Crónicas de la lectora devota:

Amnesty de Aravind Adiga

Aglaia Berlutti
11 min readFeb 28, 2020

Durante la última década (y mucho más, desde la llegada de Donald Trump al poder y el resurgir de corrientes de ultraderecha en Europa), la emigración se convirtió en un tema de estado incómodo. Uno que se encuentra en medio de un debate político que muchas veces no analiza el centro mismo de su importancia e implicaciones. Para la gran mayoría de los gobiernos que deben lidiar con crisis migratorias a gran escala — ya sea por refugiados o por ser un canal histórico para el paso de emigrantes — lo hacen desde la frialdad del análisis estadístico, legal o metódico. O en el mejor de los casos, en la búsqueda de una solución viable y sostenible, que incluya políticas más o menos humanitarias sobre la circunstancia. Pocas veces, el emigrante es el centro del debate. En muy pocas ocasiones, es el objetivo y centro motor de cualquier búsqueda de alternativas al problema.

Amnesty, la nueva novela del escritor indio Aravind Adiga, reflexiona sobre la emigración, pero también, sobre la necesidad de construir una identidad a través del lugar en que se vive, una condición que convierte a la geografía y a los desplazamientos históricos en una memoria colectiva de enorme valor simbólico. La historia cuenta como Danny, un joven srilanqués que se encuentra en Australia como estudiante y pierde su estatus como residente, debe enfrentarse a la disyuntiva entre la posibilidad de ser deportado u obedecer el sentido de la justicia que le atormenta. Entre ambas cosas, Danny es una víctima del sistema, que a la vez, condiciona la necesidad de sobrevivir — o en el mejor de los casos, de asumir la naturaleza del desarraigo legal y moral — a una mirada mucho más amplia sobre su individualidad. De pronto, Danny no es sólo un hombre en mitad de una situación desesperada, sino también una estadística y el rostro de un submundo en que la emigración se convierte en una versión incómoda de la realidad. Por supuesto, Adiga también reflexiona sobre el impulso migratorio — lo que provocó y provoca las grandes oleadas migratorias — pero sobre todo, la percepción del dolor individual del emigrante, la pérdida y el desarraigo convertidos en un estatus legal imposible de definir de manera sencilla. En un análisis pormenorizado, elabora un mapa de ruta para comprender el fenómeno de la migración de nuestro siglo (tan diferente al de cualquier otra época) y cómo debe interpretarse. A través de Danny, Adiga dialoga con las diferentes consecuencias de la emigración en un recorrido cuidadoso sobre la necesidad de transformación de la cultura y cómo influye ese instinto primitivo de traslado, con el rostro cultural contemporáneo.

Por supuesto, Adiga juega con la ambigüedad a la que debe enfrentarse Danny, para profundizar sobre el fenómeno de la población que la ley margina y convierte, en números estadísticos para los que no existe una condición o definición clara. A medida que la novela avanza y la situación del personaje se hace más precaria, la gran pregunta que propone Adiga apunta en dirección a un cuestionamiento incómodo: ¿Cómo asimila nuestro cultura el hecho de la migración que no nos resulta útil como conglomerado? Adiga juega de forma despiadada con los símbolos y la connotación retorcida del estatus migratorio para reflexionar sobre algo más duro ¿Qué ocurre con los millones de hombres y mujeres que flotan en medio de un limbo sin denominación directa que se sostiene a base de una noción fragmentada de lo legal? Danny, de estudiante aventajado, pasa a ser un empleado doméstico de segunda categoría, que huye por las calles al menor anuncio de la presencia policíaca o que no deja de temer una delación. Como él, un grueso de una población sin nombre, transita de un lado a otro del país, sin tener acceso a medicinas, educación o incluso a las mínimas condiciones que la ciudadanía ofrece. De modo que Adiga dibuja un mapa inquietante y doloroso sobre lo que yace debajo de la percepción del individuo que emigra o aspira a hacerlo, para dialogar con la mirada fría e indiferente de nuestra sociedad sobre el individuo.

