Crónicas de la lectora devota:

Second Place de Rachel Cusk

Aglaia Berlutti
9 min readMay 14, 2021

Los espacios y lugares suelen ser un elemento metafórico de enorme interés para la literatura. En especial, los que permiten una reconstrucción más o menos elaborada sobre el bien y el mal. Shirley Jackson construyó una alegoría sobre la casa como reducto de lo maligno en The Haunting of Hill House (1959), mientras que Daphne Du Maurier en Rebeca (1938) analizó las obsesiones sobre el dolor y el sufrimiento, amalgamados a un espacio físico reconfigurado para reflexionar sobre los abismos emocionales. También lo hizo Isak Dinesen en Out of Africa (1937) , en la que el paisaje y el entorno no sólo es un contexto, sino también una búsqueda insistente sobre la identidad y la necesidad de entender el tiempo íntimo.

Para Charles Dickens, las estructuras (mansiones, casas y jardines), también analizaron la individualidad, en especial en Grandes Esperanzas (1861), en que la mansión Paradiso Perduto es una oda a la búsqueda de la redención y un existencialismo incipiente que asombra por su cualidad dolorosa. Algo semejante logró Henry James en Una vuelta de Tuerca (1898) y en El castillo de Otranto (1764), de Horace Walpole. Tanto en una como en otra historia, la cuestión del hogar subvertido y transformado en algo por completo distinto a un espacio doméstico, brinda a la cualidad de la narración una sustancia por completo nueva y en especial, algo mucho más audaz de lo que a primera vista podría ser solo una revisión del género o algo más elaborado.

La escritora Rachel Cusk retoma lo mejor de esa tradición y lo elabora como el centro de su obra, en una meticulosa mirada al símbolo del hogar, los espacios compartidos y en especial, la creación del lugar como reflejo metafórico. Su trilogía Outline, cuyo último libro se publicó en 2018 con el libro Kudos, es un recorrido a través de mansiones, casas y edificios que cumplen la función de no sólo dar un aporte visual y contexto a sus personajes, sino de hilvanar con cuidado la condición de lo moral a través de su condición inevitable como refugio.

Para Cusk hay una inevitable percepción del ritmo y del tono de la mirada a los espacios restringidos que una búsqueda de identidad. En específico en Kudos, en la que la casa es también, una discusión dolorosa sobre las transiciones en el ámbito de lo íntimo que pueden mostrarse desde el exterior. El tiempo transcurre — y se percibe — de manera distinta, como una compleja colección de matices y espacios, en los que nada es lo que parece. Además de la confusión temporal — la novela no señala la fecha en la que la que ocurre — también está la física, con la reconstrucción de la vida familiar como parte de paredes, habitaciones y corredores solitarios. Para la escritora, el hecho de lo cotidiano emblemático, en el yeso corroído de las paredes, los muebles destartalados, los cuadros que están a punto de caer de las paredes, es una conclusión elaborada e interesante a su búsqueda sobre el motivo por el cual, lo que nos rodea suele ser no sólo un espacio integrado a la memoria, sino una manera brillante de asimilar la conexión entre lo moral y lo intelectual con prodigiosa habilidad.

Algo semejante ocurre con su novela Second Place, en la que de nuevo Cusk explora lo doméstico para encontrar la singularidad del ser humano en la búsqueda de su yo espejo/reflejo simbólico. Pero en esta ocasión, en lugar dedicar tiempo y descripciones a mansiones señoriales o a espacios diminutos con ventanas extraordinarias, lo hace para hablar sobre el paralelismo de la construcción arquitectónica y el interés de quien la habita, por encontrar en su interior un lugar que considerar propio y que además, pueda sostener una narración lírica con su manera de ver el mundo. En Second Place hay más de una casa “ideal” — esas construcciones oníricas y asombrosas que ya Cusk ha utilizado en su obra — y además, ambos espacios funcionan como una condición sobre la existencia y las infinitas reinvenciones del hombre, como observador de su propia historia.

