Crónicas de la lectora devota:

Uncanny Valley de Anna Wiener.

Aglaia Berlutti
10 min readFeb 14, 2020

Las narraciones literarias basadas en experiencias personales, suelen tener la salvedad de ser engañosas. ¿El narrador nos cuenta la verdad o únicamente su punto de vista? Es una pregunta capciosa, por supuesto, pero que también esconde un matiz muy específico sobre lo que la vida como objeto literario puede ser. De modo que contar la propia perspectiva puede ser, entre otras cosas, un recorrido por espacios desconocidos de la vida de quien escribe y también, una pequeña epopeya de lo que somos y de lo que creemos ser. Entre una y otra cosa, el resultado puede ser desde un recorrido intrigante por la experiencia en calidad de testigo privilegiado hasta una complicidad engañosa sin verdadero objetivo.

Uncanny Valley de Anna Wiener es una combinación de ambas perspectivas, en una extraña versión de su vida que además, es también una crítica subjetiva y levemente moralizante sobre su experiencia como trabajadora de la industria tecnológica en el mítico Silicon Valley. Wiener, una graduada universitaria en literatura que abandonó el mundo editorial para entrar en el tecnológico, es también una narradora convencida del valor de mostrar lo que está ocurriendo detrás de las pantallas y el brillo sofisticado de plexiglás del Valle, origen quizás de toda una generación de empresas destinadas a cambiar el futuro. Por supuesto, también se trata de una biografía elegante sobre una mujer joven y ambiciosa en busca de un lugar en el mundo, pero eso es lo de menos en medio de un recorrido por una Norteamérica que atravesaba los resabidos de la recesión y en la que aún, ser joven y talentoso podía ser considerado un conjunto de ventajas apreciables en mitad de una mundo tan competitivo y feroz como el negocio tecnológico. Para bien o para mal, Wiener encarna la grieta entre algo más poderoso, audaz y más importante de lo que suponemos a la distancia y que se relaciona con la identidad colectiva de nuestro siglo, pero también, un tipo de evolución consistente sobre el concepto del éxito y el fracaso en medio de una sociedad canibal. Para la escritora, Unncany Valley es una confesión pero a la vez, un recorrido en ocasiones irregular por la historia de un país que se reconstruye con lentitud de sus heridas culturales más viejas.

Por supuesto, Wiener no es un personaje inocente: su llegada al mundo tecnológico tiene algo de la avaricia de la década de los ochenta — “mis deseos eran genéricos” cuenta “quería ganar dinero, para sentir confianza y valoración” — algo que el mundo editorial del que provenía, no sólo no le ofrecía sino que no parecía comprender del todo. La escritora cuenta su experiencia en el mundo literario como un recorrido lento y pesaroso, de escaño en escaño hacia un tipo de éxito más nebuloso que realista. Al contrario, en el Universo tecnológico, la versión sobre la realidad parecía acelerarse y no sólo hacerse más compleja, sino también, mucho más interesado en el tipo de éxito resonante y visible que Wiener aspiraba. Al final, se trató de un trayecto entre el anonimato hacía el reconocimiento inmediato, algo que para la por entonces jovencísima escritora, resultaba imprescindible.

Wiener sin embargo, deja claro que a pesar de sus ambiciones — que no disimula — también había algo de una genuina búsqueda de consuelo a los dolores de su generación, en medio de la incertidumbre y la sensación insistente que su vida y proyectos eran una abstracción futura sin demasiado objetivo. Mientras en las oficinas de la pequeña editorial en que trabajaba, el tiempo parecía transcurrir con una lentitud desconcertante y en medio de un ambiente laboral sin alicientes de crecimiento inmediato dentro del escalafón corporativo, el sector tecnológico la hizo sentir que se dirigía y a toda velocidad, hacía un reconocimiento total de su valía y capacidad, toda una novedad para la autora. Se no saber muy bien cuales serían sus pasos próximos, Wiener se encontró con la perspectiva de una carrera prometedora y con una promesa de éxito tan rápida como fructífera.

