Crónicas de la lectora devota
The Vanishing Half de Brit Bennett
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Para Toni Morrison, la raza es un vinculo con la historia colectiva, una encuentro con la forma en que comprendemos la identidad y las conexiones que nos unen a la cultura a la que pertenecemos. De hecho, en uno de sus numerosos ensayos sobre raza y memoria — tema que obsesionó a la escritora por buena parte de su vida literaria — escribió acerca de lo que llamo “el estrés de recordar, su inevitabilidad” pero también meditó, en un tono incisivo “las posibilidades de liberación que se encuentran dentro del proceso”. Se trata de un ejercicio sobre la necesidad de ordenar las piezas que permiten reflexionar sobre quienes somos y el peso de la individualidad, más allá del contexto y de la época ea la que pertenecemos.
La escritora Brit Bennett, medita sobre versiones semejante del recuerdo y la memoria colectiva en su libro The Vanishing Half, en el que utiliza el recurso de la metáfora y la simbología, para profundizar sobre la presión cultural del racismo y también, sobre la forma como las heridas más profundas de una tragedia histórica de semejante envergadura, aún continúan siendo parte esencial del cómo se analiza la cultura afroamericana. No se trata de un texto sencillo — aunque aparenta serlo — sino en realidad, un audaz recorrido por las implicaciones del peso de la esclavitud y el racismo en la forma en que se concibe la sociedad norteamericana, rota y enfrentada a sus espectros más dolorosos cuyo origen parece ser inequívoco. La novela, escrita en clave de ficción y con la percepción de la fantasía como hilo conductor de algo más amplio, traduce el sufrimiento del hombre americano afrodescendiente como parte de una concepción más amplia acerca la pérdida de un hilo conductor a un pasado en común. Un testimonio abrumador sobre la tentativa cultural de elaborar una hipótesis que englobe a la raza — y las nociones que convergen sobre ella — como líneas inquietantes sobre quienes somos o cómo concebimos lo que nos define.
La novela de Bennett analiza la percepción sobre el mestizaje en Norteamérica, desde una óptica dura que además, reflexiona sobre la forma en que el país comprende la raza, la herencia y el nudo central de la pertenencia. Con su mezcla de crónica, relato familiar y una mirada dolorosa a la sociedad del país como parte de un interminable proceso de aceptación de sus diferencias, The Vanishing Half es una cuidadosa alegoría sobre la percepción del origen étnico y también, de una percepción más complicada sobre la cultura de un país racista. Bennett muestra el color de la piel de sus personajes — “Jamás podría pasar por blanco, pero tampoco por negro” insiste uno de ellos en los primeros párrafos del libro — como una frontera, en la forma de enlazar la idea de la discriminación con algo culturalmente más incómodo. Sin duda, EEUU ha logrado visibilizar la idea del debate social al que se enfrenta desde hace más de un siglo, pero aun así, las heridas no curan del todo. En su libro, Bennett logra elaborar un cuidado discurso acerca de la percepción de los lugares grises e incómodos del país, no sólo a través de su capacidad para dar sentido y forma a un espacio marginal que pocas veces se mira a través de la literatura, sino también, de la concepción del bien y el mal moral en una forma de crítica hacia el prejuicio sistémico como parte de algo mayor y mucho más amargo.
La percepción del racismo en norteamérica es un tema duro y la mayoría de las veces, con cientos de implicaciones distintas. Desde sus primeros capítulos — que Bennett utiliza como prólogo sutil del centro de su narración — la vida de dos hermanas gemelas de piel “clara” — matiz que la escritora desliza con una evidente intención — tiene todos los elementos de una vida corriente y sin mayores sobresaltos. Ambas van a la secundaria, disfrutan con el grupo de amigos que frecuentan, se enamoran y aspiran a un futuro fuera del pequeño puedo de Mallard, un nombre genérico para un lugar que podría encontrarse en cualquier estado de la Norteamérica profunda. Corre el año 1950 y tanto Desiree — audaz, enérgica y malhumorada — como Stella — tímida, silenciosa y fuerte — se enfrentan a la posibilidad del mundo más allá de las puertas abiertas del instituto. Las gemelas Vigne son nietas de un hombre acaudalado y en teoría podrían disfrutar, antes o después, de los privilegios del dinero, quizás en una ciudad muy lejos del pueblo modesto en que nacieron. Pero muy pronto, Bennett deja claro que hay una versión dura y compleja sobre lo cotidiano para las hermanas: Una de ellas tiene el cabello sedoso, ojos claros y a pesar de sus facciones afroamericanas, podría pasar por blanca, mientras que su gemela no. La línea que divide las vivencias de una y otra, bien podría ser el reflejo de una cultura que se mira desde dos extremos y a la vez, se comprende desde una retorcida concepción de la diferencia. Para bien o para mal, el futuro de Desiree — con su piel “tan clara que casi no levanta sospechas” dice el personaje mientras se maquilla frente al espejo — será por completo distinta a la de Stella, que tiene el cabello crespo y la nariz ancha — “tan fea como vergonzosa” se dice a sí misma, con una mano sobre el rostro — y la diferencia radica en esencia, en la forma en que Mallard las percibe en la diferencia y de hecho, en la forma en que mira a la pequeña comunidad afroamericana del pueblo.
