Crónicas de la lectora devota:

The Ballad of Songbirds and Snakes de Suzanne Collins.

Aglaia Berlutti
12 min readJun 5, 2020

La distopia que analiza el control, la corrupción de la información y el uso de la manipulación política para el dominio colectivo, se ha convertido durante los últimos años en un tema frecuente en la cultura pop. Desde el éxito de la adaptación para televisión de la formidable novela The Handmaid’s Tale de Margaret Atwood (que cierra un círculo simbólico con la publicación de su secuela literaria The Testaments), hasta recientes visiones dispares como Player Ready One de Steven Spielberg y Blade Runner 2049 de Denis Villeneuve, la percepción sobre el futuro y las consecuencias a largo plazo de las decisiones actuales, se han convertido en un debate de subtexto social de enorme importancia. Incluso la trilogía literaria The Hunger Games de la escritora Suzanne Collins — y que parece ser la versión más juvenil e inofensiva del tema — es también un recorrido de enorme dureza a través del tejido sustancial de lo que consideramos individual y el pensamiento independiente, su relación con el poder establecido y las infinitas formas en que el miedo puede convertirse en un arma de sujeción a la voluntad de quienes manejan los hilos del dominio de lo colectivo. Para bien o para mal, la inquietud con respecto a la posibilidad que los años venideros sean una ruptura del orden social en beneficio de los más privilegiados o los que detentan un tipo de dominio sobre lo colectivo, es parte de la forma en que analizamos la percepción sobre la identidad cultural de nuestra época.

Tal vez por ese motivo, Suzanne Collins decidió regresar al universo de The Hunger Games, a través de la elegante, dura y profunda precuela The Ballad of Songbirds and Snakes, que deja atrás la percepción sobre la juventud corrompida por la violencia, para entablar un diálogo más elocuente e incómodo sobre lo individual en medio de un sistema caníbal y opresor. La historia, que comienza unos años después de la guerra civil que instauró el régimen autocrático en Panem, es una mirada agresiva y novedosa sobre los argumentos sobre gobernantes autoritarios y víctimas propiciatorias, que la autora ya había manejado en sus libros anteriores, pero que en esta ocasión, lleva a una dimensión por completo nueva sobre la búsqueda de la identidad y los horrores del control asimilado como parte de la vida cotidiana. Si en The Hunger Games, la percepción sobre el miedo estaba relacionada con la capacidad de personajes para enfrentarse a una brutal sumisión cultural y social a un orden criminal y todopoderoso, en The Ballad of Songbirds and Snakes se asegura de crear una condición esencial para mirar los terrores del poder despótico dentro de un punto de vista por completo nuevo. Como el híbrido entre la ciencia ficción especulativa, la distopía y una crítica disfrazada de tragedia que es, la nueva de Collins asume la concepción sobre el mal desde la connotación de la historia personal, pero más allá de eso, también como una mirada profundamente despiadada sobre la forma en que la cultura y la sociedad pueden convertirse en depredadores. En esta ocasión, no hay héroes ni villanos, sino una refinada intuición sobre la raíces de la transgresión de la alineación ideológica, la brutalidad represiva y el miedo como herramienta de poder. Todo bajo la inocente pátina de una obra con cierto ritmo juvenil que esconde algo más elaborado en su interior.

Si antes se consideró a Suzanne Collins como parte del fenómeno de la ciencia ficción y fantasía adolescente que pobló la literatura de los primeros años del nuevo siglo, con personajes carismáticos, inocentes y en esencia metafóricos, The Ballad of Songbirds and Snakes deja claro que la autora evolucionó hacia un tipo de análisis y reflexión filosófica que acerca su obra mucho más a un tipo de pensamiento más retorcido, que a la simple alegoría sobre el bien y el mal constitutivo sobre la condición del ser humano en condiciones extremas. Para la ocasión, profundiza en los primeros años de los Juegos del Hambre y la elección de los tribunos, pero sin enlazar la novela o su historia con la historia que hasta narró sobre los atribulados años de la caída del Capitolio. Al contrario, si en la trilogía previa, había un aire de pura desazón y pesimismo, mezclado con la inocencia de una esperanza incierta, en The Ballad of Songbirds and Snakes el miedo lo es todo. Los sobrevivientes al encarnizado enfrentamiento que terminó por reducir al mundo en escombros, son lo suficientemente conscientes de su fragilidad como para elaborar teorías elaboradas sobre el futuro. Sin posibilidades, sujetos a un control férreo y bajo la mirada atenta de un líder todo poderoso, la sociedad de Panem debe asumir la idea de la destrucción en beneficio de un futuro tambaleante y sin duda, carente de verdadero sentido. Incluso los personajes, asumen que el régimen basado en el terror y el miedo, estará siempre a punto de derrumbarse, sin que la condición sobre su existencia sea algo más que una especulación sobre la alternativa del caos.