La escritora narra el tránsito entre dos mundos paralelos desde cierto sentido romántico: un artículo sobre la creación e importancia de los libros electrónicos le apasionó y pronto, se encontró investigando acerca de la posibilidad de usar sus conocimientos de manera más productiva y efectiva de lo que hasta entonces había hecho. Para Wiener la decisión de dejar su vieja oficina fue hasta cierto punto lógica: después de todo, las editoriales a principios de la segunda década del milenio, se debatían en una transformación necesaria que le permitieran ser mucho más redituables, sin lograrlo del todo. Para Wiener, fue toda una revelación: la combinación de su capacidad para la edición y un nuevo mercado aun inexplorado, le permitieron no sólo encauzar sus ambiciones de forma específica, sino encontrar lo que llama “un espacio privado” en el que su indudable talento creativo tuviera la suficiente repercusión como para resultar lucrativo. En el 2013 viaja finalmente al Valle para comenzar una nueva vida que comenzó de inmediato: apenas sin experiencia en el ramo, fue contratada en su primer trabajo en el ramo, pero pronto fue despedida, en medio de la despiadada competencia que suele acarrear vacantes semejantes. Poco después, consiguió un segundo empleo como parte del servicio al cliente de una empresa que creó una novedosa herramienta de análisis de datos. Para cuando Wiener ocupó su cargo, la pequeña compañía recorría su acelerado camino para convertirse en un resonante éxito y además, crear un producto valioso para el mercado bursátil. Para Wiener fue un recorrido acelerado por el lado “ radiante” del triunfo y tan rápido, que resultó confuso. La hasta ese momento aprendiz en los rudimentos del mercado tecnológico, se encontró en medio de un batalla de intereses y sobre todo, en medio de la vertiginosa concepción sobre el poder del mundo tecnológico. No sólo se trataba de la batalla por hacer un producto más atractivo, sino también la necesidad de competencia, más agresivo y directo a medida que aumentaba el éxito y también el volumen de trabajo.

La escritora no describe otra cosa que el mundo empresarial actual, pero también, disecciona a la idealización de Silicon Valley bajo una percepción cínica de su supuesto idealismo como parte de la imagen del éxito contemporáneo. Resulta intrigante la manera en que Wiener relaciona una idea mucho más amplia y elocuente sobre el triunfo con una recorrido durísimo a través de la concepción sobre el bien y el mal contemporáneo, más relacionado con cierto nihilismo moral que cualquier otro valor espiritual. “La competencia es ardua, es real, es descarnada y nadie se detendrá por humanismos sin una razón de peso relacionada directamente con el dinero ” cuenta mientras describe su deambular entre empresas como “un peregrinaje en que perdió cualquier forma de inocencia e ingenuidad”. Para el 2016, Wiener ya había atravesado los primeros escalafones de toda la jerarquía de la industria, por lo que tenía una visión más clara sobre la lucha de poder en medio de los escaños bajos e intermedios de la industria. Pero también, comprendió la cultura de culto y la forma en que las relaciones sociales — sujetas a cierto peso y movimiento — son de esencial importancia en Silicon Valley. No se trató sólo que Wiener tuvo que enfrentar una dinámica laboral por completo distinta en cada ocasión, sino aprender los cientos de pequeños secretos y rudimentos de una conducta social por completo nueva. “Era una tribu, un equipo, una familia. Pero también un grupo de cacería” escribe para describir la dinámica de convivencia en el mítico centro neurálgico de la tecnología actual.

El recorrido de Wiener través de Valle, tiene algo del sentido de identidad de una secta y también, de una búsqueda imprecisa de individualidad en mitad de una extraña búsqueda de sentido de pertenencia. Por extraño que parezca, mientras la percepción más amplia es la que muestra a Silicon Valley como una forma de idealismo corporativo, puertas adentro tiene mucho parecido con el feroz enfrentamiento de los primeros años de los ochenta en Wall Street, con la que podría compararse desde la perspectiva de grupos de jóvenes adinerados con la intención utópica de cambiar el mundo que rápidamente, deviene en algo más duro y realista. La confianza en y de los jóvenes ejecutivos lo es todo, pero también el dinero y eso es una combinación que rara vez, se admite puertas afuera. Wiener narra su experiencia desde el cariz del asombro pero también, de una exploración maliciosa de una tribu social que hasta ahora, siempre ha representado la vanguardia de la nueva mirada sobre la dinámica de empresas y empleados, compañías y ganancias, algo que Wiener describe como una mezcla de “petulancia, inocencia y avaricia”. También, hace una revisión sobre la noción insular de Silicon Valley y el hecho, que buena parte de la imagen que se tiene sobre sus genios, sus políticas y lo que ocurre más allá de los modernos edificios de puertas de cristal, es sin duda una recreación más o menos benigna de un mundo corporativo agresivo y construido alrededor de la noción de superar a la competencia a base de golpes de efecto. Todo lo anterior mientras en los verdes jardines y maravillosos espacios recreativos, la mayoría de los jovencísimos ejecutivos superdotados que llevan sobre sus hombros la vanguardia tecnológica, conversan entre sí con copas de jugo entre las manos y sonrisas hipócritas.

