Crónicas de la Lectora Devota:
“Patsy” de Nicole Dennis-Benn.
Las decisiones femeninas siempre son consideradas mucho más emocionales que intelectuales. O al menos, ese es un prejuicio común. La escritora Nicole Dennis — Benn, lo ataca en cada oportunidad posible: En el 2016, debutó en el mundo literario con una historia sobre mujeres aterrorizadas que al final, son mucho más fuertes que el miedo que las sofoca. La improbable combinación convirtió a Here Come the Sun en un libro que recorre una tragedia familiar, pero también, medita sobre el prejuicio, la discriminación, la pobreza y el género. Se trató de un triunfo a nivel formal — el libro es de una profunda belleza narrativa — y de una metáfora sobre la necesidad de aproximaciones a temas duros a través de cierta sutileza. En Here Come the Sun, las reflexiones sobre los dolores sociales no provienen de grandes escenas evidentes, sino de conversaciones y los vínculos que unen a una familia disfuncional en el escenario de una ciudad Jamaiquina golpeada por la miseria y la sequía.
La gran pregunta que Nicole Dennis-Benn planteó a través de su primer libro, fue en apariencia simple: ¿Hasta qué punto la cultura en que se nace, es también el peso intelectual contra el que hay que luchar? Los personajes en Here Come The Sun son mujeres corrientes que luchan contra el día a día, con apenas armas o recursos. Los debates que la historia plantea no se basan en análisis intelectuales o académicos, sino en desmenuzar pequeñas circunstancias cotidianas con aire práctico e incluso, limitado. La madre y las dos hijas que Dennis-Benn describe, son mujeres cuya mayor motivación es la supervivencia. Es ese impulso, lo que obliga a la madre a enfrentarse al racismo (que las somete y las limita), el prejuicio (una de las hijas es una mujer lesbiana en medio de una cultura tradicional y muy religiosa) y el miedo (juntas, son una familia en apariencia incompleta en un país patriarcal). Al final, la novela es un recorrido por los dolores y los terrores desde una óptica casi íntima, aunque no del todo introspectiva. Un matiz que Dennis-Benn cuida hasta ese gran capítulo final que cierra la novela con una enorme elegancia conmovedora.
En su nuevo libro Patsy, Dennis-Benn también describe mujeres fuertes que no saben que lo son. La Patsy a la que la novela debe el título, es una madre soltera en la profundamente religiosa Jamaica actual. El prejuicio está en todas partes y también, un tipo de segregación invisible que le acompaña en cada momento de su vida. En el empleo en el que gana un salario mínimo que apenas le permite subsistir, le recuerdan con frecuencia que “está allí, a pesar de todo”. También lo hace su devota madre, que no deja de recordarle los errores del pasado e incluso Tru, su hija pequeña, le pregunta en más de una ocasión por los “pecados” que ha cometido. Al final, Patsy está atrapada en medio un tipo de discriminación nada sutil que pende sobre ella a diario. Por todos los motivos.
Como otros tantos Jamaiquinos, Patsy desea emigrar a EEUU y de hecho, es ese único proyecto el que anima una vida oscura, claustrofóbica y la mayoría de las veces denigrante. Patsy, necesita abandonar el país que la somete pero el impulso es vago y lo bastante abstracto para que resulte en una especie de gran ilusión imprecisa a la que vuelve en cada momento doloroso. También, desea hacerlo por amor o lo que Patsy cree que lo es: viajar a EEUU significa reencontrarse con Cicely, su amante de la adolescencia, que ahora vive en Nueva York y encarna el sueño de éxito para Patsy. Por supuesto, se trata de una apuesta arriesgada: la connotación sobre su sexualidad, pone a Patsy en la mira de otro tipo de segregación. Incluso, ella misma se cuestiona sobre su orientación sexual y lo hace en las pequeñas fantasías sobre la emigración que imagina en sus peores momentos. El amor y la libertad van de la mano.
Patsy finalmente logra emigrar, en una decisión dura que implica dejar a Tru al cuidado de su madre, sin otra promesa que la de volver. “¿Mamá, he hecho algo mal?” pregunta la hija cuando Patsy reúne sus pocas pertenencias para huir del país y su dura situación familiar. No hay respuestas, como tampoco una idea concreta de sobre lo que Patsy desea al abandonar Jamaica. La fantasía del amor sigue allí y también, la de una vida corriente junto a la mujer que representa lo bueno y lo inocente de la juventud perdida. Patsy no pide demasiado: sus imágenes mentales incluyen una casa de ladrillos, compras en el supermercado y una sonriente Cicely, tan encantadora como la conoció antes que la vida cotidiana arrasara con un tipo de inocencia que Dennis-Benn analiza casi con crueldad. Para bien o para, Patsy abandona Jamaica y lo hace consciente que quizás no volverá. “¿Mami, que he hecho mal?” la pregunta se repite en el último abrazo que da Tru y que la separa por completo de la vida que hasta entonces, llevó.
Pero la fantasía estalla muy pronto: La Cicely con la que se reúne en Nueva York es una mujer que no sólo no le ama sino que además, está casada con un maltratador. La primera noche en el hogar de Cicely es el comienzo de una sucesión de amargas decepciones encadenadas unas con otras. Para Patsy, reconocer la profundidad de su fantasía, la notoria noción sobre la desconexión de la realidad que le hicieron emprender un viaje ciego hacia un objetivo que se desploma a su alrededor, es casi insoportable. Escucha la pelea a gritos entre Cicely y su esposo con la sensación que el horror le acompaña allí a dónde va.
