Crónica de la lectora devota:
The Book of Difficult Fruit de Kate Lebo
La cocina y la ficción suelen crear un subtexto metafórico de enorme valor argumental. No sólo porque el acto de comer y alimentar implica una relación profunda y complicada con la identidad cultural, sino también por el hecho que vincula una de las necesidades más primitivas del hombre a una idea emocional. Desde dramas de corte satírico y elementos biográficos como Big Brother (2013) de Lionel Shriver, la burla maliciosa de Simon Wroe al mundo culinario en The Chef (2014), hasta espeluznantes miradas sobre el miedo y la condición del hambre primigenia como La Vegetariana (2007) de Han Kang y Cadáver exquisito (2017) de Agustina María Bazterrica, la comida y la literatura, han establecido paralelismos de enorme poder y en ocasiones, profundamente incómodos. Pero tanto si se trata de analizar la belleza del arte de cocinar — como lo hizo Laura Esquivel en Como agua para Chocolate en 1989— como si se trata de algo más inquietante, el hecho es que la comida, su preparación y sus misterios, están envueltos en cierta concepción de la naturaleza primigenia. Una mirada abrumadora, hermosa y a la vez dolorosa sobre el ser humano como una criatura que depende de su límites esenciales y poderosos para comprenderse.
La inclasificable novela The Book of Difficult Fruit de Kate Lebo toma todo lo anterior y lo recombina con la ficción. A eso además agrega un subtexto levemente malicioso sobre el bien y el mal moral que al final, conduce hacia terrores persistentes sobre la identidad y el individuo. Todo envuelto en una condición burlona sobre el acto de comer y en especial, el de cocinar que sorprende por su consistente elegancia. Lo que puede parecer en las primeras páginas un recetario, es en realidad una búsqueda consistente sobre el hecho de comer y alimentar como una percepción de intimidad.
Pero además, es también una reflexión inquietante, sobre las relaciones que puede establecer la comida como un vínculo primitivo y sus implicaciones. Para Lebo, el hecho de alimentar es una forma de expresar poder y dominio, por lo que comer, una de sumisión. Entre ambas cosas, hay una estructura de morbosa y sutil belleza que sostiene la expresión de la identidad como algo más completo y duro de asimilar. Lebo intenta — y lo logra con soltura y un cruel sentido del humor — la percepción de los hilos invisibles que pueden enlazar ideas más singulares sobre el individuo. “Comer es una búsqueda, dar de comer es un mensaje” escribe la autora en esta colección de maligno humor sobre el control, el amor, el deseo, la ambición y la codicia.
Pero además, Lebo tiene la osadía de hacerse preguntas directas sobre las relaciones que se establecen entre la percepción sobre el hambre, el deseo y la necesidad sexual insatisfecha. Pero no utiliza ninguna narración. En realidad, The Book of Difficult Fruit es una combinación de recursos que van desde largos párrafos sin resolución sobre la sed y la tentación, hasta respetables ensayos sobre el significado de cenas en tratados de paz y otros actos diplomáticos. Pero a medida que la colección de datos avanza, queda claro que se trata de algo más complicado. Porque entre la miríada de datos y la combinación en el uso de todo tipo de formas de estilos de escritura, hay una historia oculta.
¿Cual? Lebo no lo revela de inmediato y de hecho, su interés primordial es hacer complicado al lector descubrir la vena oculta que se sostiene sobre algo más extraño y pródigo en detalles. “Puedo narrar con cuidado la condición del bienestar que provoca morder una manzana muy dulce, pero nunca, el pensamiento que ese sabor exquisito es capaz de esconder cinco o seis variedades de veneno” escribe Lebo en medio de la combinación de voces y fragmentos de datos desperdigados de un lado a otro. Más allá, incluirá una nota de prensa que da cuenta de un asesinato en “extrañas circunstancias” de un hombre del que solo se sabe comió un trozo de pie en un restaurante de carretera. “El tradicional plato norteamericano puede ser peligroso a niveles inquietantes” comienza otro capítulo.
De pronto es obvio que todas la colección de miradas sobre la comida y el comer, están relacionados, se sostienen sobre una premisa. “Hay algo real en la pretensión de alimentarse como un acto de amor, rebeldía o incluso, uno de sumisión” cuenta uno de los ensayos, que como todos los demás en el libro, no lleva firma y no llega a una conclusión. “Comemos con la voracidad de lo erótico y llegamos a la plenitud de la satisfacción, con la furia embrutecida de algo a medio deglutir”.