Para sostener una historia semejante, Collins no escoge a un héroe como lo fue Katniss Everdeen, incorruptible y forjado a fuego en medio de condiciones cada vez más duras y trágicas. En su lugar, el foco de atención de la novela está sobre Coriolanus Snow, futuro presidente despótico de Panem, pero que en The Ballad of Songbirds and Snakes no es otra cosa que un muchacho en un intento deliberado de sobrevivir como puede a las duras condiciones de una sociedad que se tambalea sobre la posibilidad del desastre. Coriolanus es un muchacho desesperado, afligido, codicioso y con cierta inclinación hacia la crueldad, pero por ahora, carece de los rasgos depredadores que le caracterizarán en el futuro. Collins toma la audaz decisión de asumir el costo de convertir a su versión del monomito Campbell, en un curioso híbrido entre la construcción de un personaje rico en matices y la pregunta esencial sobre el origen de lo maligno. ¿Se trata de la sociedad, que moldeó a un muchacho con una sofisticada depravación hasta convertirle en un símbolo de miedo? ¿O ya por entonces, Coriolanus era una criatura concebida y sostenida por una versión perversa de la realidad y el poder? Collins no ofrece respuestas sencillas y de hecho, se toma la salvedad de mirar a su personaje desde cierta distancia crítica. Lo importante en The Ballad of Songbirds and Snakes no es la búsqueda de la redención, sino la forma en que el futuro presidente con los labios empapados de sangre, atravesó los obstáculos a su alrededor para convertirse en el mejor ejemplo del ciudadano resultado — o víctima — del sistema que sostiene a Panem.

Por supuesto, la novela también es su contexto: El Panem sobrevivente a sus heridas más violentas, es un paisaje en ruinas entre las que El Capitolio brilla como una joya falsa. Pero al contrario de The Hunger Games — en la que la capital de Panem es una especie de centro neurálgico de horrores decadentes — en The Ballad of Songbirds and Snakes, la ciudad se ha convertido en un espacio forticado que lucha por encontrar su identidad en mitad de los millones de muertes recientes y el nuevo orden, que la transforma en una metáfora de un tipo enigmático horror. No hay sencillo en esta ciudad de murallas gigantescas, en las que se refugian las escasas y acaudaladas familias sobrevivientes y que compiten en secreto unas a otras por su supervivencia. De hecho, las múltiples capas de dimensiones de El Capitolio, parecen sostenerse de una versión reducida de los crueles juegos que se llevan a cabo al otro lado de sus murallas. Si en The Hunger Games, Collins replanteaba la desigualdad como extremo y sostén de la necesidad de supervivencia, en The Ballad of Songbirds and Snakes, las cosas no son tan sencillas o al menos, no tan claras. La autora encontró la manera de otorgar un nuevo cariz tenebroso a la narración sin recurrir a ninguno de los elementos de sus anteriores historias y el contraste es de una pulcra precisión: El Panem posterior a las Guerras Civiles no busca diversión, consuelo o una retorcida forma de venganza en los juegos del hambre, sino se trata de una lección violenta sobre el agravio de la rebeldía. Una percepción casi fatídica sobre la reafirmación del individuo contra un sistema violento y devastador.

