Crónicas de los hijos de Hades
Los horrores mínimos, monstruosos y voraces que esconde la naturaleza humana (Parte III)
(Puedes leer la parte II aquí y la I aquí)
Pero ¿puede la Hagsploitation trasladarse a lugares más incómodos y crueles? Un ejemplo de la percepción del cuerpo — su deterioro, vejez y dolor — como parte de los horrores, es la forma como el cine muestra la enfermedad y procesos crónicos deformantes. Una exploración sobre la dolencia física y degenerativa, también como un estrato indeseable e incluso, en el espacio de la percepción de criaturas abominables y temibles. Todo, desde la concepción de la enfermedad como una fuerza siniestra capaz de transformar el mal en un hecho tangible y violento, incontrolable y a menudo, pernicioso.
Una de las miradas más duras sobre el tema, se encuentra en la adaptación de Pet Sematary (1989) de Mary Lambert, en la que el personaje de Zelda (interpretado por el contorsionista Andrew Hubatsek), es la encarnación de un terror infantil. De la misma forma que en el libro homónimo, el personaje padece de meningitis espinal. Pero para Rachel Creed (Denise Crosby), su hermana fallecida es un espectro que simboliza la muerte.
También, los horrores que se vinculan a las dimensiones más temibles, retorcidas y violentas de la naturaleza humana. De hecho, Zelda — que solo aparece en forma de flashbacks o como un fantasma apenas entrevisto en la oscuridad — es la forma metafórica de Rachel de expresar su profunda tanatofobia y angustia por la mera posibilidad de cualquier dolencia física. El guion, que utiliza los mismos recursos del libro homónimo para convertir a Zelda en una criatura misteriosa y atroz, utiliza su enfermedad como punto de partida para su transformación en una criatura temible.
Tanto, que el personaje de Rachel deja claro que la enfermedad de Zelda y no su hermana como pariente, es la encarnación de todas sus pesadillas y lugares oscuras de su mente. “Quería que muriera, lo deseaba desesperadamente. Lo necesitaba. ¿Eso me hace mala?” dice tanto la Rachel literaria como su versión cinematográfica.
La pregunta surge a medida que el personaje se cuestiona su relación con el sufrimiento de su hermana y su capacidad para asumir que la decadencia corporal puede ser una siniestra mirada a las sombras espirituales. La línea entre la forma de comprender a Rachel como víctima de una infancia aplastada bajo un trauma y la concepción del film sobre el mal, en la forma del padecimiento de Zelda es difusa y confusa.
Los terrores y los dolores en el ámbito del terror
¿Qué tan lícito es usar una discapacidad para apuntalar la maldad o cualquier caso, la cualidad de las tinieblas interiores en un personaje? Desde el origen mismo de hagsploitation en la película ¿Qué le pasó a Baby Jane?, la idea es complicada por su multiplicidad de interpretaciones. Blanche (Joan Crawford) que es torturada y violentada por su hermana Baby Jane (Bette Davis), es, también, una criatura ambigua. Una que la película sugiere podría merecer el maltrato y el horror. Pero a la vez, que se manifiesta como un catalizador de un tipo de monstruosidad voraz y silencioso que se extiende de forma infecciosa en toda la película.
Pero más allá que símbolos del mal, los personajes con discapacidades en el cine de terror, son la puerta abierta hacia los fenómenos más duros y misteriosos. En la reciente serie Chucky, Nica (Fiona Dourif ) se encuentra en una silla de ruedas, pero no es un hecho que forme parte de su contexto, sino un vehículo para comprender el horror. O en cualquier caso, para mostrar como lo misterioso puede expresarse a través de la debilidad física o la concepción de la minusvalía, como un elemento que hace más sencillo el ataque de lo sobrenatural.
A menudo, la discapacidad es otra vertiente de la hagsploitation, en la que el personaje femenino, se convierte en una criatura monstruosa y temible a través de sus dolencias. Algo que M. Night Shyamalan utilizó en Old (2021), cuando convirtió al personaje de Chrystal (Abbey Lee Kershaw), en una criatura temible a medida que el fenómeno del tiempo en que se encuentra atrapada deformó y destruyó su cuerpo. En la trama, el tiempo es un enemigo a vencer, pero es el personaje de Lee Kershaw, el que muestra con mayor claridad la forma en que el horror se expresa en la deformidad que sufre y no en la situación que atraviesa.
Las sombras inquietantes del cuerpo incontrolable
Incluso, en la versión del 2019 de Pet Sematary, la idea de Zelda como una criatura terrorífica es incluso más temible. Convertida en alguna más que una paciente y transformada en un monstruo sin matices, el film la usa como hilo conductor de lo misterioso que sobrevendrá después. Zelda, es la puerta abierta (para Rachel y el argumento) de lo sobrenatural, de lo temible enlazado y construido como una versión inquietante y siniestra sobre los horrores que esperan más allá del velo de la muerte.
En la versión de la década de los ochenta, se hacía un leve hincapié en el hecho que el personaje era una paciente de un padecimiento crónico cuya salud mental decayó casi de manera trágica. Pero en la adaptación más reciente, el mal es la encarnación de pequeños horrores cotidianos. Zelda, de nuevo, es el epítome de un tipo de versión escalofriante sobre el bien y el mal. Una tan amplia como poco precisa, pero que converge en su padecimiento y también, en la necesidad de Rachel de extrapolar el terror infantil con un trauma mayor, transformado en espacio para lo misterioso.
Desde la muerte a la enfermedad, lo que incluye la muerte de uno de los personajes infantiles de la película, hasta el recuerdo de los padecimientos infantiles de Rachel. Zelda encarna y simboliza lo temible como una serie de espeluznantes ideas sobre el cuerpo desvirtuado y malherido. Mucho más, cuando se convierte en exhibición de un tipo de escarnio, que además, conlleva al sufrimiento total y devastador. Un punto controvertido que convierte a la hagsploitation, con toda su búsqueda de la mirada al cuerpo humano como terreno del miedo definitivo, en un discurso insistente sobre la forma en nuestra cultura consume su temor a las visiones más dolorosas y con frecuencia, deshumanizadas, sobre los temores colectivos más profundos.