The Book of Difficult Fruit está lleno de imágenes húmedas, viscerales y orgánicas. Lebo tiene una capacidad asombrosa para combinar situaciones en apariencia por completo caóticas, para lograr un cierto orden secreto difícil de comprender en toda su extensión. La noción sobre lo poderoso de la saciedad — un concepto que extrapola hacia la necesidad y la ansiedad utópica de nuestra época por el éxito — elabora algo más profundo y singular sobre la naturaleza humana. En uno de los fragmentos inclasificables que forman el libro, un narrador anónimo cuenta como se masturba al masticar de manera lenta trozos de naranjas. “La sensación es de pleno poder, que el deseo se transforma en algo más y se sublima, se hace doloroso, perverso. Que es un tramo de transformación a lo primitivo”.
Poco después, Lebo incluye una elaborada receta que incluye naranjas y es inevitable establecer paralelismos entre la escena que describe antes y el conjunto de datos en apariencia superfluos, que incluye las indicaciones de la receta. Lebo no menciona si ambas cosas están estructuradas, hiladas de maneja de conjunta o busca que el lector establezca sus propias conclusiones. Cual sea la respuesta, el libro avanza y desconcierta por su cualidad para entrelazar conexiones en apariencia inexistentes con algo más amplio, profundo y sin duda, misterioso.
Lebo utiliza con habilidad el enigma entre páginas y logra construir una historia que en realidad, no llega a contar. Y aunque a primera vista la larga recopilación de información parezca un herbario desordenado e incluso extravagante, poco a poco y muestra que debajo de todas las explicaciones en apariencia inútiles, yace un propósito. La escritora toma ingeniosas decisiones, como dedicar capítulo del libro a una fruta diferente. Algunas, son especialmente raras y con propiedades complicadas. Otras, son solo pequeñas anotaciones sobre duraznos, melocotones, uvas y sus inquietantes cualidades desconocidas. La forma en que sus semillas pueden matar o su recurrencia puede provocar síntomas extraños. A continuación, hay extractos de entrevistas, noticias, crónicas. Todos apuntan a envenenamientos, síntomas inexplicables de enfermedades crónicas. Un ensayo que analiza la forma como cierta concentración de magnesio que en determinadas frutas puede provocar un infarto.
A medida que el hilo conductor avanza en su misterioso recorrido por la historia y uso en la herboristería, hay una noción consciente y poderosa sobre el hecho que Lebo está creando una secreta colección de horrores que en realidad no llega a mostrar, pero cuya sola insinuación asombra por su desconcertante capacidad para intrigar “En este libro, la fruta no es el ovario de piel suave, de tonos brillantes, encerado y comestible de la tienda de comestibles” dice Lebo en su sucinto prólogo“¡Qué nutrientes y qué daños están combinados en ella. Le contaré punto a punto, lo que las frutas, ese útil remanso de paz puede hacer”. Con una invitación semejante, el libro tiene la cualidad de construir una estructura en espiral propia, que además, vincula la idea del peligro con algo más complicado de entender. La amenaza está ahí, es evidente y complejo juego de oportunidades y pequeñas insinuaciones, pero más allá de eso The Book of Difficult Fruit, es un recorrido por la vanidad y el acto violento, secreto e íntimo del deseo de matar.
La escritora además, nunca deja entrever el verdadero tono y sentido de este intrincado y en ocasiones inexplicable, juego de espejos. A los ensayos extensos, detalles de noticias al parecer desordenadas, episodios extraños (todos relacionados con ideas sobre la comida y en especial, las frutas), se añade una prolija, cuidadosa y amplia investigación sobre los alimentos como un espacio peligroso y desconocido. Lebo dedicó cinco años a la consulta, clasificación y comprobación de todo tipo de datos que se enlazan para mostrar una especie de dimensión inquietante sobre el acto de comer y más allá, la simbología de la delicia, el apetito, la búsqueda de una suculenta sensación de peligro.