Collins no dedica demasiados párrafos a explicar cómo El Capitolio logró triunfar en una guerra civil que le enfrentó con el doble de su población. No obstante, si deja claro que el éxito de la estrategia militar tuvo un alto componente de crueldad, tecnología y una despiadada convicción en la necesidad de usar todos los recursos a su alcance para arrasar a sus contrincantes. El resultado es un mundo sumido en cenizas, con amaneceres y atardeceres grises por la ceniza de los cadáveres y las luces elegantes de la ciudad, en contraste con los grandes focos de iluminación minera en busca de sobrevivientes. Las pocas descripciones que la autora dedica a la debacle sorprenden por su frialdad: es evidente que Collins cambió el foco de atención, interés y de emociones de su anteriores novelas, por lo que ahora, el tono es sobrio, duro y en ocasiones angustioso. No hay nada de las larga mirada de la lucha por sobrevivir de una inocente Katniss, traumatizada por la muerte de su padre o la triste humildad del distrito doce. En su lugar, El Capitolio reluce de una belleza frágil, fatal y falsa, que aumenta a medida que su poder se consolida y se hace más peligroso. Una y otra vez, la novela utiliza las regiones más misteriosas de una ciudad en la que nada es lo que parece, para narrar lo que acaece en los lugares que Coriolanus no puede ver ni tampoco conoce, más allá de los rumores del centro de la ciudad. Los distritos se desvanecen en medio de la oscuridad de bosques arrasados o montañas cubiertas de escombros. El mundo ha desaparecido y El Capitolio es la única referencia cierta de la realidad.

En medio de semejante panorama, los distritos son apenas historias que se repiten en la formidable red de televisión y vídeo, que El Capitolio utiliza para controlar, manipular y acechar a sus ciudadanos. Mientras muestras las glorias de la Guerra, las víctimas sin rostro que no son otra cosa que una amenaza latente y al final, la durísima percepción que el poder controla de manera íntima a cada individuo, la novela dedica una considerable cantidad de tiempo a mostrar que los sectores más pobres de este mundo apocaliptico, son también rehenes de la vida miserable que el El Capitolio les condenó a vivir. Hay algo trágico, borroso y temible en la forma en que Collins enumera los asesinatos, carencias y la de crueldad en el trasfondo de una sociedad que se sostiene sobre un tipo sádico de diversión, que basa su efectividad en la amenaza. Panem es un caldo de cultivo para un tenebroso régimen que se afianza en las debilidades y como tal, subsiste a medias en un territorio inquietante en que la diferencia entre la vida y la muerte, es tan simple como la noción sobre la obediencia.

Porque de la misma forma en que ocurría en The Hunger Games, en The Ballad of Songbirds and Snakes la obediencia lo es todo. O al menos, el subtexto que parece sostener la condición para sobrevivir en medio de condiciones infamantes y cada vez más dolorosas. Quizás, este es el único hilo que une a las novelas anteriores de Collins con la actual: la concepción sobre el peso de la obligación es tan sofocante como para incluso un personaje amoral, levemente siniestro y brillante en su construcción como Coriolanus Snow apenas puede sostenerse a través de los escasos recursos a su disposición. Los Snow también sobrevivieron a la Guerra Civil, pero a diferencia del resto de los habitantes de El Capitolio, sus antiguas riquezas desaparecieron en medio de la confrontación. De modo que el futuro presidente y su familia ocultan su precaria situación al resto de la ciudad y no sólo por guardar las apariencias: es evidente, que la pobreza es algo más que un estigma y en realidad, es el peso de algo más complicado, relacionado con la forma en que El Capitolio permite a sus habitantes subsistir. Coriolanus, que sobrevivió a la guerra y creció entre escombros, es la encarnación de lo que ocurre en el reverso oscuro de la ciudad. La avaricia por recuperar la gloria de su apellido, riquezas y su lugar en la rígida versión de lo social del régimen, es el impulso fundamental de un personaje tan rico en matices como por momentos, repulsivo. Si Katniss era el epítome de la virgen guerrera, fría, distante y precisa, Coriolanus es la concepción de un tipo de maldad expeditiva que se sostiene con dificultad en medio de la incertidumbre de su capacidad para sobrevivir.

En más de una ocasión, Collins se ha llamado a sí misma una mujer rebelde, pero no por las razones habituales que alimentan la imagen del subversivo. Al contrario, la sedición intelectual de la autora se basa en una enorme capacidad para incomodar y cuestionar lo que creemos absoluto, verídico y concreto. Quizás por eso The Ballad of Songbirds and Snakes, no es en realidad una reflexión sobre los terrores que aguardan a un poder corruptible a punto de encontrar una versión más oscura de si mismo, sin un análisis de lo que consideramos inamovible e irremplazable, en medio de situaciones de inquietante violencia. Collins se explaya en esa percepción del horror mínimo, infranqueable que se transforma en otra cosa en noción de la poca resistencia que ofrece la sociedad futura de devastación que intenta asimilar. Mientras describe con una durísima melancolía fatalista los prolegómenos de la tragedia que llevó a El Capitolio al poder, Collins encuentra una nueva voz narrativa que va más allá de la heroicidad o el terror de la crueldad. Hay algo de mezquino, en como la autora brinda a sus personajes una ambigüedad tan siniestra como dolorosa. Al final, la escritora logra darle sentido a lo que es una morbosa ruta hacia el núcleo de los temores generacionales y colectivos. La definitiva caída de todo lo que asumimos brinda forma a la época que conocemos.