Resulta inquietante, la forma en que Bennett logra conjugar la idea de la apariencia de sus personajes, para reflexionar sobre el discurso de odio y clasismo estadounidense, desde un extremo que pocas veces se toca. Mientras Desiree es invitada a fiestas, tiene un numeroso grupo de amigas y “de vez en cuando” le admiten en algunos lugares de la ciudad, restringuidos por las leyes de segregación, Stella debe lidiar con el miedo y la confusión de su condición mestiza. “Quisiera ser negra, de piel tan azul que resultara inconfundible” escribe en su diario, con las manos temblorosas de furia e incomodidad. “Podría evitar que me miren en dos ocasiones, una para sonreír y otra para dejar de hacerlo, al descubrir mi raza” explica. La vida de Stella transcurre a una distancia considerable de la de su hermana. Ambas, son satélites de un núcleo incómodo de discriminación que ninguna comprende de todo. Desiree se enfurece con la timidez de su gemela, mientras que Stella por la ceguera de su hermana. “Es una mascota de los blancos, que sienten son amables por permitirle ser blanca de vez en cuando” explica con cínico y despiadado pragmatismo entre las páginas privadas.
Por supuesto, la percepción de Bennett es radicalmente distinta a la de otros libros recientes — en especial los que suponen una línea inevitable entre negros y blancos — pero aun así, resulta doloroso en su recorrido por espacios sociales que el país en que nació ignora y esconde debajo de capas de estigma social. Se trata de un recorrido que visto a la distancia, tiene un rasgo audaz y también, algo de revisión histórica. Porque las gemelas, que al principio de la novela son sólo dos adolescentes que atraviesan el ritual de paso de la secundaria, de la mirada al futuro, del primer amor, también son victimas de fuerzas y presiones que no sólo no comprenden del todo, sino que llevan a cuestas en una invisible y absurda mirada sobre el individuo en un país violento.
Pero en The Vanishing Half nada es sencillo ni permanece oculto por demasiado tiempo. Pronto, la autora comienza a revelar a fragmentos el mundo que rodea a las hermanas y también, los horrores que esconden: su padre fue asesinado por una turba enardecida cuando ambas eran niñas y su madre — blanca y la hija menor de una familia acaudalada — tuvo que volver a la casa paterna como menos que una criada, cuando la pobreza la superó y fue incapaz de mantener a sus hijas. Convertida en una paria, la madre debió enfrentar un tipo de segregación retorcida que las hijas apenas comprenden a la distancia. La circunstancia se hace más dura y compleja, a medida que Stella debe sufrir la vergüenza de la muerte ignominiosa de su padre y Desiree asumir el hecho, que a pesar del color de piel de su madre — y el suyo — es en realidad una marginada, excluida por un sistema que no comprende, que le limita y contra el que no puede luchar.
“A veces creo que nacer con la piel negra es una habitación oscura, en la que tropiezas con cada cosa que temes y al final, te encuentras contigo misma” escribe Stella, luego que Desiree lograra obtener el titulo de secundaria, mientras ella continúa batallando con las miradas reprobadoras de profesores, sus juicios inmediatos y con el aislamiento inevitable de una vida a la periferia. “La piel oscura es dolorosa” se dice a si misma, cuando su madre y su hermana son invitadas a uno de los grandes bailes del pueblo, de la misma manera que ella es ignorada. Por una vez, Stella se rebela a lo que parece inevitable. La discusión familiar se hace insoportable, violenta, enorme y al final, de una amargura tenebrosa. “No puedo hacer otra cosa que protegerte” dice la madre, aterrorizada y enfurecida por las lágrimas de la hija. “Eres negra, no podemos hacer otra cosa” insiste Desiree. La frase parece resumir los años de silencio y miedo en la casa del abuelo paterno, la vida en sombras en medio de una propiedad extraordinaria y lujosa. Paracuando alcanza la mitad del libro, Bennett muestra los verdaderos dolores y terrores escondidos detrás de la vida en apariencia normal de las gemelas.
Claro está, se trata de un giro audaz, brillante y sorprendente sobre una situación que Bennett, afroamericana con parientes blancos, sufre en carne propia. En más de una ocasión, la novelista ha comentado que sus vivencias como “mestiza” sostienen sus historias, aunque la elaborada percepción sobre lo moral y lo cultural de sus obras, es mucho más que una denuncia. Sobre todo en la actualidad, cuando el discurso de Donald Trump reavivó preocupantes discusiones y análisis sobre el tema. Pero más allá de lo que está ocurriendo entre los votantes, la discusión pública sobre el lenguaje presidencial y la forma en que se analiza el prejuicio en la arena cultural, el racismo es una herida invisible que presiona acerca de cómo se comprende la identidad de EEUU. Lo cual es sin duda, una dolorosa percepción de la brecha histórica que separa a los ciudadanos y se convierte en una amarga concepción del país como terreno hostil intelectual.