Desde oscuros libros de cocina medieval hasta un recorrido por todo tipo de creencias, supersticiones y elaboradas concepciones sobre la cocina como arte y ciencia, Lebo ensambla una fascinante perspectiva sobre la belleza y el terror, transmutado en algo más elegante. El libro incluye entrevistas reales con la experta en frutas venenosas relacionadas con la familia de los arándanos LaRae Wiley, en la que la investigadora profundiza en la idea sobre los frutos que pueden matar con placer. Más adelante, Lebo incluye la descripción vívida de un hombre que muere entre convulsiones, después de comer un pastel que la nota — ¿periodística? ¿anecdótica? — describe como un manjar misterioso. El breve texto no sólo incluye alguno de los síntomas que Wiley explicó páginas antes, sino otros tantos, descritos en varios de los capítulos anteriores.
Es entonces como el rompecabezas de información parece mostrar la sombra de una historia. Una que yace debajo de las dimensiones y capas de análisis que Lebo crea para reconstruir la estructura de una serie de circunstancias que podrían rastrearse a través de los vínculos a través del laberinto de descripciones, hechos, sucesos y escenas. ¿Lebo narra una historia? ¿Es el hombre que muere en las primeras páginas, parte de algún hilo narrativo que enlaza el libro en el resto de las muertes en apariencia casuales que describe? The Book of Difficult Fruit no prodiga sus secretos con facilidad. De hecho, no lo hace en absoluto y poco a poco, elabora una hoja de ruta que podría ser una visión sobre algo más complejo alrededor de la muerte, la manipulación, el deseo e incluso, lo levemente erótico. Por ejemplo, en el capítulo que dedica al enebro, la en apariencia sutil e inocente narración sobre las propiedades de la planta, termina en la historia de una mujer sin nombre, que luego de quedar embarazada tras una violación, recurre a una guia herboristería de 1597 para practicarse un aborto.
El capítulo, quizás el más extenso del libro, cuenta el proceso con lentitud y al final, como una terrorífica mirada al dolor y a la furia convertido en algo más consistente. Es quizás, el único capítulo del libro que llega a dejar la insinuación a un lado. La mujer que aborta grita de dolor y recuerda, entre delirios, lo que ha leído en Gerard’s Herbal, un libro que encontró en el sótano de la vieja tienda en la que trabaja. Por única vez, el libro ofrece detalles sobre sus personajes, pero también, analiza y reafirma la concepción sobre el enigma. “Vi la hoja en mi mente” cuenta la mujer entre temblores “vi la hoja con el dibujo del tallo, más abajo, las frases escritas a manos y también, elaboradas en pequeñas líneas dolorosas. Expulsar al chiquillo muerto. Pero también, el enebro puede matar rápido. Puede combinarse con el sabor de la cereza. Puede ser un veneno refinado y casi melancólico”.
Pero una vez que el diálogo interior de la mujer termina, Lebo regresa a la estructura del libro, lo que hace más desconcertante lo que ocurrirá a continuación. Poco a poco, las notas periodísticas se hacen más abundantes y las investigaciones sobre los efectos de las frutas y sus efectos venenosos, más detallados. Y la mujer y el hombre que la narración ha mostrado antes o después, desaparecen entre el cúmulo de datos, como si la cualidad de la información fuera en realidad un truco delicado y efectivo para ocultar lo que yace bajo la narración de una historia cada vez más grotesca, extraña y burlona. Lebo, que incluso llega incluir recuerdos propios en medio del cúmulo de escenas que podrían sólo ser información dispersa.
Como si se tratara de un ejercicio de creatividad que Jacques Derrida hubiera admirado, el libro se abre en todas direcciones a partir de un núcleo complicado de definir, para incluir desde la cualidad de los arbustos de mora para ser ponzoñosos, las propiedades del vino tinto, la forma como el pasten de cerezas marrasquino pueden ocultar el sabor agrio de la nuez moscada, un veneno tan antiguo como letal. Página tras página, Lebo se arriesga a un tipo de narración incierta que conduce a un final inexplicable e inclasificable. Aun así, The Book of Difficult Fruit es una búsqueda refinada y profunda sobre el temor y la belleza, enlazadas y confundidas en medio de algo más frondoso y extraño de comprender. Un recorrido angustioso, fatal y delicado a través de los temores y el poder de construir una idea sobre el bien, el mal y sus delicadas dimensiones tan sorprendente como oscuro. Una caja de misterios que Lebo nunca llega a abrir del todo.