Crónicas de la Nerd Entusiasta:
¿Por qué “Annabelle: Comes Homes” es una necesaria bocanada de aire fresco para la franquicia de “The Conjuring”?
Como fenómeno, la franquicia basada en el universo creado por el director James Wan para The Conjuring (2013), es la más consistente del género del terror. O al menos, la que ha hecho el mejor intento por analizar lo terrorífico en el cine desde una perspectiva por completo moderna. Con su carga considerable de referencias, cuidado lenguaje visual y un concepto sobre el miedo que va desde el absurdo a lo simbólico, la saga — que ya cuenta con siete películas y tres por estrenarse — recorre todos los matices del miedo y le otorga una nueva dimensión. Annabelle Comes Home de Gary Dauberman completa esa retrospectiva a través del género hasta llegar a lo que es quizás, su registro más juvenil, tramposo e incluso divertido. Y aunque no parezca serlo, es sin duda lo que la franquicia necesitaba para sostener su singular — y hasta ahora efectivo — discurso argumental.
Como el spin off que es, Annabelle Comes Home depende por completo del resto de las películas del Universo al que pertenece para profundizar en su planteamiento, pero también tiene una cierta independencia narrativa que le brinda un vigor como film único. No es necesario que el espectador esté al tanto de los acontecimientos de la olvidable Annabelle (John R. Leonetti — 2014) y la interesante Annabelle: Creation (David F. Sandberg — 2017) para seguir los más recientes sucesos de la entrega y eso es algo de agradecer. La película se sostiene gracias a un guión — también firmado por Gary Dauberman — que utiliza dimensiones de la mitología asociada a la franquicia, para crear toda una nueva versión sobre su historia. El film es un tributo desprejuiciado a la identidad del cine de terror actual: con sus sobresaltos prefabricados, uso de la luz y la sombra como acento dramático y sobre todo, la autoconsciencia desprejuiciada sobre el absurdo, Dauberman se toma el atrevimiento de dotar de un raro sentido del humor a una franquicia que por lo general, se toma demasiado en serio. Si a eso añadimos que la película es un vehículo ideal para presentar a nuevos personajes y dotar de dimensionalidad a otros del universo, Annabelle: Comes Home resulta una sorpresa por su ingeniosa cualidad inclasificable.
Ubicada inmediatamente después de su anterior secuela/precuela, la película de Dauberman cruza la cronología de The Conjuring I y II, sin que muestre con exactitud en qué punto temporal ocurre la historia. Tampoco importa demasiado: el director toma las capas de tiempo superpuestas y las ordena de manera astuta, para rellenar los blancos de información de las películas anteriores. Durante sus primeros minutos, el guión explica la naturaleza del mal — desde el punto de vista judeocristiano del argumento . y como la muñeca Annabelle es un conducto adecuado no sólo para conducir todo tipo de energías sobrenaturales, sino además permitir que puedan alcanzar el mundo de los vivos. La explicación pone además en contexto, la existencia misma de uno de los elementos más curiosos de la saga de James Wan: ese sótano repleto de objetos misteriosos que los Warren guardan con celo y que hasta ahora, había sido poco menos que un puñado de escenas interesantes que mostrar. Pero Dauberman toma la decisión de mover el foco argumental de los personajes de la franquicia hacia sus líneas mitológicas más reconocibles y es esa primera decisión, lo que brinda interés al resto del argumento de la película.
Es evidente que para Dauberman, el terror subyace en lo que no se muestra de inmediato, una perspectiva acertada en una película en que la mayor parte de la trama se enfoca en objetos inanimados. Hay una línea de hechos que se entrecruzan entre sí para sostener la posibilidad que el mal — o el miedo — pueda mostrarse como una consecuencia y no como un hecho que sea el resultado de lo que se muestra en pantalla. De modo que dedica un buen número de escenas a dotar a la atmósfera de un aire enrarecido tan eficaz que por momentos resulta artificioso. Si Wan es un experto en el uso de planos secuencias en medio de las sombras y subidones de sonido para causar sobresaltos, Dauberman utiliza los largos silencios y los pequeños susurros de fondo para lograr lo mismo. En Annabelle: Comes Home lo terrorífico subyace a la periferia y se oculta detrás de figuras, máscaras y muebles que sin el adecuado uso de los recursos visuales — y buen sentido del clima — serían sólo eso. Pero el film remontar esta dificultad narrativa y logra vincular la narración de fondo con algo más elaborado y singular.