The Vanishing Half es una mirada contemporánea y a la distancia histórica, del prejuicio como parte de la concepción del bien y del mal en un país fragmentado por una batalla ideológica, incómoda y evidente. La discusión sobre lo racial en la historia de EEUU, se hace más complicada de analizar a medida que sus implicaciones se extienden en todas direcciones — legales, sociales, demográficas — y afectan un sustrato sensible difícil de definir a primera vista. Para buena parte de los norteamericanos blancos, el hecho del racismo es un debate que incorpora cierta culpa histórica. Recientemente, el Senador republicano Mitch McConnell dejó muy claro durante el debate de la ley HR.40 — que contempla reparar, visibilizar y brindar un matiz mucho más profundo a los hechos relacionados con la esclavitud y discriminación legal — que la percepción de la violencia racial está muy lejos de ser comprendida en toda su magnitud. “No creo que las reparaciones por algo que sucedió hace 150 años y de los cuales ninguno de los que vivimos actualmente sean responsables, sea una buena idea” insistió durante la audiencia previa al debate “Tratamos de lidiar con nuestro pecado original de esclavitud luchando en una guerra civil, aprobando una legislación histórica sobre derechos civiles. Elegimos un presidente afroamericano”.
El Senador por supuesto, puso en palabras el sentimiento de pura incomodidad de una buena parte de los norteamericanos, para quienes todo lo relacionado con la discriminación es un debate invisible en el que no necesitan participar. Bennett retoma el tema y crea en su novela, una percepción sobre la forma en que la cultura estadounidense mira y reflexiona sobre sus propias ideas, elaboradas y contenidas a través de un recorrido tenebroso hacia la discriminación como una forma grotesca de prejuicio. De la misma forma que McConnell articuló la distancia intelectual con que se suele reflexionar sobre la discriminación como axioma, Bennett construye un recorrido inquietante por los lugares ocultos de un país obsesionado con su identidad, pero en especial, con la trascendencia de sus errores culturales y pesares políticos. El llamado “colorismo” que es no es otra cosa que una versión sutil pero igualmente degradante del racismo, es una forma de expresar la retorcida concepción sobre la identidad: Desiree en algunas partes del país sería negra, pero en Mallard, bajo el apellido familiar y protegida por la concepción diminuta de lo social bajo determinados límites, es una mujer que pueda aspirar al mundo de los blancos, frecuentarlo incluso, sin pertenecer jamás a él. Por su lado, Stella es una mujer negra que los blancos miran sobre el hombro y a quienes los afroamericanos del pueblo no toleran. “No hay un lugar para mí: eso es aun más doloroso que sólo no existir” escribe, luego de mirar a su madre y a su hermana reír en la terraza de un restaurante al que no tiene permitido entrar. Mestiza, sometida al arbitrio del racismo, Stella finalmente decide huir,
El futuro de las gemelas, tiene algo de punzante noción sobre el país que las espera más allá de los límites del pueblo. Stella se muda a Washington, D.C., en donde asume su condición de mujer negra. Poco después, llegará Desiree, que asume su lugar como “mujer parda” y termina por contraer matrimonio con un hombre blanco. Ambas terminarán por mirarse una a la otra desde extremos distintos de la calle, en una cruel paradoja de sus vidas que sostendrá, antes o después, la metáfora central de The Vanishing Half: Stella, con el cabello crespo suelto y visible, camina con el hombre de piel negra con el que vive. Al otro lado, Desiree baja del coche lujoso del marido que la maltrata. Ambas se miran desde extremos opuestos del extremo, estremecidas con la posibilidad de reconocerse, con la impaciencia de alejarse del recuerdo de algo que desean olvidar. “La vi y comprendí lo lejos que estábamos una de la otra, antes o después” escribe Stella, con el pulso tembloroso. Más tarde, Desiree soñará con la hermana negra y despertará aturdida, temerosa. El hombre que duerme a su lado, no conoce la existencia de su hermana, su vida en Mallard y mucho menos, la dolorosa realidad de su vida escindida.
Al final, The Vanishing Half, es un tapiz creíble sobre la visión del miedo y la angustia existencial, de la incapacidad para separar la certidumbre de la persecución y la esperanza del hecho de la discriminación. Bennett además utiliza el tapiz de terrores y deseos para analizar a la Norteamérica actual a la distancia, desde cierta perspectiva durísima y angustiada. La escritora los tópicos universales y crea una percepción sobre la verdad y lo analítico que se sostiene sobre su sinceridad. Quizás, por se motivo el rasgo más reconocible de la historia sea su sabor metafórico, su mirada existencialista y rabiosamente sincera, que construye y evade lugares comunes. A la manera de los grandes testimonios personales, la novela transita el terreno del narrador que observa asombrado lo que ocurre a su alrededor, pero también, desde cierta angustia persistente sobre los dolores ocultos entre los trasfondos invisibles de la historia.