas hemos visto un par de coches en medio de la larga autopista”. Se aferra a la manilla de la puerta, el corazón saltando en el pecho, los ojos llenos de lágrimas que Josh no puede ver.
Para Sager es sencillo combinar ambos puntos de vista con una facilidad asombrosa, pero también, con una habilidad que hace que para su segundo tramo Survive the Night sea inclasificable. Porque aunque continúa siendo una historia sencilla, es en realidad, capas de la misma narración, unidas entre sí entre dimensiones de la misma perspectiva. Con una prodigiosa capacidad para la tensión, el escritor logra que el lector no sepa quien de los personajes es que el poco fiable, quien está mintiendo, quién está exagerando, cual de los dos está cayendo en una trampa misteriosa y que no se revela de inmediato. Sager, especialista en crear atmósferas cada vez más complicadas y extrañas, añade poco a poco elementos a la línea argumental básica. Y mientras Josh conduce, con los brazos tensos sobre el volante y se niega a mirar a Charlie, ella comienza a ser cada vez más sospechosa, incomprensible e incluso, amenazante. ¿O lo es Josh, que apenas levanta el rostro hacia los charcos de luz de la carretera, que mira de un lado a otro, que evade las preguntas de su pasajera?
Para cuando el libro alcanza su electricidad última parte, Sager ha logrado que el argumento sea tan complejo como imprevisible. Una extrañísima colección de vueltas de tuerca que poco a poco, hacen más incomprensible el punto hacia el que se dirige la narración. Desde el hecho que Charlie comienza a sufrir lo que parecen alucinaciones — “lo que ocurre en su mente es casi tan real como el silencio ominoso y tenso dentro del automóvil — hasta el hecho que Josh, sea cada vez más extraño, en medio de las sombras de una carretera interminable que incluso, se hace brumosa en medio del juego de conjeturas y la forma en que el escritor desdibuja las líneas entre la realidad y la fantasía. Charlie podría solo mentir, Josh podría ser un asesino.
Incluso el viaje en carretera podría ser una imagen en la mente de uno de los personajes. “¿Estoy aquí? se pregunta Charlie o imagino esto, sentada al pie del fuego de mi casa en Ohio? ¿Estoy aquí o en la habitación de la universidad, aun aterrorizada, mirando el cuerpo de una mujer que podría incluso no existir?” Por su lado, Josh desaparece y aparece en la penumbra, una especie de juego de sombras por completo desconcertante y en especial, sin ningún tipo de sentido, más allá de la tensión sofocante, claustrofóbica y al final, ingeniosa que el escritor imprime a Survive the Night. Para cuando el misterio se revela — y Sager no lo hace sino hasta las últimas páginas — el lector se encuentra tan confundido y asombrado, como para intentar comprender el truco de magia que llevó a cabo Sager al crear de una trama básica, una estructura de suspenso que supera con creces cualquier predicción o teoría.
“El final solo es el final, piensa Charlie mientras la sonrisa llega de nuevo a su rostro y es es el gran dilema ¿qué es lo que esperamos encontrar?. Josh, a su lado, finalmente le mira al rostro. “Y aquí, al final de todas las cosas, hay un borde, un límite, un lugar sin espacio que puede ser la gran trampa final”. Para cuando el último párrafo llega, Survive the Night se convirtió en un perfecto mecanismo de intriga, en una burla cuidadosamente elaborada e incluso, en un recorrido extravagante hacia la raíz misma de lo que hace poderoso una narración de suspenso. Quizás, su mayor mérito.