El libro de Adiga resulta atípico justo por el hecho que se trata de un conjunto de datos sobre el fenómeno de las líneas migratorias, narrados en medio de una historia de ficción llena de metáforas y dobles lecturas, pero también, se trata de una narración llena de reminiscencias en la que los sentimientos conducen a una búsqueda primordial sobre la identidad. ¿Quienes somos como cultura? ¿qué impulsa el trayecto fuera de las fronteras de nuestros países de origen? Más allá de las guerras, enfrentamientos y también, sucesos de carácter catastrófico y puntual, la emigración es una forma de comprender las transmigraciones de la cultura en todas las épocas, algo que Adiga analiza con cuidado y que construye desde la percepción de su propia vivencia, como emigrante y después, como un hombre en busca de la individualidad en un mundo globalizado y en rápida evolución. Entre ambas cosas Amnesty, es una historia en la que se superponen hilos de conceptos sobre la emigración que pueden aplicarse y son de hecho, extensibles al mundo, lo que permite comprender el fenómeno en toda su extensión.

Para Danny, el mundo de pronto resulta incomprensible y cada vez más violento. Un espacio árido en el que se superponen capas de situaciones inexplicables con las que jamás pensó tendría que lidiar: mientras unas semanas antes, era un hombre que podía pasear por las calles, entrar en un establecimiento público e incluso divertirse en un local nocturno, ahora debe huir por un delito impreciso que no sólo no comprende del todo, sino que no puede resarcir más allá de la decisión de regresar a un país del que huyo en medio de una situación de violencia y al que no puede regresar. De modo que Danny es un emigrante, que intenta ser un refugiado, pero a la vez, sabe que su estatus migratorio no depende de sus intenciones, necesidades o incluso sus esfuerzos por regularizarlo. Australia, un país tradicionalmente abierto a la emigración y que de hecho, se muestra en el libro de Adiga como una tierra prometida en lo legal y lo cultural, se convierte en un territorio agreste y desconocido que Danny cruza, en medio de la desconfianza, el miedo y las privaciones.

Además, Amnesty abarca la concepción del emigrante como testigo de excepción de la ruptura del gentilicio y la construcción de una identidad compartida, en la que pone de relieve los derechos de quienes emigran y la forma en que su recorrido muestra la evolución de la cultura como conglomerado. Por supuesto, desde esa perspectiva, el libro de Adiga es una crítica feroz hacia las políticas contra la emigración y el prejuicio añadido que un nuevo sectarismo sobre el tema, causó durante el último lustro. Con su aire multicultural y matizado por su capacidad para mezclar diferentes experiencias en un único relato vívido y desgarrador, la novela de Adiga es una imagen instantánea de un momento histórico en que el recorrido de grupos de emigrantes a través del mundo, se transforma en una concepción sobre la transformación cultural de la sociedad. Claro está, Amnesty es también una versión íntima sobre la pérdida y la ruptura del gentilicio. Para el escritor, no se trata sólo de la evolución que supone la mezcla de culturas que brinda un nuevo rostro a lo contemporáneo: es a la vez un reconocimiento de las raíces milenarias del viaje invisible que puede ser el origen mismo de la forma en que lo multiétnico se comprende en la actualidad. A través de Danny, Adiga logra combinar ambas conclusiones sobre el tema y encontrar una versión parcial sobre lo que el emigrante y la emigración significa para un mundo globalizado como el nuestro. ¿Acabaron las fronteras? ¿la búsqueda de identidad regional se hace más amplia? No son cuestionamientos sencillos pero el escritor los plantea desde el conocimiento intrínseco de la vivencia, lo que agrega un valor considerable al mapa de la cultura actual que Amnesty que intenta trazar.

