Crónicas de la lectora devota:
Billy Summers de Stephen King
Con frecuencia, los autores de género tienen dificultades al momento de experimentar no sólo con los temas que manejan, sino en especial, con la forma en que analizan la literatura en general. Se trata de un trayecto complicado que tiene una relación directa con la expectativa entre sus lectores y también, del ámbito del mundo narrativo que sostienen sus obras. De modo que cuando un escritor decide innovar bajo la premisa de construir un nuevo discurso, acercamiento o incluso, demostrar una evolución evidente en su trabajo, a menudo puede tropezar con el rechazo, la inquietud de los fanáticos alrededor de la integridad de material central o incluso, la del mundo literario acerca de la continuidad de su trabajo. Un escritor suele lidiar no sólo con lo que el mercado espera de él, sino también, la forma en que se reflexiona y se concibe su obra previa bajo determinada perspectiva.
Una experiencia semejante vivieron escritores de enorme popularidad en la cultura pop como Anne Rice y JK Rowling, al momento de comenzar a recorrer caminos inéditos en sus temas predilectos o más frecuentes. Ambas escritoras debieron utilizar seudónimos y asimilar las críticas acerca de la forma en que el peso de su nombre, limita las opciones sobre los temas que pueden tocar, profundizar o crear. Por supuesto, cuando un fenómeno superventas decide abandonar su ámbito más conocido, lo más probable es que la reacción de sus seguidores, sea el baremo para comprender, de una forma u otra, la concepción sobre el resultado final de nueva concepción sobre su obra.
Para Anne Rice, el momento de la ruptura con sus habituales tópicos de terror gótico y reinvención del género del vampiro, le llevó a experimentar con la novela histórica y también, con el género erótico. En todas las ocasiones, utilizó seudónimo y el resultado tuvo una recepción más o menos entusiasta. No obstante, también recorrer el incómodo camino de reestructurar su planteamiento de origen, obligó a Rice reevaluar su escritura desde el origen, sin lograrlo del todo. Su habitual obsesión por los temas filosóficos y en especial, la muy marcada postura nihilista de sus personajes, trascendió al mero cambio de nombre en la solapa hasta crear la sensación que la obra de Rice, no perdía del todo su sentido del origen y lo esencial al momento de construir un discurso. De hecho, buena parte del mundo literario sabía de quién se trataba la autora bajo los relatos en apariencia novedosos y quizás por ello, los experimentos literarios de la autora no fueron tan exitosos como cabría esperarse.
Para JK Rowling el tránsito hacia algo más que la saga que la hizo famosa, fue más tortuoso. Desde el género de detectives hasta una novela de drama social, la autora no las ha tenido todas consigo al momento de cambiar su tono y estilo por uno más adulto. De hecho y en medio de la crisis de imagen ocasionada por sus comentarios en redes sociales, sus libros para un nuevo tipo de público, tropezaron con una cierta indiferencia cultural. Rowling también utilizó el recurso del seudónimo pero en su caso y a diferencia de Anne Rice, hubo un breve período en que la obra de la escritora más allá de su fama, se puso a prueba.
El resultado fue entre decepcionante y en especial, con escaso brillo, a pesar de las adaptaciones televisivas de la saga independiente al mundo de la fantasía que ya alcanza cinco libros. No obstante, el éxito de Rowling más allá del Universo Potter es limitado y abrió unos años atrás, el preocupante debate sobre si un autor puede escapar de su fama para llevar a cabo experimentos narrativos. O que tan limitado puede ser el espectro que permita abarcar el reconocimiento. Una idea inquietante en mundo que ofrece un nuevo espectro de posibilidades sobre la reinvención del lenguaje y la autoría.
También, Stephen King pasó la prueba de fuego del cambio de registro hace más de dos décadas. Pero al contrario de Rice, Rowling y otros tantos escritores de fama extraordinaria que luchan por marcar un nuevo compás en su forma de narrar, King ha tenido un éxito resonante en cada uno de sus experimentos. Desde su narrativa fantástica, hasta la mucho más dramática y emocional, hasta el uso del seudónimo, la obra del escritor se hizo cada vez más diversa, amplia y compleja, incluso cuando el terror no fue el principal objetivo de su vasto universo literario.
Y aunque se insiste en que King siempre será un escritor de terror — incluso sus historias más benignas tienen un ingrediente emocional — es también uno capaz de sostener una mirada profunda y elegante sobre algo más sutil que la sola necesidad de ajustarse a los códigos de su género primario. King es un buen escritor y también uno convencido de la necesidad de sostener un recorrido sorprendente a través de todas las posibilidades que le brinda su fértil imaginación.
De hecho, su nueva novela Billy Summers (2021), no podría catalogarse en esencia de una novela fantástica o de terror, aunque hay elementos sobrenaturales en algunos puntos de la trama. También, hay referencias cruzadas a otras obras de King — lo cual, sostiene su intención de seguir expandiendo su universo personal en todas direcciones — y alguna que otra divagación sobre el poder del bien y del mal. Pero en esencia, Billy Summer es una novela noir con tintes emocionales que se extiende hacia lo fantástico sin tocarlo y que de hecho, se sostiene en algo mucho más complejo de comprender a primera vista. Si en Después (2021), su análisis del terror es una combinación acertada entre la tensión, el punto de vista de su narrador y un cúmulo de escenas de extraordinaria efectividad, Billy Summers es una vuelta de tuerca completa al hecho de King en busca de una nueva cualidad de su discurso como narrador.