Al final, el marido de Cicely le echa a la calle, lo que convierte la vida de Patsy en EEUU en una réplica un poco más agobiante de la que llevaba en Jamaica. Ahora debe enfrentar el prejuicio de emigrante y la pobreza, a la vez que es incapaz de admitir a su hija o a su madre, que el gran proyecto que le hizo abandonarlas, careció siempre del menor sentido. De modo que Patsy toma otra decisión dura: corta toda comunicación con Jamaica y se promete a sí misma sólo volver a telefonear o a escribir, cuando pueda contar buenas noticias. Lo hace, mientras trabaja como niñera y siente un evidente rechazo por el bebé que debe cuidar. “Era madre y a la vez, no lo era” dice Dennis-Benn con una durísima mirada sobre los vínculos invisibles que nos agobian.
En su natal Jamaica, Tru comprende muy pronto que su madre no volverá. Lo sabe el mismo día en que deja de responder sus preguntas. “Mamá ¿qué hice mal?” se repite una y otra vez, en cartas y llamadas, en las que Patsy habla de un país imaginario con la poca convicción del que miente sin demasiado entusiasmo. Al final, el silencio de la madre deja a la hija en la extraña situación de “educarse a sí misma”. “Para Tru, su madre formaba parte de recuerdos poco importantes. Ninguno tan vivo como los descubrimientos que a diario hacía sobre su cuerpo y su mente”. Tru también se enfrenta a las preguntas sobre su género y orientación sexual, en medio de la cultura represiva y ultra conservadora en la que crece. Dennis-Benn toca el tema con una dura percepción sobre un ambiente en que lo moral lo es todo y deja poco resquicio para la búsqueda de identidad. En una escena de enorme significado emocional, Tru observa a sus compañeras de clase y sabe, que la separa de ellas una considerable distancia. “El cabello bien peinado, el cuerpo moldeado bajo la ropa. Para Tru son pequeños misterios sin resolución que atañen a un espacio interior que le lleva esfuerzos desentrañar” escribe Dennis-Benn y deja claro que la sexualidad de la joven, es también un reflejo de la necesidad de libertad que en algún punto, antes o después, aspiró su madre.
De hecho, la niña que Patsy dejó atrás, se convierte poco a poco en una mujer con sus mismas contradicciones y quizás, una búsqueda de profunda relevancia sobre la individualidad en mitad de todo tipo de prejuicios y dolores con tintes morales. Cada decisión de las mujeres en la obra de Dennis-Benn, implica una sutil revisión sobre el estereotipo, la concepción del bien y del mal y la discriminación, como un espacio de debate inevitable. Con una prosa precisa que evita cualquier malentendido, Dennis-Benn deja claro que hay una concepción sobre lo femenino que atraviesa los tabúes y la connotación sobre la idealización de la mujer.
“En Jamaica, nadie ama a una chica negra, aunque todos los colores de piel son casi idénticos”, la crueldad con que Tru se mira y también mira, es el centro motor de una serie de escenas reflexivas sobre una cultura en la que el prejuicio pesa como un estigma. Patsy, que huyó de una maternidad forzada e incómoda, a un país en el que se convierte en un individuo invisible y discriminado, es una mirada violenta sobre los lazos emocionales rotos y el sufrimiento del desarraigo. Tanto Tru como ella, son reflejos exactos aunque ni una ni otra lo sepan. Al abandonar Jamaica, Patsy tiene veintiocho años y su hija cinco. ¿Qué ocurre en medio de una ruptura semejante?
Dennis-Benn analiza el conocido símbolo del sacrificio maternal desde una óptica por completo nueva y sobre todo, tan bien hilvanada que termina por sostener la novela entera. Las decisiones de sus mujeres son implacables pero también, consecuencia de la presión del reconocimiento. Patsy desea ser amada e intenta buscar el sentido de la plenitud en la emigración. La derrota, le supone un aislamiento doloroso que es casi incapaz de sobrellevar. Por su parte, Tru batalla por comprender su sexualidad, por sostener un diálogo real con sus deseos intelectuales y morales, sin tener demasiado éxito en el empeño. Pero entre la soledad de Patsy y el valor de Tru para superar la suya, hay un abismo y también un puente que las une, aunque ninguna lo sepa. Dennis-Benn tiene la prodigiosa capacidad de crear símbolos que unen trozos y fragmentos emocionales, que por necesidad, no encajan en la atmósfera que describe. Pero la escritora logra hacerlo con un uso inteligente del sentido del absurdo y del dolor existencial convertido en una circunstancia que les une a pasar de la distancia física y emocional.
Entre la esperanza y el desarraigo Patsy es una novela que no se prodiga en exceso para analizar los estadios emocionales femeninos. Cada personaje descubre con lentitud un mundo emocional que Dennis-Benn elabora desde pequeños apuntes que al principio, parecen no tener demasiado sustento pero que al final, se unen en un entramado coherente que enlaza situaciones y la perspectiva del futuro. Tru lidia con constante sentimiento de abandono, a medida que se hace una mujer que siente todo el miedo y el desconcierto de ser distinta en una sociedad que presiona por un tipo de homogeneidad forzosa. En Nueva York, Patsy se convierte en una expatriada que perdió el impulso de su propias aspiraciones. “La soledad nunca es tan dura de superar como cuando carece de objetivo” dice Dennis-Benn y es esa percepción sobre el sufrimiento íntimo, lo que sustenta una novela espléndida sobre la decepción, la necesidad de arraigo y al final, un búsqueda obsesiva, desesperada y sin verdadero norte, de la felicidad.