Pero el libro es también un reclamo notorio: como el manifiesto que es, insiste en la idea que el emigrante es parte de la tierra que le acoge, un concepto que, en medio de las discusiones sobre la emigración y las políticas que la regulan, es más pertinente que nunca. Con un poder emocional conmovedor, Adiga reflexiona sobre el valor del emigrante, su aporte a la cultura adoptiva y la construcción de una versión sobre un nuevo tipo de sociedad en que el origen es casi tan importante como la influencia. Danny es un hombre sin patria en busca de un hogar intelectual, que no logra encontrar y mucho menos, enlazar con algo más profundo en medio de su recorrido desesperado por encontrar un lugar seguro. Para lograr una mirada tan profunda, el autor recorrió rutas de refugiados y emigrantes alrededor del mundo, recopiló sus historias y elaboró una concienzuda secuencia sobre el hecho de la travesía desde el país de origen hasta el de acogida. El resultado, es un coro de voces que interpreta las aristas más duras sobre el hecho del tránsito entre países: desde la pérdida de la concepción de la nacionalidad — “no perteneces a ninguna parte”, dice Danny “Sólo eres una estadística que nadie reconoce” — , hasta la identidad escindida, construida a trozos a partir de la nueva realidad a la que el emigrante debe enfrentar. Para Adiga, la emigración moderna es un proceso que jamás se detiene. “Los que llegan, siempre son extranjeros y al regresar, también lo son en su propio país”, explica Danny, rodeado de otros tantos hombres y mujeres que como él, escapan de la ley en medio de una situación caótica. Danny, con toda la inocencia, el miedo y la frustración en medio de una situación que le sobrepasa, es la metáfora más que evidente del impulso de llegar y encontrar la prosperidad prometida en un país desconocido, se encuentra a medio camino entre la sorpresa y una fantasía rudimentaria. “Vendré todas las veces que sea necesario” culmina Danny, como una ingenuidad firme que tiene una evidente relación con un sueño frustrado, cuando alguien le pregunta sobre la posibilidad de regresar a Australia en caso de ser deportado.

Amnesty es también una reflexión y un recorrido por la hipocresía notoria de Australia, como país construido sobre la base de las grandes corrientes migratorias del último siglo. Desde la economía hasta la cultura de masas, Australia ha dependido de la llegada de millones de ciudadanos de diferentes latitudes, que aportan a la sociedad australiana un sentido por completo mestizo que Adiga plasma con una interesante descripción sobre las sombras y los lugares iluminados en medio de un doble discurso engañoso. Pero en realidad, se trata de un tipo de estructura social insular, que no sólo beneficia a los nacionales sino que además, procura que la diferencia sea notoria. O al menos, con la migración que no representa un factor de beneficio inmediato. Adiga pone en relieve que de hecho, Australia es multicultural a niveles asombrosos, pero que ese gran crisol de razas homogeneizadas bajo la percepción de un interés único, es al menos frágil, cuando no por completo falsa. El hecho es Danny, representa esa línea que divide la percepción entre la Australia que aceptó e invitó a ciudadanos de todas partes del mundo para engrosar y sustentar su población y la más realista, que debe lidiar con una población a la que no adjudica nombre o valor, además que representa lo peor de una cultura obsesionada con la identidad como valor. Los epítetos ostentosos sobre la variedad de etnias, costumbres y tradiciones llegan el libro, a la vez que Danny escapa como puede de circunstancias cada vez más dolorosas y humillantes.

Con Amnesty, Adiga vuelve a sus temas favoritos: si en White Tiger — la novela debut que le hizo merecedor del premio Booker — analizó las razones misteriosas y a menudo, inclasificables para crear espacios distorsionados sobre la individualidad, en medio de un mundo hipertecnificado , ahora el recorrido se dirige directamente a la connotación profunda y violenta sobre lo que somos como comunidad interconectada a través de factores de vinculos dispares. La sociedad multiétnica que describe Adiga es una versión simplificada de lo que ocurre en otros tantos escenarios mundiales, en los que la percepción sobre el individuo como parte de algo mucho más amplio y enrevesado, se hace más dura y complicada de entender. ¿Está el mundo fragmentado en países y étnicas destinado a desaparecer? Danny sueña con una posibilidad por el momento imposible y por supuesto, ajena a la durísima realidad con la que debe lidiar, pero el libro, analiza la cuestión desde un subtexto pesaroso que añade peso y sustancia a la premisa. A primera vista, la hipótesis tiene un aire casi fantasioso, pero Adiga utiliza a su personaje para evaluar datos y estadística sobre la población que migra, para brindar consistencia al argumento. Para el escritor, la falla en las leyes de emigración tiene un origen claro: están basadas en la segregación y no, en la inclusión. De la misma manera que los temores contra los emigrantes, avivados por discursos de odio en el que impera terrores muy antiguos sobre invasiones y el antiguo mito de la afluencia ilegal y masiva de emigrantes a los países anfitriones. Para la segunda mitad del libro, Adiga deja claro que la emigración moderna es el hilo conductor de corrientes constatables, relacionadas con la pobreza, la riqueza, la prosperidad pero también, la cultura que elabora una idea ideal sobre el hecho del traslado efectivo como forma de vida.