Wiener utiliza el humor para evitar caer en la crítica directa, pero aún así, es notorio que su ingeniosa manera de describir a estos susceptibles, tramposos y la mayoría de las veces poco sinceros, es una manera de atenuar la crueldad de su mirada sobre el exclusivo entorno que intenta mostrar con despiadada simplicidad. La escritora insiste una y otra es “al sentido de propiedad y pertenencia, la identidad fácil, el sentimiento de afiliación que todo lo consume” que insisten las nuevas empresas para crear una anormal y extraña dependencia entre sus empleados. “La empresa es la familia, es el amigo, es el vecino, es el proveedor y el objetivo” escribe, al mismo tiempo que narra como cada ejecutivo y empleado en Silicon Valley no sólo está consciente de su importancia, sino también de su valor como bien a futuro. “Estamos cambiando la historia” es la frase más repetida, que a fuerza de la insistencia se convierte en un sistema de valores vacío y cada vez más complicado de seguir. Todo envuelto en el atractivo empaque de algo más elaborado, amargo y engañoso de lo que podría suponerse.

Como si eso no fuera suficiente, en medio de todo el paisaje en apariencia idílico, también hay espacio para todo tipo de pequeñas perversiones: Wiener narra las sospechas posibles invasiones de la privacidad, sexismo, falta de diversidad, acoso en Internet y otras tantos terrores bajo la brillante pátina de excelencia y prosperidad bursátil, con cierto tono desconcertado, como si no esperara encontrar la oscuridad bajo los radiantes reflectores led que según cuenta, iluminan cada pulgada del valle. Pero Wiener no es solo una observadora, sino también, un testigo privilegiado de cómo la noción sobre los datos y el poder que el Valle ejerce sobre el conocimiento, la información y la privacidad, crean una extraña cúpula que les otorga un poder inaudito y desproporcionado. “Los conjuntos de datos eran fascinantes”, confiesa “y también temible que muy poca gente en el Valle es consciente de su repercusión”. Se trata de una afirmación inquietante, si tomamos en cuenta la connotación del poder como algo más cercano a la influencia que a la posibilidad de restricciones y limites. “En el Valle, nadie está seguro de los alcances del poder” insiste “Y no lo está porque para todos, se trata de un juego arriesgado en el que tienen todo para perder y ganar. Una gran apuesta vana”.

Wiener cambia la escala de Silicon Valley como símbolo moderno y lo transforma en un recorrido doloroso a través de la mitología contemporánea sobre el éxito. De la afirmación educativa a algo más tenebroso, lo que ocurre en el lugar en que se planea el futuro de nuestra cultura, tiene cierta connotación peligrosa. Una especie de combinación entre el privilegio y el estímulo intelectual que rara vez tiene un sentido moral, a pesar que una y otra vez Wiener insiste en que el Valle, todos están convencidos de ser “los buenos” en medio de una batalla de intereses. Hay un claro optimismo en la búsqueda de un propósito genuino, pero también, una búsqueda inquietante y dolorosa sobre un elemento más cuestionable, relacionado con la psicología del poder. Mientras en el resto del mundo la batalla es política, en el Valle es de conocimiento y también, de algo más semejante a una curiosa percepción sobre el peso de las decisiones sobre un futuro prometedor. “Son niños jugando como niños con las posibilidades del adulto” describe Wiener para describir el insólito poder en la meca tecnológica de Occidente y también, la manera en que se analiza su conciencia dentro de la concepción de la identidad colectiva actual.

Al final, el libro de Wiener acaba donde comenzó: en la búsqueda de un propósito. Fuera del Valle y aplastada por la noción que la elección presidencial cambió el juego del poder, la escritora termina su larga elucubración sobre el poder moderno con cierta tristeza espiritual “Tenían una fe inexorable en sus propias ideas y su propio potencial”, dice ella “pero después comprendieron la concepción real de lo que se esconde al otro lado de los contratos y los cheques bien intencionados”. Wiener, que regresó a su San Francisco natal con una extraña sensación de temor hacia lo que había descubierto sobre la naturaleza de la generación a la que pertenece, remata el libro con una anécdota inquietante, casi tan temible como su lenta consciencia sobre el exilio mental y la cortedad de miras que le rodea como una frontera invisible. “Ahora somos el gobierno”, le susurra uno de los jóvenes ejecutivos, luego de hablarle sobre el peso de la información y su completa convicción que el futuro, el valor del triunfo estará entre las manos de los elegidos del Valle. Se encuentran en una celebración pequeña, en la que todos planean lo que ocurrirá en las próximas décadas. “Lo que ves aquí, es todo lo que desearás después” insiste el ejecutivo. Y para Wiener, la percepción sobre el poder se hace más clara, más angustiosa y compleja. Poco después, decidió renunciar a su cargo como CEO y según admite, “comenzar a tomar algunas notas”. Para la escritora, se trató de una versión sobre la posibilidad del futuro más preocupante que nunca. Una que decidió contar y que por ahora, tiene toda la imagen de una historia de ciencia ficción no demasiado original. Y quizás por eso, resulta más alarmante y realista.

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Aglaia Berlutti

Bruja por nacimiento. Escritora por obsesión. Fotógrafa por pasión. Desobediente por afición. Escribo en @Hipertextual @ElEstimulo @ElNacionalweb @PopconCine