La belleza de la historia, en contraposición con el recorrido emocional que supone la visión del personaje central sobre la muerte, el dolor, la ausencia y la culpa, permiten a King entrar en terrenos poco conocidos en sus historias. Billy Summers bien podría ser solo las memorias de un personaje atormentado, pero también es la reivindicación del escritor del impulso creativo que abarca varias regiones espirituales a la vez. Al final, la novela encuentra su punto de mayor interés cuando plantea una pregunta concreta: ¿Por qué hacemos lo que hacemos? El libro no se compromete a la respuesta — no es la intención de King pontificar sobre hombres o mujeres aterrorizados por su conciencia — pero sí permite al lector adentrarse en terreno desconocido acerca de una exploración profunda sobre la identidad. Si en sus novelas más realistas, los personajes de King son a menudo heroicos o de una crueldad inaudita, en Billy Summers hay una búsqueda de algo más humano y vital, emparentado directamente con la forma en que King reflexiona sobre lo humano. ¿Somos buenos o malos? ¿somos creadores de nuestro futuro o del presente? ¿Somos una evolución de lo inevitable? De nuevo, Billy Summers no responde semejante pero su percepción sobre la posibilidad de hacerlo crea un entorno brillante para una historia fuera de lo común.
A Billy Summers se le ha llamado se le ha llamado la mejor novela de Stephen King en años. La narración en primera persona sobre la vida de un francotirador retirado y oculto en una ciudad no identificada, es un replanteamiento de su trabajo reciente. Cada una de sus más recientes novelas, se han trasladado a regiones profundas que conducen hacia algo más elaborado. El visitante (2018) y El Instituto (2019), han insistido en recorrer la concepción de la posibilidad del bien y el mal supeditado a algo mucho más grande y retorcido. No obstante, tanto la colección de historias La Sangre Manda (2020), como Después y Billy Summers, tienen configuraciones distintas sobre la búsqueda de elementos sobre la personalidad de los personajes que les definen desde el dolor. Desde el atormentado Jamie — medium y símbolo de la pérdida de la inocencia — de la primera novela, hasta el mentalmente frágil Billy de la segunda, las narraciones de King están en la búsqueda de algo más poderoso que la simple idea de lo humano desde la superficie. Y aunque se encuentran en extremos distintos de la narración, tanto uno como el otro, muestran la intención de King de reformular su forma de narrar pero también, de encontrar un lugar nuevo sobre la mente humana el cual analizar.
Tal vez por ese motivo, Billy, el personaje capitular de novela, es un hombre que no podría definirse con facilidad como bueno o malo. En realidad, está mucho más cercano a un héroe trágico y quizás, esa es su mayor fortaleza. Eso a pesar de ser un hombre que por años fue un asesino a sueldo y también, un francotirador en los Marines. Pero, una vez que decidió no sólo dejar su pasado atrás, sino también, la “satisfacción salvaje del asesinato”, se transforma en alguien más parecido a una especie de espectro de su pasado. Y es desde ese punto de vista, que King narra el lento recorrido del joven que disparaba a placer para matar, al desconocido sin nombre que decide contar su historia para “no ir a la tumba sin la conciencia de lo que fui y como me convertí en el hombre que perdió su derecho a llevar un nombre”. King no pontifica sobre los valores morales, pero permite que su personaje haga un exhaustivo y doloroso análisis sobre la soledad insular en que le sumió su habilidad para matar. “Era mejor en el asesinato que en cualquier otra cosa, incluyendo ser un hombre como cualquiera”. La frase, que aparece en más de una ocasión en la novela, es la forma en como el personaje se define. Sin ningún otra relación en su vida más allá que la que mantiene con sus armas, Billy es un huérfano de los estragos de una vida violenta, dolorosa y brutal. Ahora, en el silencio de su nueva casa — “un lugar en ninguna parte” — es un exiliado del mundo.
Pero King no abandonar del todo sus espacios favoritos y de hecho, la cabaña de Billy se encuentra al otro lado del valle en que se levantaba el hotel Overlook. La referencia tiene una doble intención: una, mostrar la posibilidad que sus historias puedan verse desde varios extremos distintos y dos, que la noción sobre el terror esté latente. Pero el escritor evade las trampas de la nostalgia de sus obras más reconocidas con facilidad y se concentra en narrar la vida de este hombre atormentado, encantador a ratos y peligroso en otros. Y es esa larga narración — que incluya influencias literarias de alto calibre como Shakespeare, Wordsworth, Dickens, Faulkner, Tim O’Brien, Cormac McCarthy y Robert Stone — también, hay rasgos de la violencia cruda, práctica y devastadora contra la que se enfrenta Billy. De hecho, para el segundo tramo, la novela comienza a narrar con rapidez lo que es sin duda, una de las mejores historias de King, en un tono tan duro y frío que desconcierta. Y es entonces cuando el escritor encuentra su mejor momento: la novela va de las memorias de Billy a lo que mejor sabe hacer y lo hace a través de un trayecto asombroso y brutal a través de todo tipo de amenazas, pero también, la precisión implacable de su habilidad. Billy mata para vivir, lo hace bien, creyó que podía dejar de hacerlo, pero no lo hará.
Stephen King siempre será recordado por su extraordinario aporte al terror contemporáneo. Pero también, por demostrar que es un escritor prolífico capaz de elaborar un lenguaje nuevo que trasciende a los géneros y a las búsquedas personales. Más allá de eso, Billy Summers es un recorrido por espacios desconocidos en la narrativa del escritor pero a la vez, una mirada hacia la oscuridad, desde un punto de vista inquietante por su belleza. Para King los monstruos son humanos. Y esta vez, permitió a uno de ellos relatar su historia.