Amnesty está lleno de historias y todas tienen un ingrediente conmovedor que juntas, crean un relato coral sobre la migración histórica con cierta influencia del colonialismo, tema que también se analiza como variable dentro del modo y estilo de vida del moderno emigrante. Danny es el interlocutor de no sólo una situación que pocas veces se analiza (la del que carece de ciudadanía, nacionalidad o incluso, identidad territorial)sino también, de una sensibilidad que conmueve por su forma de recurrir a un tipo de análisis discreto en medio de una narración de ficción. Adiga brinda a Danny un contexto rodeado de anécdotas y lo hace, hasta crear una serie de hilos narrativos unidos por el núcleo esencial del libro: la percepción sobre la identidad moderna. En uno de los momentos más duros del libro, un refugiado recuerda para Danny la ocasión en un hombre británico preguntó a su abuelo por qué había emigrado desde la India a Inglaterra y la forma en que la respuesta, le sorprendió: “Hemos hecho el viaje de vuelta”. ¿Se trata de eso? se pregunta Danny, mientras intenta comprender las extraña congruencia de la idea del regreso a tierras extrañas con la necesidad de huir de su propia vida, dolores y pesares. ¿La emigración sólo es resultado de un conjunto de posibilidades económicas? ¿O hay algo más que sostiene la decisión? La obligación moral surge entonces como parte de un amplio discurso sobre la posibilidad del traslado efectivo. Desde Oriente a Occidente, las oleadas migratorias responden a intereses tácitos que se manifiestan de forma muy clara, a medida que transcurre la narración implícita en el libro de Adiga. Cómo pesadilla, sueño o bendición, la emigración es la conjunción de todo tipo de perspectivas sobre la forma en que se contempla el mundo. También es una revisión del poder y los límites de la cultura, como una compleja red de movimientos culturales y sociales que abarca el planeta entero. Intuitivo y minucioso ,Amnesty es una profunda mirada sobre la herencia familia, histórica, genética y las infinitas variaciones de la emigración como un recorrido por la historia de la humanidad tanto en el pasado, como en la actualidad. La familia humana, que Adiga imagina como un gran conglomerado atípico en pleno crecimiento, es también una reconstrucción efectiva de la sociedad actual como expresión de quienes somos como conglomerado y sobre todo, quienes podemos ser. “No estoy pidiendo fronteras abiertas” puntualiza Danny, atormentado por la desazón, en medio de tierra de nadie “lo que aspiro son corazones abiertos”. Y quizás el mayor logro de Amnesty sea esa percepción de la posibilidad de un territorio único, abierto y en constante reinvención, en el que la identidad del emigrante no es un obstáculo para el desarrollo colectivo, sino un aspecto importante de su búsqueda. Como deja claro Adiga en varias partes del libro: “La nueva emigración es el futuro transformado en un tránsito entre la cultura que evoluciona y el resultado de esa evolución. Un nuevo rostro multiétnico y cosmopolita para un mundo que se refleja en el espejo de un cambio progresivo pero inevitable. “Los emigrantes son el rostro de un viejo hábito histórico” concluye Adiga “y el final de su recorrido, es el comienzo de un nuevo tipo de cultura”. La idea más audaz de un libro lleno de ellas.

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Aglaia Berlutti

Bruja por nacimiento. Escritora por obsesión. Fotógrafa por pasión. Desobediente por afición. Escribo en @Hipertextual @ElEstimulo @ElNacionalweb @PopconCine