Si en sus otras novelas Cusk había enfocado toda la atención en las preguntas acerca de la humanidad, la moral y lo intelectual en la forma en que se expresa de manera arquitectónica lo temible, lo asombroso e incluso, sentimientos abstractos como la esperanza y el desamor. Cusk con una habilidad que sorprende, transforma Second Place en una mirada profunda al hecho de por qué los lugares que habitamos terminan por ser interrogantes sin respuesta, espacios especulativos, percepciones y concepciones acerca del bien y del mal contemporáneo. ¿Qué hace que una casa se convierta en una construcción para ser parte de la historia de un hombre o de una mujer? La pregunta se plantea varias veces y se hace desde la óptica durísima del olvido y el recuerdo. La casa puede aparecer, desaparecer, sus paredes venirse a bajo, los pisos agrietarse pero continúa existiendo en el ámbito de la memoria. Hacerlo además, bajo la connotación sobre lo que somos y aspiramos a ser.

La narradora sin nombre, que no sólo es el protagonista sino en realidad, uno de los pocos personajes en un mundo poblado de objetos lo deja claro de inmediato: las casas son formas en que lo espiritual puede manifestarse y además, sostener un diálogo como lo material.“ La segunda casa, era el espíritu de alguien que vivió y creyó que aquí podía conservar su esencia. Un lugar de gran pero sutil belleza, donde los artistas a menudo parecían encontrar la voluntad o la energía o simplemente la oportunidad de trabajar”. Cusk enfoca la atención en el hecho de lo que un lugar puede hacer y de hecho, todo el libro parece enfocado en la idea de un espacio que a la vez, es un refugio que aísla, compromete, consuela y brinda un sentido a cierto ámbito de lo absurdo.“La gente suele decir que este es uno de los últimos lugares en que simplemente, puede perderse en la espesura de los pensamientos. Una casa es una catedral, un sótano, un ático, un planeta, un sol, una península”.

El concepto del segundo lugar de hecho, es un compendio de trozos cuidadosos de una narración dentro de una narración. Una además, que sostiene y evade la cuestión esencial del hogar literario. La propiedad que la narradora describe como un “terreno baldío” y después “la suma de todas las puertas abiertas y cerradas” es un recorrido por el significado, el peso y el desconcierto que provoca la mera idea de la pertenencia. “Somos el lugar que creamos para ser y estar” explica la narradora. “Somos los lugares que crecen a nuestro alrededor para tener un espacio, un extremo, una idea, una conciencia” insiste. Y lo hace a medida que la trama avanza y deja claro que la casa extraordinaria con que comienza la acción — una vieja mansión que como otras tantas en la obra de Cusk carece de ubicación geográfica — es sólo la fachada de ese pequeño y necesario otro lugar, vinculado y ligado a la experiencia total de lo que puede ser una reconstrucción del simbolismo del ritual de paso de habitar el lugar.

Si algo sorprende de la novela de Cusk es el hecho de encontrar el punto medio entre la posibilidad de describir el hecho de ser, estar construir, verbalizar y sostener la condición de un espacio como dominio intimo, sino además, llegar hasta otro extremo del bien y del mal. No hay espacio para consideraciones sobre la personalidad, el individuo o la esquiva condición de lo abstracto a medida que la narradora deja claro que “habitar una casa, esta casa, cualquier otra, es un compromiso con el futuro, con los terrores y esperanzas, con la forma en que la devoción por los misterios de lo privado se hace más perentoria y abrumadora”.

Pero además Second Place tiene todos los elementos para meditar sobre la transición entre el lugar ideal y el que terminará por ser el espacio del hogar y el tiempo, como un diálogo misterioso entre lo lo que se asume como poderoso y en especial, significativo y confiere importancia a lo que nos rodea. La mansión principal, el hogar de la narradora y su marido, carece de sentido “estético” y sin duda, “gusto”. Aunque “sin duda, tiene los lujos necesarios para sentir que el mundo al otro lado de la pared puede dejar de existir al cerrar la puerta” puntualiza la protagonista. No obstante, la otra casa, la que se oculta entre el bosque, esa casualidad rudimentaria “sin puertas, ni ventanas pero con personalidad”, es “un hogar para las cosas que aún no estaban aquí, las cosas superiores, las intangibles, las poderosas, las radiantes, las que sostienen el tiempo, las que hacen más provocadora y persistente la condición de lo bello”.