Como The Hunger Games, la historia de The Ballad of Songbirds and Snakes bebe de la mejor tradición de la literatura fantástica. La autora crea un mundo de mitología que se sostiene sin problemas, a pesar que la visión personal del personaje principal tiende a simplificar la acción: Coriolanus está obsesionado por recuperar el prestigio y a ser posible, la riqueza de su familia. Y lo está, con esa necesidad sin matices, casi enfermiza y carente de verdadero sentido de la adolescencia. Pero mientras Katniss perdía complejidad a medida que su valor como personaje y núcleo medular de la saga se hacía más simbólico, el futuro presidente es una criatura vil, llena de energía y tan verosímil como para resultar incluso conmovedor. Con su insistencia en analizar la idea del mal más allá de lo intelectual, la novela basa su análisis de la sociedad como herencia cultural: ¿Es el hombre una criatura vil por naturaleza? Una diatriba tan profundamente arraigada en la idea del “buen salvaje”, encuentra en la novela de Collins una contradicción a esa imagen cultural de la civilización como símbolo del pensamiento humano. ¿Somos malvados o bondadosos por nuestras decisiones o por algo más profundo y primitivo? Una idea que parece gravitar sobre la historia en todo momento y brindarle una tensión argumental casi dolorosa.

De manera que, The Ballad of Songbirds and Snakes es ante todo una fantasía moral, una fábula macabra sobre ese otro rostro del hombre, el que parece esconderse bajo eso tan abstracto que llamamos sociedad. Para Collins, la estructura se hace cada vez más retorcida a medida que describe la forma como su personaje se hace cada vez más tenebroso, lóbrego y sagaz: el hombre es “bueno” en tanto puede y no en tanto lo desea. La historia es una parábola que refleja hasta dónde puede llegar la condición humana y también es una crítica muy dura a la cultura hipócrita, a la sociedad opresora. Siendo como es, un libro profundamente pesimista, The Ballad of Songbirds and Snakes no desdeña la violencia, pero tampoco emite opinión sobre ella. La muestra, desde la perspectiva de lo inevitable, desde esa percepción del ser humano violento por necesidad, por origen, quizá por naturaleza. De nuevo, la autora medita sobre la juventud como caldo de cultivo para la maldad como algo más profundo y elaborado. Pero son justamente esos adolescentes sobrevivientes — violentos, despiadados, crueles — la mejor muestra de esa inocencia despojada de todo discurso dialectico, de toda justificación a su comportamiento. Tal pareciera que para Collins, todo se trata de una búsqueda insistente de significado: al final de todo, el miedo es el único lenguaje que parece imponerse sobre todo, el que se comprende mejor, el que empuja las acciones. Una metáfora de la sociedad que crea y se construye a sí misma. Al final The Ballad of Songbirds and Snakes, es una novela que se sostiene sobre la capacidad del contexto para la engaño y la simulación, una visión crítica sobre una autoridad invisible y cruel que está al acecho en cada página del libro. ¿Puede alguien sobrevivir incólume a semejante presión y deconstrucción de cada elemento de su personalidad? Para Collins la respuesta quizás sea el futuro: un líder que por ahora, es un muchacho lleno de odio. Un anuncio despiadado que se extiende como una promesa de un sofisticado y cruel tipo de violencia.

La trama de la novela se basa en el engaño y la simulación, su visión de la humanidad sombría; Sin embargo, los temas de amistad, traición, autoridad y opresión de Collins, así como las capas adicionales de conocimiento sobre los sinsajos y la historia del Capitolio, complacerán y emocionarán.

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Aglaia Berlutti

Bruja por nacimiento. Escritora por obsesión. Fotógrafa por pasión. Desobediente por afición. Escribo en @Hipertextual @ElEstimulo @ElNacionalweb @PopconCine