Sin duda, la mayor dificultad a la que se enfrenta Annabelle: Comes Home es lo predecible de la línea de eventos que debe ensamblar, no sólo en la historia del film, sino como nexo con el resto de las películas del universo. Tanto el trailer como la premisa en general, carecen de originalidad y es notorio que Dauberman se enfrenta a la salvedad como puede, no siempre con brillantes resultados pero sí con el suficiente ingenio como para mantener el interés. Enfocada en Judy — la hija de Lorraine y Ed Warren — el guión debe superar el escollo de aburrir al público por lo artificioso de lo que cuenta — que lo es — o sólo por el hecho, de mostrar un microuniverso que gravita alrededor de todo tipo de trucos de efecto, que podrían no resultar del todo. Pero de algún modo un tanto desordenado, el conjunto funciona y el film combina todo tipo de elementos para crear una extraña secuencia de escenas caóticas sobre el miedo. Por extraño que parezca, el objetivo de Annabelle: Comes Home es hacer al espectador muy consciente que lo que aterroriza es un espectáculo sensorial confuso y por momentos, abrumador. Pero a pesar de todo, divertido.
Y diverte: resulta toda una revelación la capacidad de Annabelle: Comes Home para burlarse de su formato, la franquicia de la cual procede e incluso, el cine de terror adolescente al que rinde un discreto tributo. Lo más asombroso del film es que logra hacerlo sin caer en la autoparodia y la caricaturización: El guión carece de vanidad y ese es quizás el motivo por el cual, a pesar de no desafiar expectativas o ser un producto del todo efectivo, logra tener un inteligente desempeño como entretenimiento en estado puro. Es evidente que Dauberman sabe que aterrorizar con las herramientas de las que dispone no será del todo sencillo, de forma que toma un camino alternativo que sorprende por su buen sentido del espectáculo.
Claro está, el interés de toda la trama está en ese Museo del Horror que los Warren custodian y que hasta ahora, había pasado de puntillas en varias de las escenas periféricas de las películas más emblemáticas de la franquicia. Ahora, la colección de objetos malignos de los Warren tienen su gran momento y Dauberman lo aprovecha por completo: una vez que los Warren salen de escena — Vera Farmiga y Patrick Wilson tienen la inteligencia suficiente para asumir a sus personajes desde cierta informalidad — el mal residual y latente que vive en el sótano de la casa de la pareja de médiums se convierte en el protagonista absoluto de la pantalla. Un momento que la mayoría de los fanáticos aguardan desde la primera gran aparición de la colección Warren en la escena final de la historia de los Perron. ¿Como desafiar semejantes expectativas?
Es notorio que Dauberman se lo plantea desde la imposibilidad y dedica una larga secuencia a mostrar los objetos que sin duda, esconden monstruos, fantasmas y ghouls en su interior. Para la ocasión, el diseño de producción prestó especial atención al registro histórico y a los detalles étnicos — los objetos tienen un atractivo aspecto antiguo y peligroso — además, de brindar una interesante mirada a cada objeto por separado. Es esa atención casi obsesiva al detalle, lo que hace que una vez comience a suceder todo tipo de fenómenos inexplicables, la película continúe siendo creíble, como si la suspensión de la incredulidad dependiera en esta ocasión de un pacto visual entre el espectador y la película: ¿Me gusta lo que veo? Entonces lo creo.
Aun así, Dauberman no logra remontar el hecho que la película debe encajar en un tipo de formato que por necesidad, no es original. Después de todo ¿Cuántas permutaciones de “objeto se mueve solo”, “testigo aterrorizado que corre” y “manifestación maligna” puede soportar una sola película? El sentido del horror está allí — y bien utilizado — pero no del todo efectivo. Es entonces cuando el humor — no del todo evidente, enfocado hacia el miedo como entretenimiento directo — logra solventar — o al menos, intentarlo — los momentos más torpes del guión, que persigue a Judy y sus amigas en una carrera enloquecida para escapar de máscaras, vestidos de novia, monedas funerarias, muñecas animadas y demonios ocultos en la oscuridad.
Es evidente que a Dauberman le llevó esfuerzo sostener una película con una premisa tan poco eficiente, pero el director y guionista ya es un experto en historias extravagantes con un alto contenido humano. También, aprende de sus errores: del guión plano y tedioso de Annabelle, la severa y superficial mirada al miedo rural de The Nun, Dauberman alcanzó un nuevo nivel de inteligencia argumental que le permitió soslayar las posibles fallas narrativas de Annabelle Comes Home en una película con una singular identidad. Sin romper moldes o crear nada novedoso, es efectiva a su modo e inteligente desde su pequeña construcción del horror periférico, lo que es todo un logro por sí mismo.