Por supuesto, una novela que basa su historia en el hecho de dos propiedades análogas que funcionan como espejos de ideas y perspectivas, es una novela que narra también el tipo de privilegio que otorga el hecho de poseer una construcción de semejante envergadura. De hecho, toda la historia tiene la apariencia de una narración basada en cierta decadencia que aísla y deforma la realidad. Second Place narra no sólo el hecho de cómo una casa puede convertirse en una fuerza vital — “vivo y disfruto de la condición de la complacencia que me brinda una ventana abierta” — sino que además, medita de manera cuidadosa sobre la cuestión inevitable de ser — o estar — bajo la contemplación de la riqueza.

Una novela semejante podría haber tenido una rara relación con lo superficial y lo frívolo, a no ser la manera en cómo Cusk profundiza en la riqueza como una herramienta para llegar a un aislamiento intelectual casi doloroso. “No se trata sólo del dinero, sino que pueda proporcionar algo en realidad valioso. Un objeto es cualquier objeto, de la misma manera que una casa solo es una casa. Pero si tomas ese objeto y esa casa y le brindas una particular belleza, entonces puedes crear y decidir algo mucho más elaborado” pondera la protagonista. Hay algo mucho más inquietante en la forma en que la historia relaciona la riqueza y la pérdida, como si ambas cosas pudieran ir juntas y a la vez, complementar una idea sobre encontrar un espacio que pueda encajar con la vida de quienes habitan un determinado espacio. “En la soledad de una casa, nadie es rico o es pobre. Solo somos habitantes”.

Para Cusk, su historia tiene más relación con la inversión de emociones que todo el que habita un lugar proporciona — sea suyo o no el lugar — que la idea de la propiedad. De modo que esta segunda casa, comprada por accidente, a la que se accede por invitación y a la que llegan artistas y “despojados de identidad”, es un refugio pero también, un espacio amable. Un lugar singular en el que todo “parece posible pero en realidad, solo se trata de que las expectativas están satisfechas, son amables, son persistentes, son valiosas, son enormes, son importantes, son perniciosas y a la vez, se centran en lo que desea el que habita un lugar. No es la habitación que ocupa, es su ocupante, lo que hace que el espacio sea real”.

Para Cusk, todo lugar “escucha, habla y mira” de forma invisible. Y sin duda, la mayor fortaleza de su novela, es tener la cualidad hipnótica de crear una historia que pareciera no tener otra relación — otro sentido — que sostener un diálogo ecuánime, amable y certero con la concepción de existir. “¿Cual es la historia que quiero contar?” dice la narradora hacia el tramo final del libro. Una pregunta que sin duda el lector se ha hecho una y otra vez, a medida que avanza la lectura y encuentra la condición poderosa de lo que puede significar — sostener — una mirada tan íntima a los espacios interiores. “La que comienzas cuando cierras la puerta de la que consideras tu casa, la que ponderas en la soledad de tu espacio favorito, la que llega a un nivel de belleza o de dolor, que solo puede recorrer tu mirada particular sobre las cosas”.

Al final, la historia que narra Second Place es una conmoción que sacude las mínimas ideas sobre la pertenencia, lo que somos a través de objetos y lugares. En especial, lo que refleja ese parlamento interior que sostiene una concepción sobre el absurdo de lo que crea conexiones inexplicables entre lo intangible y lo material. “Amamos sin razón las cosas que nos rodean y al final, ese amor les convierte en historia”. Una frase que abarca la historia misteriosa de una casa que es un recuerdo y a la vez, un recorrido por las pequeñas historias irresolutas de lo que somos y quienes somos. La mayor fortaleza del libro de Cusk.

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Aglaia Berlutti

Bruja por nacimiento. Escritora por obsesión. Fotógrafa por pasión. Desobediente por afición. Escribo en @Hipertextual @ElEstimulo @ElNacionalweb @PopconCine