La película además, abre una puerta sugerente al Universo de The Conjuring: la posibilidad de extrapolar todas las historias que se interconectan en el Universo en un gigantesco crossover que se adivina en las mejores escenas de la película. Sin la arrogancia fatua de The Nun y carente del drama étnico de La Maldición de la Llorona, Annabelle: Comes Home es un escenario abierto para cualquier interpretación. A mitad de camino entre una serie B a toda regla y una de las modernas fantasías de terror adolescente de la productora Blumhouse, la película asume su condición de producto menor y disfruta haciéndolo.
La saga The Conjuring ha evitado con mucho cuidado la repetición y también, rozar el peligroso tedio argumental por el que toda franquicia atraviesa de tanto en tanto. En Annabelle: Come Home es evidente esa necesidad de renovación y el experimento funciona con la suficiente fuerza como para que la película actúe como puente entre las películas más profundas del universo y las más flojas. Además, con una evidente intención de dotar de tridimensionalidad a sus personajes, la nueva entrega de la saga profundiza y mira con sorprendente amabilidad la vida doméstica de sus personajes principales: Judy es la encarnación de la “otra vida” de los Warren, que además de expertos exorcistas y cazadores de fantasmas, son padres y también, llevan una vida en común. El pequeño matiz crea una sensación de unidad con el resto de las películas y especula sobre qué otros contextos podría analizar a partir de esa reflexión sobre el “todo los días” de sus rostros más emblemáticos. ¿Veremos un día qué ocurrió con las niñas huérfanas de Annabelle: Creation? ¿O seguiremos la historia de las monjas sobrevivientes en The Nun? De pronto, el abanico de posibilidades es amplio y reviste un interés gradual. ¿Podría llegar la saga a un nivel de madurez lo suficiente como para recorrer sus propios caminos internos sin depender de otra cosa que las historias en paralelo?
Por ahora, la especulación tiene un intrigante génesis: Judy Warren encarna todas las posibilidades de un universo rico en secundarios de lujo que se entrecruzan con el contexto más amplio de la saga. Dauberman además, brinda u personalidad a sus horrorizadas adolescentes, lo que evita sean sólo un grupo de rostros borrosos a quienes todas las encarnaciones del mal persiguen de un lugar a otro. Además, el guión se libera de la etiqueta de “sucesos basados en la vida real”, por lo que por primera vez, las líneas narrativas más cercanas a las historias originales, tienen una libertad completa para crear y exceder el fino límite de lo creíble. En Annabelle: Comes Home el miedo reluce como una capa de lustrosa excentricidad: la paradoja sobre el absurdo evita caer en lugares comunes, por lo que las persecuciones, portazos, llantos, terrores tiene un hilo conductor consistente y bien construido que favorece cierta medida de asombro.
Quizás, ese es el mayor logro de esta película de terror que no pretende asustar de inmediato: tiene un ritmo rápido que la separa por completo de desastres argumentales como La Maldición de La Llorona o los pequeños problemas de estructura que restaron efectividad a The Conjuring II. La actividad paranormal está allí, el centro sobrenatural lo es todo, pero también hay una conciencia muy clara sobre el valor de sus personajes como vínculo entre todas las historias, algo que Dauberman explota con buen pulso y una considerable inteligencia creativa.
Annabelle: Comes Homes también utiliza la imaginaria relacionada a todo tipo de eventos terroríficos a favor de expandir los alcances de la película, lo que evita pueda ser sólo una historia sobre objetos poseídos que cobran vida en una sucesión atropellada de eventos. Para Dauberman es de enorme importancia que cada nueva criatura o fenómeno, tenga una carga narrativa considerable, lo que convierte las apariciones en pequeños golpes de efecto bien pensados y mejor narrados. Desde el vestido de novia animado por un espíritu que puede moverse a través de las sombras y los reflejos, el Hellhound capaz de poseer a cualquier objeto y tomar diferentes formas, el Ferryman que roba almas, la misteriosa armadura de Samurai que guarda una enigmática y sangrienta historia hasta la habitación misma (esa especie de casa de resonancia de todo tipo de fuerzas sobrenaturales), cuyos objetos tienen todo tipo de propiedades temibles, lo sobrenatural en Annabelle: Comes Home es en realidad un conjunto bien equilibrado de ideas que mezcladas entre sí, funcionan con la suficiente efectividad como para crear algo más que un espectáculo de sobresaltos. Con su aire burlón, siniestro y efectivo, la película es una demostración que la franquicia de The Conjuring comienza a reinventarse en busca de nuevas formas de reflexionar el terror y lo logra, con considerable inteligencia.